vendiendo Jerez
vendiendo Jerez

La última quincena de octubre tuve ocasión de viajar al Reino Unido y pasar unos días en Rochester, al sureste de Londres. Un día, viendo el canal 4 de la televisión británica, me sorprendió comprobar cómo se enumeraban las bondades de nuestra ciudad en un programa titulado Un lugar en el sol.

El programa, muy popular allí, está conducido por la conocida presentadora Jasmine Harman, que se dedica a vender propiedades en diferentes lugares del sur de Europa. En él una pareja de japonesa y británico jubilados buscaban un piso para pasar temporadas, y se les ofrecía Jerez como el lugar ideal para ello.

Aparecían muchos de los lugares más emblemáticos de nuestra ciudad, como los barrios de San Miguel, -al que Jasmine describía como  quiet, calm and multicultural-, Santiago y San Pedro. La cámara se asomaba a un antiguo patio de vecinos, recreándose además en lo que ellos llaman Juliet balconies (balcones de Julieta), los típicos de Andalucía, que los británicos identifican con el famoso de “Romeo y Julieta” de su más insigne escritor.

Después de ver varias viviendas, como una enorme finca con piscina y preciosas vistas cerca del Monasterio de la Cartuja, demasiado grande para ellos, se decidían, previo regateo con el dueño, por un piso en pleno barrio de San Miguel, dentro de una vieja casa reformada pero amueblada en estilo moderno. Lo que más les influyó fue la posibilidad de tomar el sol en una agradable terraza/azotea y la de vivir en pleno centro histórico.

Se mostraban lugares tan atractivos de Jerez como la plaza del Arenal, plaza de las Angustias, plaza Plateros, el patio del palacio del conde de los Andes, el interior de una bodega que no reconocí, el tabanco de la Cruz Vieja o el patio del centro Andaluz de Flamenco, donde hubo una pequeña performance solo para ellos y donde podía apreciarse la imagen de Lola Flores al fondo. La escultura de la Faraona y la de la Paquera en La Plazuela eran otros tantos reclamos turísticos, y se destacaba el hecho de que existen vuelos directos entre nuestra ciudad y Londres.

Se había rodado además en el Alcázar y sus jardines y en el exterior del teatro Villamarta, donde la presentadora comentaba que hay actuaciones todos los días, lo que no deja de ser exagerado, pero sin duda útil desde el punto de vista del marketing.

Hace tan solo unos días leíamos en este mismo medio que el Financial Times había escogido Jerez junto a la localidad francesa de Rennes y la italiana de Bolzano para una escapada ideal en otoño, por su gastronomía, cultura y paisajes y sin los inconvenientes del turismo masificado. Escuchamos hablar también de la Sherry Week, a celebrar en diferentes países del mundo, y, por supuesto, las carreras de motos en nuestro circuito son conocidas internacionalmente.

Es más, nuestra ciudad ha sido ya escenario del rodaje de algunas películas y series, algunas de ellas extranjeras. Por ejemplo, Techo y comida (2015), que nos muestra una realidad no precisamente idílica, Coup de foudre en Andalousie (“Flechazo en Andalucía”), una miniserie francesa (2019); parte de la tercera temporada de la aclamada serie británica The Crown (“La Corona”, 2019) y también El verano que vivimos (2020) y La templanza, (2020), estas últimas en torno al mundo del vino y las bodegas. Sin duda, la elección de historias y exteriores relacionados con Jerez es alentador, es una fuente de ingresos y contribuye a darnos a conocer en el mundo.

También lo es que barrios como San Miguel y otros tradicionalmente degradados del centro histórico estén empezando a remozarse con sensibles mejoras: fachadas que se adecentan, edificios que se restauran para darles un uso diferente al que habían tenido hasta ahora, muros que se apuntalan, casas que se renuevan. Si Jerez se está poniendo de moda y queremos promocionarlo, lo lógico es que esto suceda.

 Pero también sería bueno que no se viera todavía tanta basura en las calles, arreglar aceras, pintar pasos de cebra, aumentar la flota, frecuencia de paso y puntualidad de los autobuses urbanos -no estaría tampoco mal que las paradas se dotaran de pantallas electrónicas indicando la hora en que va a pasar el bus, como ocurre en Sevilla o Málaga-, porque sería en primer lugar un beneficio para los propios jerezanos y, en segundo lugar, porque los turistas los utilizan bastante en otras ciudades.

Y lo ideal sería que monumentos como la maravilla renacentista que es -o era- el palacio de Riquelme, que ya está en la lista de Hispania Nostra de los llamados a desaparecer, se salvara de la ruina total. O que se acabara de restaurar el palacio de Villapanés para que no se perdieran sus magníficos frescos, o que se diera algún uso al impresionante edificio que fue escuela de Turismo y Trabajo Social y que es lo primero con que se topa, con sus hierbajos, jaramagos y grietas,el foráneo que llega a la estación. Sólo por poner algunos ejemplos de nuestra inmensa riqueza patrimonial. Y para que seamos conocidos no sólo por el vino, el flamenco y los caballos, porque, sin despreciar nada de esto, podemos y debemos presumir de mucho más.

Como, por ejemplo, de tener muy cerca un potente yacimiento como el de Asta Regia prácticamente inexplorado, cuya excavación y puesta en valor sería otro importantísimo activo cultural a añadir a los que ya tenemos y una posible fuente de empleo que disminuyera, al menos en parte, el paro endémico que padecemos.

Y si vamos a ser menos provincianos y más cosmopolitas, tampoco estaría de más que nos empapáramos del idioma de Shakespeare, para que no sólo en la oficina de turismo, en los rent-a-car del aeropuerto o en las visitas guiadas de las bodegas, se hable un poco más y mejor la lengua de la mayoría de nuestros potenciales clientes.

 

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