Un cruce, con distintos nombres de calles.
Un cruce, con distintos nombres de calles.

Los movimientos iconoclastas no son nuevos en absoluto. De vez en cuando reaparecen con mayor o menor virulencia. Algunos acaban imponiéndose mientras que otros sólo quedan en actos vandálicos. Se pueden producir tanto por parte de desconocidos, colectivos e incluso instituciones. Sea como sea, están a la orden del día y deberíamos analizarlos con detalle.

Lo hemos visto en España recientemente: calles que antes rendían homenaje a militares o dirigentes franquistas eliminadas y cambiadas a personalidades más neutras o incluso a referencias asépticas. Y lo mismo ha ocurrido hace unas semanas en Madrid con representantes de la II República, concretamente con Largo Caballero e Indalecio Prieto.

Las ciudades necesitan calles, y las calles necesitan nombres. Podríamos nombrar a las calles con alusiones a objetos, animales, países, etc, sin embargo, es habitual rendir homenaje, culto y reconocimiento a personas, eventos históricos y fechas. El problema viene cuando la Historia avanza y las personas homenajeadas quedan atrás, con un halo histórico que se desvanece en el tiempo. Con cada nuevo gobierno, con cada punto de inflexión en la Historia, muchas recordatorios son eliminados y cambiados, transformados para ser acordes al nuevo tiempo que se vive. Es un tira y afloja que a veces busca en lo más profundo de la Historia a sus referencias, como si al estar tan lejos temporalmente quedaran ajenos al revisionismo.

Un ejemplo de lo mencionado arriba lo tenemos en la plaza del Arenal de Jerez. Durante el gobierno de Fernando VII fue denominada Plaza de Fernando VII, cuando le sucedió Isabel II se llamó Plaza de Isabel II. Con la Consitución de 1812, Plaza de la Constitución. Con Alfonso XII, Plaza de Alfonso XII. En la República… exacto, Plaza de la República. Durante la época franquista, un ejemplo de búsqueda de referentes históricos, Plaza de los Reyes Católicos. Hoy, de nuevo Plaza del Arenal, aunque con una estatua ecuestre referida a José Primo de Rivera, dictador entre 1923 y 1930.

La democracia ha traído cierta estabilidad a los cambios de rótulos pero más debate. Probablemente porque ahora es posible al menos debatirlo y rebatirlo.

Si estamos de acuerdo en dar premios a los ciudadanos, como forma de reconocimiento social, dar nombre a un colegio, a una calle o una plaza no debería ser algo disparatado. Pero la situación cambia cuando los estudios revisionistas entran en escena y los valores sociales cambian. A la sociedad española del siglo XXI no le vale que alguien haya acumulado éxito en su carrera profesional si tuvo ciertos comportamientos incívicos o inmorales. Nota importante al respecto, cuando nos referimos a comportamientos inmorales, hablamos de inmoralidad vista desde nuestra perspectiva a día de hoy. Desgraciadamente los estudios revisionistas no son siempre conclusivos y no existe consenso en las valoraciones de muchas personalidades.

Con distancia, los piratas o corsarios pueden parecernos hoy en día héroes libertadores ajenos al sometimiento imperialista y rebeldes románticos que sólo buscaban poder subsistir y luchar contra un sistema que no les había dado ninguna oportunidad, pero lo más seguro es que esta sea la sensación que nos ha trasmitido Disney y la literatura romántica del siglo pasado, al igual que con el bandolerismo andaluz.

Utilicemos este ejemplo que quizás es menos polémico y más esclarecedor. Coloquemos a Francis Drake Mylwaye en el centro de la plaza del Arenal y analicemos las impresiones. Desde un punto de vista histórico, tiene sentido. Son de sobra conocidas las referencias de dicho corsario en 1587 contra la costa de Cádiz, saqueando miles de botas de vino de Jerez que acabarían llegando a tierras inglesas y popularizándolo. Así pues, la relación está servida, e incluso parte del homenaje que le haría la ciudad al corsario. ¿Pero qué le estaríamos diciendo a todos aquellos que intentaron con su vida defender las costas gaditanas? ¿Murieron en vano ante una campaña internacional de marketing a décadas de años vista? ¿Valoramos más las consecuencias económicas que tuvo aquella acción que la validez moral? ¿Estaríamos aceptando el saqueo como algo homenajeable? Las consecuencias de dicha aceptación son claramente contrarias a nuestra tiempo, pero situaciones similares ocurren hoy en día.

Con la retirada de rótulos se cae en una Damnatio Memoriae, que viene a ser una condena de la memoria y que se viene utilizando desde época romana con la intención de eliminar cualquier referencia al perseguido, condenado,… dicho de otra forma, al enemigo. Así se llegaron a destruir estatuas, pinturas, dibujos, monedas, en definitiva, cualquier posible resto de memoria. De igual forma se intenta a menudo eliminar referencias en las calles y plazas actuales de los personajes históricos por motivos varios, pero al hacerlo, muchas veces se cae en la amnesia colectiva, olvidándonos de nuestro pasado. La delgada línea entre desglorificar a un personaje y hacerlo olvidar de la Historia. Lo primero es perfectamente válido, pero lo segundo es un error evidente.

Para finalizar, y para dar una posible solución, mencionaré la posibilidad de desglorificar sin llegar a olvidar: combinando placas, estatuas, etc. Más de una vez habremos andado por pequeñas bocacalles de los centros históricos de las ciudades andaluzas observando cómo en la esquina aparecen varias placas o una en donde se refleja el nombre actual y los anteriores. Igual podríamos hacer con las estatuas dando más valor a la localización de la estatua dentro de una plaza. No podemos olvidar que muchas estatuas son verdaderas obras de arte y que aunque sea sólo por eso, deberían ser valoradas. Destronar de una posición central una estatua y colocar otra manteniendo la antigua en un lateral puede hacer que establezcamos la diferencia entre lo que nuestra sociedad ve como referente y lo que ve como parte de su historia.

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