Rememorando a Blas Infante el 10 de agosto: la militancia del andalucismo

El recuerdo de un asesinato como el de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto, nos debe rememorar la enorme injusticia cometida en esos días con la pérdida de un andaluz tan ilustre

Manuel Hijano, Director de Secretariado de Bienestar Social Alta Cal

Universidad de Málaga.

Blas Infante, padre de Andalucía
Blas Infante, padre de Andalucía

El recuerdo de un asesinato como el de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto, nos debe rememorar la enorme injusticia cometida en esos días con la pérdida de un andaluz tan ilustre, que mereció su nombramiento por el Parlamento de Andalucía por todos los diputados y diputadas de todos los partidos políticos como “Padre de la Patria Andaluza”. En paralelo, ese simbólico acto —ya sea en lo privado o públicamente— se debe acompañar de un gesto de conciencia como supone releer alguna de sus obras, o reflexionar sobre alguno de los muchos aspectos de su vida de los que podemos extraer orientaciones para el andalucismo de 2021.

Es decir, se trata de mirar y aprender “de la” Historia. No es solo aprender Historia. Es un paso más. La Historia se convierte en un recurso para facilitar el futuro. Deja de ser un obstáculo.

Desde mi punto de vista, uno de los asuntos más actuales, y de los que Infante también nos proporciona interesantes claves para la acción de hoy, es el tema de la militancia andalucista. Mucho se ha escrito sobre este tema.

Me permito, teniendo en cuenta las limitaciones de espacio de este medio, hacer unas breves reflexiones sobre el asunto y siempre de cara a proporcionar o recordar algunos hechos de su biografía y obra.

Por un lado, nos encontramos un Infante militante de partidos o participante en candidaturas electorales. Hay varios ejemplos en los dos periodos más intensos de actividad política 1915-1923 y 1931-1936. Solo indico alguno.

Vemos a Blas Infante presentándose a elecciones a Cortes Generales, en junio de 1919, en el seno de la Candidatura Bloque Democracia Andaluza, en el distrito electoral de Sevilla, de oposición republicana al régimen monárquico, junto al federal Alejandro Guichot y al socialista Alejandro Acevedo. Los resultados no son los deseados e Infante y no consigue el puesto de Diputado.

Blas Infante y el andalucismo renuncian a presentarse a otras elecciones posteriores bajo el reinado de Alfonso XIII. Concretamente, tras las elecciones de junio de 1919 se suceden dos generales (diciembre de 1920 y abril de 1923) y no hay noticias de candidaturas semejantes. Lo cual nos induce a pensar que el grado de desencanto de los andalucistas es considerablemente mayor con el paso del tiempo y las experiencias vividas y, en segundo lugar, a partir de 1920 se comienza a vivir un cierto detraimiento de las actividades nacionalistas andaluzas.

En esas elecciones, también Infante se presenta por el distrito malacitano de Gaucín. Blas Infante pretende saldar la deuda contraída con sus vecinos por no haber llegado a inscribir su candidatura un año antes. Supone una iniciativa personal, que responde a la petición de los andalucistas de ese territorio. Una zona donde el número de centros andaluces es relevante. Infante tampoco gana las elecciones, ya que su oponente, Luis de Armiñán, obtiene 1005 votos, mientras que Infante 329.

Durante la Segunda República también Infante muestra ejemplos de militancia política. La primera, su inclusión en el Partido Démocrata Republicano Federal, en cuyo seno conforma la Agrupación Republicana Federal de Andalucía. Justo en 1931, también se prepara para la siguiente contienda electoral, donde constituye una Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista junto a Balbontín, Carrión y Ramón Franco. De nuevo Infante no llega a conseguir el escaño en Madrid debido, entre otros factores, a la falsa denuncia —como demuestra Manuel Ruiz— sobre el Complot de Tablada.

Pero por otro, también tenemos al Infante que desea sensibilizar al andalucismo social, cultural e incluso el económico. Acciones que se acompañan de referencias contrarias a la labor de los partidos de su momento.

Así, en 1916, comienza la apertura de Centros Andaluces por numerosas localidades que tienen como objetivo dar a conocer el andalucismo y educar en la Cultura Andaluza. También, durante la Segunda República, intenta recabar el apoyo de esa Andalucía. Se puede exponer como muestra las convocatorias a las reuniones provinciales preparatorias para aprobar unas Bases para el futuro Estatuto de Autonomía. Unas reuniones previas a la Asamblea Regional Andaluza (ARA) de Córdoba de 1933. A esos encuentros asisten en cada provincia, las Sociedades Económicas de Amigos del País, Ateneos, las Universidades, Cámara Oficial de Comercio, Cámara de la Propiedad Urbana, Institutos de segunda Enseñanza, entre otras muchas entidades. Un ejemplo de cómo Infante consideraba la necesidad de que el futuro Estatuto de Autonomía surgido de la Constitución republicana, sea resultado de la voluntad de todos los andaluces.

Considero que Infante nos demuestra que el andalucismo necesitaba —sigue necesitando— de una labor a pie de calle y a pie de urna

Unas referencias sobre su vida que se acompañan de otras aparecidas en la obra. Encontramos citas donde enuncia que “nos aspiramos a crear un partido, sino a restaurar, íntegramente un pueblo director”, o esta otra “Y mientras que el pueblo asciende, los gobernantes descienden. Cuando aquél empieza a pedir con algún fervor ideas y no hombres, verdades y no retóricas, programas antes que partidos, éstos se fraccionan al conjuro de la pasión”.

Todos sabemos que son frases escritas en unos momentos históricos y políticos determinados. Infante utiliza y define los partidos de acuerdo con su legítimo interés de dar a conocer sus tesis. Y, para ello, usa desde el atril de un mitin electoral, hasta la tribuna de un Ateneo para una conferencia sobre la economía andaluza. De forma muy resumida, así ya lo afirma en su primera obra, Ideal Andaluz: “A la fuerza regionalista deberán sumarse, sin renegar fundamentalmente de sus credos, todos los hombres afiliados o no a partidos políticos”.

Para hoy Infante también orienta la acción andalucista del primer cuarto del siglo XXI. Considero que Infante nos demuestra que el andalucismo necesitaba —sigue necesitando— de una labor a pie de calle y a pie de urna. No se trata de dilucidar cuál es la “mejor” vía. Obviamente ambas son legítimas y necesarias: por un lado, está más que demostrado la inviabilidad de organizar alternativas de un partido político sin un sustento social. Al primer envite serio, el partido pasa al terreno de la irrelevancia. Y sus cuatro líderes suelen buscar rápidamente un buen cobijo laboral. Pero también es necesaria la herramienta política. La expresión electoral o partidista de una conciencia nacional —del andalucismo— es, hoy, en 2021, necesaria. Eso sí, a través de organizaciones acordes con los valores democráticos, tales como, por ejemplo, transparencia o representatividad.

Ambas deben ser complementarias, no adversarias. José Aumente, en sus escritos políticos así lo afirmaba. Los escaños deben tener su apoyo en la conciencia del pueblo. Y en esa obra rescata como buen ejemplo el nacionalismo vasco y su densísimo tejido social: asociaciones culturales, económicas, revistas, publicaciones, manifestaciones colectivas, etc.

Ambas deben formar parte de un todo. Ambas deben confluir para la consecución de la Andalucía Libre inspirada en el andalucismo infantiano.

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