El recurso (fácil) de hacerse el ofendido

Rocío Arrabal

Secretaria general del PSOE de Algeciras y parlamentaria andaluza

El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, reunido con representantes vecinales.
El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, reunido con representantes vecinales.

Como saben todos los que empiezan a estudiar Derecho, “excusatio non petita, accusatio manifesta”. Según el diccionario de la Lengua Española, una excusa es el pretexto que se alega para disculpar una falta. Cuando esa excusa la das, además, sin que nadie te la haya pedido, es decir, cuando pones antes la tirita que la herida, tú solo te estás acusando de esa falta, sin que nadie todavía lo haya hecho. La traducción es fácil, incluso para quienes no saben latín: “Disculpa no pedida, culpa manifiesta”. O lo que es lo mismo, quien se exculpa, él solo se acusa.

Eso es, en esencia, lo que hizo el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, en la nefasta rueda de prensa ofrecida el pasado viernes, al crear una alarma social absolutamente injustificada e interesada. Para mostrar su rechazo a la propuesta del Ministerio de Inclusión de ubicar en la ciudad un CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) no hacía falta montar tanto circo, ni incitar al miedo en la población, anunciando un futuro de marginalidad y otras catástrofes. Tampoco hacía falta verter, en ésas y otras declaraciones, ante los medios de comunicación y en redes sociales, comentarios con tintes claramente racistas y xenófobos.

Nada de eso hacía falta, y él lo sabe.

No hacía falta porque en aquella carta, que según él le había quitado el sueño (qué vena dramática, qué gran actor ha perdido el cine español...), desde el Ministerio no se imponía nada. Simplemente se le hacía una consulta. Se le comunicaba (al igual que se ha hecho con otros ayuntamientos) que se estaba buscando un lugar para ese CETI, y que en Algeciras había una parcela que se pensaba que se podía destinar a tal fin, “si era de su interés”.

Como, efectivamente, en Algeciras contamos ya con otras instalaciones de similares características, resultaba sensato contestar que no. Y eso se podía haber hecho por el mismo conducto, por escrito, informando previamente a los grupos políticos con representación municipal y sin necesidad de montar tanto alboroto.

Pero claro, a Landaluce lo que le interesa, lo que él cree que le viene bien para sus cálculos electorales (y también para tapar con una vistosa cortina de humo su desastrosa gestión) es precisamente eso: el alboroto. Generar una polémica innecesaria (puesto que el CETI, si los algecireños no queríamos, no se iba a ubicar aquí) para crear alarma social, y luego presentarse como el “salvador” de Algeciras, el “líder supremo” que no duerme, ni siquiera cuando disfruta de las vacaciones lejos del Rinconcillo y Getares, junto a las mucho más selectas orillas de Sotogrande.

Ahora, cuando desde el PSOE de Algeciras le afeamos su conducta, su deslealtad institucional y su hipocresía, se hace el ofendido y opta por otro de los papeles que se le da mejor interpretar, el de víctima. No es de extrañar. Al fin y al cabo, a ciertos sectores de la derecha y la ultraderecha, a la que cada vez se acerca más, siempre se les ha dado muy bien eso del martirio, aunque sólo sea para puro postureo.

En la rueda de prensa del viernes, y en algunas de sus declaraciones posteriores, Landaluce MENTÍA. No era la primera vez, ni será la última, lo hace frecuentemente. Mentía al dar a entender a quienes le escuchaban y le leían que la ubicación del CETI en Algeciras ya estaba decidida por el “malvado” Gobierno progresista, que era algo inminente, que se iba a hacer con toda seguridad si él, el “salvador” de nuestra pequeña patria, no se ponía firme para impedirlo...

Como los socialistas hemos podido comprobar después, una vez conocido el contenido de aquella carta, aquello era una mentira como la catedral de Burgos. Sin embargo, cuando lo demostramos, y lo decimos públicamente, Landaluce se hace el mártir, y nos afea públicamente que le “insultemos” y le “descalifiquemos”. Y al mismo lloriqueo fácil, de telenovela barata, recurre cuando afirmamos, (y a la hemeroteca de estos últimos días nos remitimos), que sus palabras sobre los inmigrantes irregulares destilan un tufo pestilente a racismo y xenofobia, y que resultan impropias de un representante institucional en un Estado de Derecho.

Si no te gusta que te llamen mentiroso, no mientas. Si no te gusta que te llamen xenófobo, no hagas comentarios xenófobos. No distingas entre inmigrantes de primera y segunda (los ucranianos sí son bienvenidos, los de África “crean problemas”...), no incites al rechazo contra la población inmigrante, sea cual sea su situación administrativa, no asocies en tu discurso inmmigración y marginalidad, extranjería y delincuencia... Ese tipo de comentarios alientan el racismo y la xenofobia, y no lo digo yo, ni lo dice el PSOE, lo dicen todos los organismos internacionales que defienden los Derechos Humanos.

En fin. Cuando uno piensa bien lo que dice antes de hablar, y cómo lo dice, luego no tiene que andar justificándose, ni dando excusas que nadie ha pedido para blanquear su imagen y conseguir lo imposible: quedar bien con todo el mundo, incluso con aquellos a los que, con sus palabras, acaba de faltar al respeto. Pero bueno... Como dice el sabio refranero español, “quien se pica, ajos come”. Y eso lo entiende todo el mundo, hasta quienes no saben de latín ni de Derecho

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