Hoces por la espalda. De Suresnes a Magariños

Las circunstancias obligan a un voto en defensa propia. Con la nariz tapada, con crítica, con memoria, pero votando a Sumar porque no queda otra opción ahora para defender los derechos logrados por Unidas Podemos

Yolanda Díaz, en uno de los últimos actos de Sumar.
Yolanda Díaz, en uno de los últimos actos de Sumar.

En la recta final hacia la nueva ruleta rusa electoral, Yolanda Díaz ha vuelto a hacer ruido. En el acto central de campaña, casi un acto de Más Madrid, la líder de Sumar ha indicado que Feijóo debe explicar a la ciudadanía su amistad con el narcotraficante Marcial Dorado mientras las madres gallegas luchaban contra la droga. Un ruido que quizá llega demasiado tarde en una extraña campaña sin mucha coherencia más allá de esconder a Podemos, prescindiendo incluso de visibilizar logros como la aprobación de los permisos de la Ley de Familias, el 27 de junio, o la firma de una declaración en la UE sobre la autodeterminación de género impulsada por la innombrable Irene Montero el 5 de julio. Ni siquiera el infernal calor ha servido para quitarle el veto a Juantxo López de Uralde y sacar pecho de la Ley de Cambio Climático.

La incomprensible campaña de Sumar ha sido resumida en redes por el periodista nada sospechoso de podemismo Javier Gallego. La candidata desaparece, reaparece con propuestas difíciles de explicar que se abandonan enseguida, se nombran a candidatos que dividen todavía más y la pluralidad de los 16 partidos se difumina y parece que sólo está ella. Y Más Madrid. Unos movimientos difíciles de entender si, como ha defendido el periodista Fernando Garea, el fin de Sumar no era otro ahora que pulverizar a Podemos. Se han tomado decisiones demasiado torpes si no había un propósito concreto y el resto se iba improvisando. Incluso la fricción con Podemos para aparcar la cuestión republicana se plasmó en un episodio tan feo como expulsar de un mitin de Sumar a una persona con la bandera tricolor en Valencia el 8 de julio.

El espectáculo de invisibilizar a la ministra Irene Montero está siendo surrealista. La cobardía se escenificó en el debate a siete del pasado 13 de junio, en el que mientras Gabriel Rufián defendía abiertamente la gestión de la ministra de Igualdad, la candidata de Sumar balbuceaba un lacónico “yo también” sin levantar apenas la mirada de sus papeles. La consigna del olvido parece clara tanto para cargos orgánicos como María Eugenia Rodríguez, coordinadora de programa, o Elizabeth Duval, precisamente portavoz de feminismo, como para cargos en los territorios de Podemos. Al concejal de Alcorcón Jesús Santos Gimeno se le olvidó este mes en la visita a las obras del CREAA, el mayor centro de España para la prevención de la violencia de género, el impulso de la Ministra al proyecto. Un feminismo para no enfadar a los amigos de Pedro Sánchez con masculinidades frágiles que prescinde de sus referentes feministas. 

Los silencios atronadores han quedado retratados frente al tsunami político de la izquierda en esta campaña. Zapatero ha recobrado sus poderes de ZP y puede callar las manipulaciones en directo de Ferreras, defender su gestión frente a terrorismo en territorio ultra o aparecer en un acto público junto a la innombrable Montero alabando su gestión. Ha demostrado que existe la lealtad en la política que se niega en la propia trinchera. Quizá buscando arañar voto, quizá por cómo sufrió acoso y derribo su Ministra de Igualdad o tal vez por mera decencia. La sucia metáfora del fusible fundido corrió en los paladines yolandistas, Maestre y Vallín, justo después del cataclismo de Podemos en las elecciones autonómicas y municipales. Garzón daba un teórico paso al lado, Baldoví señalaba la puerta a Podemos y Santiago Alba Rico, el gurú de Más Madrid, escribía en contra de la unidad de la izquierda, profiriendo sandeces como que Podemos era culpable del crecimiento de Vox, mientras era retuiteado masivamente por cargos de Más Madrid. Un artículo publicado exactamente el mismo día y titulado exactamente igual que el del sincretista y difusor de bulos Juan Soto Ivars. Ahí todavía no importaba el miedo a la extrema derecha, sólo la destrucción de Podemos. 

Con el terreno allanado, faltaba rematar al partido morado en las negociaciones. Si el ambiente no estaba lo suficientemente enrarecido, los mayores diarios digitales de la izquierda, eldiario.es y Público, entraron en la negociación publicando noticias falsas. eldiario.es publicó la dimisión de la dirección de Castilla-La Mancha, cuando había pasado hacía meses. Público se centró en la desmentida alianza fantasma entre Podemos-ERC entre duros editoriales de su directiva Ana Pardo de Vera. A contrarreloj, la militancia de Podemos dio una lección de responsabilidad votando por hacer lo posible por entrar en Sumar sin ser consciente de los vetos que se estaban urdiendo. El mensaje lo explicaba muy sencillamente Kike García de El Mundo Today. “¿Sabes los fascistas que iban a insultar a Irene Montero desde la calle? Han ganado”. Sumar les había dejado ganar. Y en Jara y Sedal que se felicitaban de que saliera del tablero político Juantxo López de Uralde.

El paradigma ahora entre politólogos y analistas explica que la gestión no gana las elecciones, que es la ilusión. Sumar mató la ilusión el primer minuto de partido a base de vetos. Que periodistas ultras como Cristian Campos, Álvaro Carvajal o el propio Inda, agradecieran a Díaz acabar políticamente con Irene Montero puede ser un sapo demasiado grande para la militancia de Podemos. El acto fundacional de Sumar en Magariños anticipó lo que sucedería después. Una toma de poder simbólica en la izquierda sin parangón desde Felipe González en Suresnes en 1974. En Suresnes, por lo menos, se votó. Felipe González fue apoyado por la fontanería del estado, la misma que lleva años dinamitando a Podemos, y su objetivo era tomar el poder para reinventar y domesticar al PSOE para adecuarlo a la rueda del sistema. A Sumar le han bastado los medios de comunicación.  Yolanda Díaz parece pretender extirpar de la izquierda a la izquierda del PSOE el ruido que molesta a ese sistema. El “marxismo o yo” de Felipe ha tornado en un “Podemos o yo” para dinamitar al partido morado y la democracia interna.

Las cartas ya están encima de la mesa. Yolanda Díaz tenía la facultad y la responsabilidad de unir, pero no lo ha considerado oportuno. No era su prioridad. Por otro lado, tenemos la amenaza cierta de un PP desencadenado, sembrando dudas en el propio proceso electoral, con un socio preferente de extrema derecha. La decisión es muy dura, sobre todo para un colectivo de personas que se creyó lo de gente normal haciendo política y se significó. A las personas implicadas en el proyecto en mayor o menor medida, con las ilusiones por el cambio devastadas de nuevo, no se les puede exigir el voto, se les tiene que rogar. Las circunstancias obligan a un voto en defensa propia. Con la nariz tapada, con crítica, con memoria, pero votando a Sumar porque no queda otra opción ahora para defender los derechos logrados por Unidas Podemos. El domingo toca votar a Sumar sin ilusión, pero con más responsabilidad de la que han tenido los liderazgos mediáticos. Después tocará reconstruir un partido y luchar por un frente amplio con democracia interna y sin vetos a la gente que haya aguantado la trituradora política.

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