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Bueno… ya está bien. Dejen ya las manos quietas. Dejen de embarrar, de ensuciar, de emponzoñar con malas artes todo lo que tocan, dicen o piensan. La ciudadanía está harta de estos espectáculos aberrantes. De luchas fratricidas, de intereses ocultos e inconfesables, de puertas giratorias, de bolsillos de doble fondo, de amiguismos y enchufismos, de votos comprados, de caciques territoriales… estamos hartos de esta forma de hacer política.

Fíjense cuál es el grado de hartazgo que a cada nueva convocatoria de elecciones ustedes se van desangrando en votos y escaños allá donde vayan. Que no es plato de gusto ver a todo un histórico como el Partido Socialista devorado por una jauría de lobos desde sus propias entrañas. Contemplar la caída del gigante a cámara lenta, tratando de asirse a cualquier diminuto saliente que impida el derrumbe, es poco menos que lastimoso. España ha decidido en buena medida que ya no monopolizan el voto de la izquierda, y ha preferido emprender un camino hacia un reformismo en el que el partido de “la mano y la rosa” parece no tener cabida, por su inmovilismo reciente.

Ahora, claro está, se cosechan las malas siembras. Y no hay vuelta atrás para un desplome al que no se le intuye límite, y que puede acabar por (quién sabe) una disolución, ahora impensable, al más puro estilo UCD en los años 80. El problema no son las personas que lo dirigen, sino las políticas y sobre todo, las sensibilidades. El pueblo ha dejado de creer que el PSOE represente una izquierda, ni tan siquiera moderada. Y esto no lo remedia ni Susana Díaz, ni Madina, ni Cristo hecho carne. Para que el PSOE vuelva a ilusionar a su electorado perdido hace falta “resetear”, reinventarse y escuchar el sonido de la calle. Ese que tan bien han sabido interpretar los partidos llamados “emergentes”.

Mientras no sean conscientes de que el enfermo está muy malito e igual no sale de la UCI, este vodevil promete degenerar semana tras semana en un esperpento de padre y muy señor mío; un astracán a lo Muñoz Seca que nos desternille de la risa pero también nos haga sentir vergüenza ajena. Por favor… dejen la pelotita quieta. Por el bien de todos. Por los que alguna vez sentimos cierta afinidad o simpatía por sus siglas. Salgan de ese círculo vicioso, de esa guerra civil, y remánguense. Pónganse las pilas y trabajen. El resto de la izquierda española, les sigue esperando… y añorando.

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