Escaparates

Los deslumbrantes escaparates significaban para nosotros la ventana de esperanza en el futuro. Hacia un mundo y una vida mejor

Nicolás Puerto Barrios

Escritor y periodista. Primer Premio Nacional de Prensa (a instancias de la ONU y la UIT) en 1983.

Escaparate de la tienda situada en el centro de Cádiz.
Escaparate de la tienda situada en el centro de Cádiz. MANU GARCÍA

De pequeño recuerdo que me gustaba mucho mirar los escaparates. Me quedaba absorto ante los juguetes, tebeos, chucherías o maniquíes que mostraban niños y niñas vestidos con abigarrados jerséis, abriguillos de moda y brillantes zapatos de charol. Sobre todo en la fría temporada navideña, los niños acompañando a nuestras madres a la compra en la Plaza, o con nuestros amiguillos de clase, íbamos a elegir los regalos que pediríamos a los Reyes Magos, con los que soñábamos cada noche.

Al salir del colegio de la calle La Palma, nos desplazábamos a la Corredera a dejar las carteras en la pensión y casa de comidas La Andaluza, que regentaba la tía Araceli, prima-hermana de mi padre. Recorríamos las tiendas de la plaza y la de la Almagra o las calles del Poyo y Almonas. Recuerdo especialmente la confitería California, La Sultana, Alejandrito, la librería de antiguo de Pepe, Casa Venancio y la mercería de Izquierdo. A veces después de ver los grandes escaparates de Casa Mancha, al final de los soportales, pasábamos a través del Arco Alto y alcanzábamos por la Espartería hasta la ferretería La Llave, dejándonos atrás Ultramarinos Luque, con sus redondas cajas de plateadas sardinas arenques puestas en la puerta, y pasando a ver la exposición de juguetes de El Pensamiento. 

En la mayoría de sus escaparates y vitrinas, decorados especialmente para las fiestas, las guirnaldas, cadenetas de colores metalizados y lucecitas intermitentes, junto a los vistosos mantecados y alfajores y los dulces de merengue o los olores a cacahuetes recién tostados y a garrapiñadas, nos imbuían en ese mundo de ilusión que iban conformando nuestra personalidad. No importaba que al final no se cumplieran todos nuestros deseos, y malviviéramos en una o dos habitaciones de las casas de vecinos. Los deslumbrantes escaparates significaban para nosotros la ventana de esperanza en el futuro. Hacia un mundo y una vida mejor.  

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