Ángeles Santos

Después del olvido pudo llegar a saborear el reconocimiento con sus obras expuestas en el Museo Reina Sofía de Madrid

Ángeles Santos junto a su autorretrato.
Ángeles Santos junto a su autorretrato.

Ángeles Santos (1911-2013). Nace un 7 de noviembre en Portbou (Gerona). Fue una pintora surrealista y artista gráfica de la Generación del 27. 

Sus inicios con los pinceles fueron desde pequeña, ya que con tan solo 14 años dibujaba y pintaba con destreza durante su primera etapa escolar en Sevilla. Su padre, como empleado de Aduanas, cambiaba a menudo de destino. Más tarde fueron a parar a Valladolid, ciudad de gran movimiento cultural por aquella época, donde recibió clases del pintor italiano Cellino Perotti. Más tarde su padre la apuntaría en la escuela que dirigía el pintor inglés Cristóbal Hall. 

Pronto captó el ambiente cultural de la ciudad castellana de influencias vanguardistas. Santos destacaba por su imaginación desbordante e inquieta que plasmaba en sus obras, sus primeras pinturas la llevan hacia un realismo como se puede apreciar en sus lienzos Retrato de la marquesa de Alquibla y Autoretrato. Gustaron tanto a los entendidos que ambas fueron expuestas en el Ateneo de Valladolid junto a su obra expresionista Tres cabezas de mujer.  

Con apenas 18 años participa en el Salón de Otoño que tenía lugar en el Palacio de Exposiciones del Retiro de Madrid. Para la exposición llevó la obra Un mundo, lienzo de 100x100 inspirado en unos versos de Juan Ramón Jiménez. Este lienzo la acompañó días y noches en su habitación, pues lo colocó frente a su cama para poder pintar sin parar. 

Un mundo, su obra más emblemática que se encuentra en el  Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, fue todo un acontecimiento artístico. 

Causó un gran interés y sensación entre los críticos de arte, así como en las élites culturales del país que al verlo quisieron conocer a la autora, Jorge Guillén, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca. Desde ese momento comenzó una estrecha y duradera relación en la amistad y lo artístico con estos ilustres del pensamiento.

Algunos de ellos iban visitarla a su casa de Valladolid para ver sus obras e intercambiar ideas. Después de admirar su obra Ramón Gómez de la Serna, con quien mantuvo una larga relación epistolar, le dedicó un artículo, En el Salón de Otoño, donde escribía: "Ángeles Santos, que aparece como Santa Teresa de la pintura, oyendo palomas y estrellas que le dictan el tacto que han de tener sus pinceles".

Conquistó Madrid, y a la crítica con su pintura metafísica y surrealista en la primera parte de su vida. Ángeles Santos se sentía moderna y rebelde, pero vivía en un ambiente provinciano, algo que no ayudaba a su carácter inquieto y soñador. 

Como dice Eva Fontanals, "su arte fue un don y también una condena. Desafió convencionalismos de su época y pagó por eso un alto precio".

Corría el año 1931 cuando inauguró en París una exposición individual, otro gran acontecimiento artístico para la joven pintora surrealista española. En los años siguientes participó en muestras organizadas por la Sociedad de Artistas Ibéricos en San Sebastián y Copenhague.

Sus obras atravesaron el Atlántico al ser invitada a participar en el Carnegie Institute de Pittsburg ( EEUU). Pero un día deja de pintar. Se escapa de casa y vaga sola por las calles. Esto unido a su carácter rebelde e inconformista son suficientes datos para que su padre decida ingresarla en un sanatorio psiquiátrico. Al enterarse de estos hechos, Ramón Gómez de la Serna publica unos artículos denunciándolo. Un sentimiento de sincera amistad y un amor puro hacia la pintora lo describe así el escritor: "Ella se quedó en Valladolid, sojuzgada a la ley común de las menores, tan estrecha y tan injusta para ella bajo unas estrellas provincianas que eran como guijos que hacían daño a su carne y a su espíritu sobrehumano".

Al salir del psiquiátrico Ángeles Santos ya no es la misma. Posiblemente un proceso depresivo la llevó a cambiar su perspectiva pictórica de forma radicalmente distinta a su etapa llena de sombras oscuras y tenebrosas y hasta un tanto inquietantes, pero todas ellas de gran calidad en sus composiciones y trazos como lo ratificaban las numerosas exposiciones e invitaciones a muestras tanto en España como en el extranjero.

Por el año 1935 se traslada a Barcelona con su familia. Conoce al también pintor Emili Grau Sala, que la hace su musa enamorándose de ella. Más tarde se casarían y con el estallido de la Guerra civil, él convencido republicano, tiene que salir fuera de España y huye a París. Ángeles Santos se marcha con él, pero pasado un tiempo vuelve con su familia y tiene a su único hijo. 

Después de 20 años retomó la relación con su marido y Ángeles como el ave fénix renació. Volvió a pintar pero con estilo y técnicas radicalmente distintas. Muy lejos quedaron aquellas composiciones llenas de sombras y algo tenebrosas. Quizás fueron años demasiado intensos para una jovencita con lo que después de tantas experiencias vividas su visión cambia.  

Corrían el año 1967 cuando aparece de nuevo en el Salón femenino. Los pinceles comienzan a trazar bodegones, flores, paisajes. Sus mezclas en la paleta  llevan colores suaves, alegres y luminosos. Vuelven las exposiciones con sus nuevas obras. Se hacen retrospectivas con aquellas emblemáticas. En 2004 recibe la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes y al año siguiente, la Cruz de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña.  

Los últimos años los pasó junto a su hijo Julián Grau Santos con el que pintaba a menudo en el jardín de su casa de Madrid. Ángeles Santos fue una adelantada a su tiempo, tanto en su actitud como en su estilo pictórico. Murió a punto de cumplir los 102 años. Toda una superviviente que llegó a conocer y vivir la República, la guerra civil, la dictadura, la transición y posterior democracia. 

Después del olvido pudo llegar a saborear el reconocimiento con sus obras expuestas en el Museo Reina Sofía de Madrid.

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