Test de covid, en una imagen de archivo. Autor: Libor Šuhajda
Test de covid, en una imagen de archivo. Autor: Libor Šuhajda

A nivel mundial este año 2020 será recordado por una serie de expresiones y palabras que permanecerán en la memoria colectiva: pandemia, COVID-19, mascarillas, confinamiento, Trump, Brexit, etc. Parece ya muy lejano hace doce meses cuando buena parte de nosotros y nosotras planeábamos un año 2020 con perspectivas económicas y sociales diferentes y apenas incertidumbres en el horizonte. Ya quedan muy pocos días para finalizar este año, que parece haber pasado realmente rápido, por lo que merece la pena hacer un breve repaso, si acaso selectivo, a los retos que nos espera a nivel internacional en 2021.

En primer lugar, las perspectivas de una vacuna – o varias – realmente eficaz ante la COVID-19, parecen estar a la vuelta de la esquina. Son ya muchos los laboratorios que las han lanzado y la Agencia Europea del Medicamento tiene previsto aprobar algunas de ellas en los próximos días. Como siempre, el mundo anglosajón – británicos y estadounidenses – van por libre….El reciente surgimiento de una nueva cepa, parece ser más contagiosa pero no más letal, vuelve a provocar el miedo en las administraciones, y ello se traslada a la propia población. No parece que las medidas de transparencia e información real, efectiva y completa, hayan llegado adecuadamente a los ciudadanos. Mucho me temo que, al menos, mascarilla, nos queda para rato. Y no hablemos de la distribución de la vacuna a nivel mundial, donde volveremos a ser testigos de la ya triste clasificación entre Primer, Tercer e incluso Cuarto Mundo….Por cierto, el Segundo Mundo, que ya nadie lo cita, era históricamente el conjunto de Estados del bloque oriental durante la época de la Guerra Fría, y liderados por la Unión Soviética. Así que la clasificación, que quede claro, es invención occidental.

En segundo lugar, las nuevas perspectivas políticas a nivel mundial, centradas en la presidencia de Joe Binden en Estados Unidos y el regreso de Reino Unido como potencia individual – si alguna vez había dejado de serlo – al tablero internacional y fuera de la UE. La nueva presidencia estadounidense parece apostar por la vuelta a la cordura y el multilateralismo, el refuerzo de la OTAN y unas mejores relaciones con la UE. Esto último puede además tener importantes efectos positivos en las empresas españolas que tienen en el mercado americano una buena cuota de negocios. Recuerden los continuos aranceles impuestos por la administración de Donald Trump a productos españoles. Por otra parte, las relaciones con China, en el contexto comercial esencialmente, y el programa nuclear iraní pueden verse descongestionados. Al menos, eso parece. Otra cuestión bien distinta será la nueva posición de Reino Unido, tras el esperado anuncio de un acuerdo – aún técnico – el 24 de diciembre y que regulará las relaciones futuras con la UE. Aún a falta de conocer los detalles de al parecer más de dos mil páginas que tiene el acuerdo y los posibles retoques durante el periodo de ratificación, considero que será imprescindible tejer una importante red de mutua confianza y acción compartida en la escena internacional entre todos los países europeos, incluido Reino Unido. Y es que Europa, en su conjunto, debe aparecer como un interlocutor unitario frente a las cuestiones internacionales de mayor relieve.

En tercer lugar, la supuesta vuelta a una cierta normalidad internacional tras la llegada de la divina vacuna, podría ser una estocada parcial a los nacionalismos surgidos en los últimos años. Se ha visto con claridad cómo las políticas de prevención de Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil, han sido realmente desastrosas. La acción conjunta y coordinada de la Comunidad Internacional en un mundo post-COVID debería ser un aliciente a fin de alejar estos nacionalismos vetustos del actual panorama. La educación y transparencia informativa igualmente deben jugar un importante rol para alcanzar esta finalidad si realmente queremos un mundo mejor.

En cuarto lugar, el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el marco de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. El claro apoyo por la reducción de Gases de Efecto Invernadero o medidas de política nacional como el favorecimiento de los vehículos eléctricos (acompañado claramente por la necesidad de multiplicar exponencialmente los puntos de recarga), parece ser una clara apuesta por medidas con repercusión inmediata en la vida cotidiana. En cualquier caso, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, hasta 17, son muy pero que muy a largo plazo, desgraciadamente. Quién sabe si la pandemia durante el 2020 podrá cambiar la mentalidad de los Gobiernos para, de una vez por todas, comenzar a apostar por una comunidad más solidaria capaz de adoptar medidas eficaces contra, entre otros, la pobreza y el hambre, las desigualdades o la conservación y uso de forma sostenible de los océanos, mares y recursos. No sería un mal regalo de Navidad ¿verdad?

En quinto lugar, las actuales amenazas a la seguridad. Nos referimos a las tres más repetidas en los últimos años: terrorismo en todas sus vertientes, criminalidad organizada responsable de todo tipo de tráficos ilícitos (personas, inmigrantes, drogas, armas,…) y, finalmente, la ciberdelincuencia. Se teme que esta última sufra un incremento exponencial en paralelo al rapidísimo avance tecnológico, y además, con claras conexiones, cada vez más patentes, con las otras dos amenazas. En nuestro contexto jurídico, Naciones Unidas y la Unión Europea deberían saber aprovechar el contexto histórico para reformar los mecanismos de protección y lucha contra estas amenazas, actuando de una vez por todas con más coordinación y adoptando un enfoque integral más eficaz.

En sexto lugar, finalmente, las denominadas “Guerras Olvidadas”: Iraq, Siria, Sudán del Sur, Somalia, Afganistán…que mucho me temo seguirán con dicha apelación…olvidadas. Siguen careciendo de cualquier interés económico para las grandes potencias, y sin cobertura mediática no tienen visualización más allá de sus propias fronteras. Aquí son realmente las ONGs principalmente las únicas que lanzan llamadas de aviso y socorro a nuestra sociedad, recordándonos que en otras partes del mundo siguen habiendo conflictos armados y que no deberíamos mirar para otro lado.

Existen por supuesto muchos más retos para el 2021, algunos de ellos que ni siquiera los tenemos en mente a día de hoy – recuerden el COVID-19 hace un año -. La comunidad internacional tiene todavía mucho por hacer, y actuando de forma conjunta es la única forma de alcanzar un mundo más estable, seguro y digno.

…Ah, por cierto, y no se olviden del Sáhara…

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