Autobús de donación de sangre.
Autobús de donación de sangre.

Cuando hablamos de la donación altruista de sangre estamos hablando, sin duda, de un gesto solidario donde los haya, por la importancia crucial que tiene el hecho y las consecuencias que se derivan de ello; que se resumen en la salvación de muchas vidas que se encuentran en peligro, mismo al borde la muerte, por causa de algún accidente o de distintas enfermedades. Pues sabemos que, para hacer frente a la numerosa demanda derivada de estas causas, la terapia más recomendable y eficaz es la aplicación de sangre sin pérdida de tiempo. De ahí que insistamos, una y otra vez, en la imperiosa necesidad de materializar este gesto de solidaridad cuantas veces sean necesarias. Que no es un llamamiento baldío, porque es notorio que todavía hay un gran número de personas que no tienen una idea clara de lo que representa y conlleva el acto de donar sangre.

Siempre lo he dicho y lo repito. Para mentalizarnos acerca de la donación de sangre, es preciso que se llevara dicho conocimiento a los primeros años de la enseñanza. De esta manera, cualquier ciudadano estaría perfectamente preparado y predispuesto en todo momento a dar su sangre, dando respuesta de este modo al sentimiento de responsabilidad que desde pequeño se le supo despertar en su conciencia. En otros países de Europa, como Francia, Alemania e Inglaterra, millones de personas son donantes de sangre. Y lo llamativo del caso es que la donan con habitualidad y sin darle la más mínima importancia al gesto de donar. Lo que se debe, con toda seguridad, a un magnífico y laborioso proceso educativo iniciado desde los primeros años y acompañado de un amplio plan de información permanentemente estable. Está claro que si estuviéramos más y mejor concienciados al respecto el número de donantes iría en progresivo aumento, y los Bancos de sangre no encontrarían obstáculo ninguno a la hora de poder ejercer sus funciones con sobrada garantía.

Resulta difícil concebir, que una persona que esté normalmente constituida y que tenga un claro sentido de sus responsabilidades como integrante de la sociedad a la que pertenece, pueda negarse a donar su sangre cuando alguien se la viene pidiendo en circunstancias muy especiales. Así pues, no debe extrañar la llamada, a veces desesperada, de los Centros de Transfusión Sanguínea poniendo en alerta a la población por el descenso de la donación en general, sobre todo en época de vacaciones. La llamada de estos centros es, precisamente, la llamada de los muchos enfermos y accidentados que necesitan sangre para restablecer sus vidas que se encuentran en una situación de peligro. Pues los mayores propagadores de la bondad y efectividad que supone la transfusión sanguínea deben ser los propios receptores de la misma, al mismo tiempo que sus familiares; ya que, tanto unos como otros, han tenido y tienen la ocasión de poder comprobar por sí mismos cómo el enfermo o el accidentado se recupera, se cura y se salva gracias a la sangre que en su día le fue transfundida.

Yo creo que el temor que se tiene a veces a dar sangre es un temor más que infundado. Y que no existe ningún motivo que, a priori, lo justifique. Por el contrario, el hecho de ofrecerse a los demás con generosidad, colaborando en una obra de carácter tan humano como es la que desarrollan los Centros de Transfusión Sanguínea, debería influir favorablemente en el futuro donante haciéndole desechar cualquier idea de temor que pudiera albergar; puesto que su acto, sin ningún género de dudas, sería un auténtico gesto solidario.

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