La ganadería extensiva no aguanta tanta pasividad

Nuestro país ha desarrollado a lo largo de siglos una ganadería extensiva que ha sido un modelo ejemplar para todo el mundo

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Francisco Casero Rodríguez es presidente de Fundación Savia por el Compromiso y los Valores.  

Ganadería extensiva, en una imagen de archivo.
Ganadería extensiva, en una imagen de archivo.

El ministro Luis Planas se ha manifestado recientemente con declaraciones en las que rechaza aplicar las normas europeas de emisiones industriales a granjas con más de 150 UGM, y en las que dice textualmente: "No es lo mismo la ganadería intensiva que la extensiva y, evidentemente, la extensiva tiene efectos medioambientales tremendamente positivos", y nosotros nos preguntamos: ¿Quién les paga a los ganaderos extensivos esos servicios medioambientales tremendamente positivos?

La Ganadería Extensiva, y la crítica situación económica que atraviesa en España es uno de los temas que más preocupa a la Fundación Savia, como queda acreditado en sus frecuentes escritos a las Administraciones (autonómica, nacional y europea). Siempre hemos considerado que la ganadería extensiva española es la forma más racional, noble y adecuada de hacer uso del ganado de abasto en nuestro país, pues se hace con animales integrados en el campo, formando parte de ecosistemas, en los que aprovechan racionalmente los recursos vegetales existentes, transformándolos en alimentos para la población, de alto valor nutritivo y gran calidad gastronómica, pero sobre todo porque además produce para el conjunto de la sociedad una serie de extraordinarios y abundantes servicios ecosistémicos (Bienes Públicos) que se manifiestan en forma de paisajes, biodiversidad, bienestar animal, equilibrio sanitario y ecológico, agua y aire limpio, y por su contribución a la amortiguación del cambio climático, a la prevención del fuego, a la erosión del suelo, así como a fijar la población al medio.

Precisamente estos servicios medioambientales (ecosistémicos), que son inherentes al pastoreo, dice la FAO (Steinfeld et al, 2006) que son los que tienen mayor valor económico, pues la producción ganadera pasa a ser secundaria. Sin embargo, es llamativo que en España se venga ignorando o ninguneando de forma sistemática, el valor económico que tiene la prestación de esos servicios climáticos y medioambientales a la sociedad, con lo que se está provocando que los ganaderos de extensivo se vean obligados a intentar hacer rentables sus explotaciones basándose fundamentalmente en la venta de los productos animales producidos, lo que es imposible de conseguir en un mercado que, en lugar de estar diferenciado, está plagado de competencia desleal, dominado por una abundante presencia de productos procedentes de ganaderías intensivas, que además de estar integradas en las contaminantes industrias cárnicas de nuestro país (generan 26,5 kilos de emisiones de CO2eq por cada kilo de carne producido, según NRDC),que por si fuese poco, están favorecidas por una PAC (Política Agraria Común) que sin embargo es muy injusta con los ganaderos de extensivo (que actúan de sumideros de carbono) a la hora de repartir las Ayudas a la Renta (Pago Básico) que llegan desde Bruselas, precisamente con la intención de evitar el cierre de estas miles de fincas ganaderas (no vienen para seguir sembrando tabaco).

Mientras que la Administración española no asuma que la Ganadería Extensiva, los Pastos y la Dehesa constituyen un trípode básico y fundamental para alcanzar los objetivos climáticos y medioambientales del Acuerdo de París (2015) y del PACTO VERDE EUROPEO (2019), y admita que solo una aplicación mucho más justa de la PAC (igualando en el Pago Básico a pastos y cultivos, como hacen en toda Europa) sería la salvación de la ganadería extensiva, el sector irá desapareciendo poco a poco absorbido desgraciadamente por un mercado estandarizado, muy agresivo, en el que solo sobreviven económicamente las explotaciones más competitivas (intensivas e integradas por la industria), aunque se sepa que arrastran la gran problemática que en el día de hoy afecta al sector cárnico español (alta vulnerabilidad en un mercado globalizado, potente capacidad de contaminación y gran dificultad para respetar el bienestar animal, pero sobre todo por el gran dispendio de energía que se produce en el proceso de transformación de pienso en carne (muy poco eficiente en calorías, siempre), lo que pone en grave riesgo su sostenibilidad con vistas al futuro.

Desde la Fundación Savia pedimos a la Administración que debe DIFERENCIAR YA Y CON URGENCIA, la Ganadería Intensiva o industrializada de la Ganadería Extensiva. Son dos formas de producir y manejar el ganado que no tienen nada que ver ni conceptual ni medioambientalmente. La Intensiva contamina mucho (emite 6,09 kilos de CO2eq por kilo de carne producido en cebadero) y la Extensiva es un gran sumidero de carbono (absorbe 9,68 kilos de CO2eq por kilo de carne producido en pastoreo) según Stanley y col.(2018).

En la Ganadería Intensiva o Industrial, el animal encerrado en pequeños espacios, y comiendo gran cantidad de pienso, es manejado como parte integrante de la cadena productiva (un eslabón más), que tiene que jugar el papel que se le asigna para alcanzar el objetivo de máxima competitividad en el proceso industrial. Por tanto, los objetivos económicos de la “máquina productiva animal” priman sobre los objetivos ecológicos y medioambientales que demanda la legislación europea y la sociedad actual, y que exige el Pacto Verde Europeo y la nueva PAC. Su sostenibilidad a medio y largo plazo está siendo cada vez más cuestionada, pues aparte de contaminar y competir industrialmente por el alimento (concentrados) con las personas, su viabilidad económica está sometida a una alta vulnerabilidad en el mercado globalizado, debido a su gran dependencia del exterior (importación de piensos y exportación de productos cárnicos).

En la Ganadería Extensiva, por el contrario, el animal juega un doble papel social, mucho más noble y digno de alabanza. En el proceso productivo, durante su ciclo vital, ocupa amplios lugares en el campo, con un alto grado de libertad y consumiendo pastos. Su función no es solo producir carne, leche o lana de una extraordinaria calidad diferenciada (que es su papel secundario), sino que actúa como un elemento fundamental en la construcción, mantenimiento y conservación de ecosistemas ("Herramientas de Conservación") produciendo una serie de servicios ecosistémicos para toda la sociedad (Bienes Públicos), a los que al principio hemos hecho referencia. Su sostenibilidad a largo plazo (ancestralmente contrastada) está garantizada porque se sustenta en los tres pilares básicos que demandan actualmente los ciudadanos europeos para mejorar su calidad de vida: a) conservación medioambiental, b) respeto al bienestar de los animales, y c) seguridad alimentaria. Actuando además como sumideros de carbono y aportando carnes que proceden de pastos y residuos vegetales, y sirven para complementar la alimentación de los humanos; en lugar de convertirse en un competidor suyo por el consumo de concentrados (cereales y leguminosas).

En este contexto, Sr. Ministro, no se puede olvidar que, en España, debido a sus características edafoclimáticas, solo el 35% del territorio nacional está dedicado a tierras de cultivo, mientras que alrededor del 40% del mismo está dedicado a pastos permanentes, según el Servicio de Información Geográfica (SIGPAC, 2018). Por eso, nuestro país ha desarrollado a lo largo de siglos una ganadería extensiva que ha sido un modelo ejemplar para todo el mundo (180 razas autóctonas, brillantemente manejadas en más de 20 millones de hectáreas), consiguiéndose un modélico equilibrio territorial, cultural y medioambiental. Cultura ancestral ganadera que fue durante 600 años (siglos XIII-XVIII) el principal soporte económico del Reino de España (en aportación de divisas). Sobresaliendo la Mesta como ejemplo mundial de Organización y Planificación para el aprovechamiento racional de los pastos a través de su extensa Red de Cañadas, Cordeles y Veredas (alrededor de 125.000 km).

Esa Riqueza Verde Española (patrimonio cultural) sigue ahí presente, abandonada y esperando ser recuperada con los nuevos conocimientos adquiridos. Mientras tanto, todos los años nos avisa de su existencia y olvido con aparatosos incendios (cerca de 310.000 hectáreas quemadas en 2022), que conllevan importantes pérdidas en vidas, sentimientos y riqueza.

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