Pasear por las calles es como leer un libro: permite conocerse a sí mismo, pero también, por la manera en que podemos movernos a pie por la ciudad, podemos conocer los pensamientos de nuestros gobernantes municipales.
Un peatón no es alguien que va a pie, pese a lo que indica el nombre, sino alguien que no va en coche. El matiz es importante: por eso no llamamos peatón a quien camina por un bosque o por la orilla de la playa. El peatón es un espécimen de un espacio urbano proyectado y construido fundamentalmente para la circulación de vehículos automóviles. Dicho de otro modo: un peatón es un coche otramente. Y así, una calle peatonal es una vía pública por donde no circulan coches, o más bien por donde éstos circulan de otra manera.
La peatonalización de la plaza de las Angustias es un tema mayor hoy en Jerez y una importante cuestión global en los proyectos contemporáneos de transformación de los espacios urbanos. Aunque el fenómeno no es nuevo, se presenta actualmente desde una perspectiva diferente, como un motor de desarrollo económico sostenible, fundamentado en los beneficios que aporta el caminar por las calles.
En efecto, el desplazamiento a pie transforma los lugares de tránsito rápido en espacios placenteros de ritmo lento donde es posible detenerse a mirar los escaparates y consumir, de camino, no sólo productos comerciales sino también cultura local.
Al marchar, lugareños y turistas, liberados de la carcasa del coche, se construyen un mapa mental de la ciudad a partir de los puntos de referencia que les atraen: ese monumento, aquella terraza, esta tienda y sus dependientes, aquí un árbol enorme y una fuente, al fondo una librería...
El mapa mental de la ciudad es importante para que el peatón se identifique con la urbe y recuerde bien los lugares adonde desea volver. Pasear por las calles es como leer un libro: permite conocerse a sí mismo, pero también, por la manera en que podemos movernos a pie por la ciudad, podemos conocer los pensamientos de nuestros gobernantes municipales.
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