Gente franca, en general

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Cabreo de Hernández, en el Parlamento andaluz, en una imagen reciente.
Cabreo de Hernández, en el Parlamento andaluz, en una imagen reciente.

Cuando ayer todos los telediarios nacionales nos traían las imágenes del parlamento andaluz, a más de uno le debió coger por sorpresa la estampa. No fue mi caso. Fue durante la última sesión de control al Ejecutivo andaluz; entonces se produjo el enfrentamiento entre los figurones Juanma Moreno y Susana Díaz. Cuando la lideresa de los socialistas sureños recriminó a Moreno Bonilla su pacto de estado con los voxeros todo saltó por los aires. El portavoz del partido aludido, Alejandro Hernández, sacó la bestia que todos —pero unos más que otros— llevamos dentro. La antesala del clímax fue la crítica de los populares al PSOE por recurrir a los escaños de Bildu para amarrar los tan traídos y llevados presupuestos generales del Estado. El caso es que la Díaz tildó a los ultraderechistas de nostálgicos del régimen y todo empezó a ponerse caliente: “Sánchez no ha pactado con Otegui, pero Moreno sí se ha abrazado a los herederos del franquismo en Andalucía”. Ese fue el momento de no retorno.

Hernández comenzó a hacer aspavientos y a increpar a la socialista gritando desatado y espetando que no lo ningunearan. Como la presidenta de la cámara no le daba la palabra —pues seguía la Díaz en el uso de su turno—, el portavox tuvo a bien arrear un manotazo al micrófono y largarse del hemiciclo con viento fresco, eso sí, tras lanzar algún que otro berrido y algún que otro exabrupto. Más concretamente, apeló a una suerte de musicalidad retórica que no se practicaba desde los endecasílabos gongorinos: “A la porra, coño, a tomar por culo, hombre”. Ante tamaña excelencia en el discurso político, poco se puede añadir.

Cuando ayer nos tragábamos la estampa en la tele mientras engullíamos el potaje, algunos no nos sentimos sorprendidos. A mí, sinceramente, lo que ocurrió ayer en el parlamento de Andalucía, lejos de parecerme extraño ni exótico, se me antoja lo más normal del mundo. Si se dota de poder a través de las urnas a gente de tal capacidad de oratoria y contención, no debería extrañar a nadie que pasen estas cosas. De aquellos polvos… ya se sabe. No debería sorprender que tal calibre de intelecto juguetón tenga a bien desatar su verbo incontestable a la primera de cambio. Se nota que se ha leído a fondo la Política de Aristóteles y El Príncipe de Maquiavelo. Yo percibo las alusiones veladas y el discurso de altura. Ese “a tomar por culo, hombre” encierra mucho más de lo que parece a simple vista.

Encierra noches y noches de lecturas sesudas, cursos y seminarios varios de gestión de la comunicación política, uno o dos másteres de asuntos públicos en la John Hopkins, un doctorado politicien en la Sorbona por lo menos, un par de conferencias en la George Town sobre historia de las democracias europeas contemporáneas. Y eso tirando por lo bajo, porque la gente honesta es así, gente que va de frente, gente de la calle, que no tiene miedo a llamar a las cosas por su nombre, gente que no necesita preparar sus intervenciones porque tiene la verdad —que es una, grande y libre— siempre de su lado y siempre por delante. Gente votada y rebotada. Gente franca, en general. Hoy es 20 de noviembre.

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