El ataque de risa en el Parlamento andaluz de 1994 que unió a PP, PSOE e IU: "Si su señoría se considera indispuesta..."

Diego Valderas presidía la sesión en los llamados 'años de la pinza', y tras ocho horas de una sesión sobre presupuestos, la socialista Chiqui Gutiérrez del Álamo y el popular Juan Santaella protagonizaron un momento que es historia y apareció en informativos de todo el mundo. ¿Sería hoy posible o, incluso, necesario?

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Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

Los miembros de la Mesa del Parlamento, en pleno ataque de risa, con Valderas a la derecha tratando de calmarse.
Los miembros de la Mesa del Parlamento, en pleno ataque de risa, con Valderas a la derecha tratando de calmarse.

En aquel 1994, Andalucía vivía un momento de tensión política que marcaria la década. El PSOE venía de repetir victoria electoral, pero por un escaso margen. Son los llamados años de la pinza, con Diego Valderas, de IU, como presidente del Parlamento gracias al PP, aunque nunca llegó a concretarse un acuerdo para permitir el Gobierno del PP con los votos comunistas. Manuel Chaves gobernó en minoría. Fueron los años del final del felipismo, escándalos de corrupción en el PSOE a nivel nacional, y una crisis económica posterior a los años de la Expo. En el 96 cambió la película con un batacazo de Javier Arenas en el PP que permitió a Chaves pactar con el Partido Andalucista tras un adelanto electoral.

Pero si ese bienio político fue tenso, cabe recordar que tuvo un momento de cierta humanización de la política que resulta, como poco curiosa. Fue un ataque de risa recién iniciada la legislatura. El PP presentaba el 22 de noviembre una enmienda a la totalidad a los presupuestos de Chaves. Iban más de ocho horas de sesión. La secretaria de la Mesa del Parlamento, Hortensia Gutiérrez del Álamo, conocida como Chiqui, sufrió un ataque de risa por alguna actitud captada por los parlamentarios. Valderas dijo que entendía que la sesión era larga y todo apunta a un bostezo, pero poco se ha hablado de ese desencadenante.

Tras varios intentos, Gutiérrez del Álamo se resigna y vuelve a su asiento. El Parlamento entero se desternillaba, fruto del cansancio, con esa risa tonta tras la tensión. Valderas llama al orden pero se traba en varias ocasiones, dejando caer el micrófono a un lado y tapándose la cara ligeramente. No puede, no le sale. Le toma el relevo Juan Santaella, vicesecretario del órgano y del PP de Almería, fallecido en 2011. 

El ataque de risa del Parlamento en 1994, rescatado por Canal Sur hace unos años.

Entonces, cuando parece que puede retomar el llamamiento a los diputados para votar, vuelve a la carcajada. Se da la vuelta, mira a Diego Valderas, y tras más de un minuto de imposibilidad, da un descanso de cinco minutos. Entre medias, incluso aplausos. Un momento de distensión en un tiempo duro políticamente, que suponía ciertas complicidades en el fondo, ciertos acercamientos humanos. Los ataques entonces eran duros, porque el PP estaba en plena llegada al poder tras más de una década de hegemonía socialista en España, con excepciones, sí, pero en continuos ataques duros a la gestión de Felipe González, y con acusaciones socialistas de que los comunistas se aliaban con la derecha.

Hoy hay una pandemia, pero, ¿sería posible ver algo así en 2021? Han pasado más de 26 años. Y en los parlamentos se oyen acusaciones a Gobiernos de ser asesinos o de querer arruinar a los empresarios deliberadamente. 

A comienzos de 2019, con la llegada del PP al poder, sí hubo un "quillo, no paráis" de Moreno Bonilla, actual presidente, a la bancada del PSOE. Algunos aún respondían con tensión. Pero Susana Díaz, recién derrotada en las elecciones por el pacto de PP, Cs y Vox, tuvo un ataque de risa. La cosa se encaminó en poco tiempo. Quizás haya quien lo vea como una frivolidad. Pero qué tiempos aquellos cuando detrás del debate podía haber algo que animara a pensar en que los entendimientos en sede parlamentaria eran posibles, cuando la tensión de la calle no había llegado al Parlamento. O viceversa. ¿Sería mejor? ¿Sería viable? ¿Qué pensaría la ciudadanía hoy, en estos tiempos de internet, de verse una imagen como la del 94, que dio la vuelta al mundo y apareció en muchísimos informativos de televisión? 

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