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¿Estaría cualquier jubilado dispuesto a renunciar a su pensión, a cambio de que le recortasen 20 años de edad en su carnet de identidad? Si fuera por un rejuvenecimiento real en todos los aspectos, posiblemente lo aceptaría, pero si todo se queda en algo formal, en una mera modificación de un papel o de una partida de nacimiento, lo más seguro es que la respuesta fuera la contraria. Sin embargo, el holandés Emile Ratelband está decidido a ello y ha iniciado una batalla judicial para conseguirlo. Sus argumentos para tomar esa iniciativa tan vehementemente y dirigirse a los tribunales es que no puede encontrar un trabajo adecuado a sus gustos ni pedir una hipoteca a causa de sus 69 años. Por ello, ha solicitado el cambio de su fecha de nacimiento del 11 de marzo de 1.949 al 11 de marzo de 1969. Asegura este hombre que la edad, desde un punto de vista formal, es una fuente de discriminación y una limitación para el desarrollo normal de la vida de las personas.

Este holandés parte de que en las redes sociales casi todos mienten sobre su edad y se quitan años para poder ligar. La gente, en un montón de perfiles digitales, se expone con una identidad distinta a la suya para ser aceptada, parecer más atractiva y ofrecer una imagen edulcorada. Otro ejemplo de esa constante falsedad de datos que circulan es la cantidad de currículos inflados que son utilizados, bien para conseguir un trabajo o para presumir (como se ha destapado hace poco en España con muchos políticos). Emile da por hecho que si alguien dice la verdad, como sería en su caso, y declara que tiene 69  años, nadie le respondería, ni le haría caso.

En esta sociedad actual que tenemos, vinculada a la imagen y a la comunicación, prima la juventud y la lozanía sobre otros valores. No obstante, muchas veces esa frescura está  revestida de artificio y engaño. Nos embadurnamos con cremas y pinturas, nos coloreamos el pelo con tintes, nos colocamos pelucas y extensiones, y vestimos ropa sugestiva para aparentar menos edad.

En el mundo laboral hay muchas barreras de exclusión que se cierran por ser mayor. Así, por ejemplo, a una actriz le cuesta mucho conseguir un papel digno en una película o en una obra de teatro a partir de una edad determinada, con lo que le cortan en seco su carrera profesional en ese momento. Con todo, hay un envejecimiento paulatino de las sociedades europeas, incluida la española, por la caída de la tasa de natalidad y de la inversión de la pirámide poblacional. Se está produciendo un incremento paulatino de las personas mayores y el peso social de este colectivo aumenta.

Hoy día, un importante porcentaje de individuos de edad avanzada, debido a la mejora de la medicina y a la práctica de hábitos saludables, como el deporte o el ejercicio físico, se sienten con espíritu joven y no quieren resignarse a abandonar su trabajo por imperativo de la ley al llegar a la edad de jubilación. Esa energía debe ser canalizada adecuadamente por la sociedad y sacarle provecho, porque, en otro caso, sería un desperdicio.  Por consiguiente, la propuesta del Gobierno de aplicar la jubilación forzosa por ley expulsando del mercado laboral a más de un millón de personas es un sin sentido, además de agrandar el déficit de la Seguridad Social.

En definitiva, actualmente se mencionan muchos tipos de discriminaciones sociales, pero, rara vez, se habla de esta: la discriminación que surge por cumplir años. Muchos se quedan en el camino, pero otros que llegan a esa tercera edad no están dispuestos a ser apartados de la sociedad y quieren permanecer activos ¿Por qué desaprovechar sus experiencias y conocimientos?

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