Tranquilamente, las élites nos conducen a otra carnicería

La modernización de los arsenales nucleares es una realidad que venimos observando desde la caída del muro de Berlín hasta nuestros días

Cristóbal Orellana.

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

El presidente ruso Vladimir Putin.
El presidente ruso Vladimir Putin.

Las élites —cuyo incontestable poder es prueba de la antidemocracia radical en la que vivimos— van preparando tranquilamente, paso a paso, un escenario internacional de carnicería sin precedentes. Lo hacen despacio por un motivo: necesitan un poco de tiempo para convencer a las grandes masas de que, aunque parezca paradójico, sacrificar decenas de millones de seres humanos y degradar el medio ambiente hasta límites desconocidos es necesario. Es decir, están fabricando el consenso necesario para proceder a un holocausto más.

Sin esta etapa previa de fabricación/obtención de consenso no se atreverían a usar armas de destrucción masiva. La coartada para atacar “defensivamente” los primeros y vencer, al coste que sea, es imprescindible para luego justificar las decenas de millones de muertos y el colapso medioambiental consecuente. La modernización de los arsenales nucleares es una realidad que venimos observando desde la caída del muro de Berlín hasta nuestros días.

Pero nada de lo que ocurre alrededor de Ucrania y la criminal agresión de Rusia a un país soberano es nuevo. Viene de antiguo y se llama Guerra Fría. Es una vieja dinámica de mutuas y permanentes agresiones lo que ahora está escalando hacia una situación más allá del vértigo. Las agresiones político-militares de la OTAN avanzando sus fronteras operativas hacia el Este lo dicen todo. Putin, que ha cercenado cualquier atisbo de actividad política democrática en Rusia, es un producto meticulosamente construido por Occidente y la OTAN. Su petromonarquía autocrática ha dado mucho juego no solo a cierta oligarquía autóctona, sino también a otros intereses energéticos del capital europeo.

Pero, ¿y España?, ¿qué está haciendo España en este contexto internacional viejo y violento?. Pues la respuesta es sencillísima y la conocemos todos: obedecer las directrices del Pentágono. Es decir, nada nuevo, nada que no venga haciendo desde que Franco firmara los acuerdos de apoyo político a cambio de las bases en los años 50.

Pero además, España: a) tiene desplegados miles de militares en más de 15 conflictos internacionales, b) aumenta su presupuesto militar mucho más allá del máximo, c) pacta con Estados Unidos la ampliación técnica militar de las bases de Rota y Morón (aumento de 4 a 6 destructores en la base de Rota), d) no firma el tratado de prohibición de armas nucleares, e) exporta una flota de guerra a Arabia Saudí, f) da cuerda a los espasmos gorilescos de Borrell, g) se embarca en un armamentismo brutal (desfiles militares continuos, base militar de Córdoba, ejercicios, industria militar recrecida, acuerdos con la banca para sufragar armas de guerra…), h) desarrolla una política exterior donde los DDHH  no importan (venta del Sahara a Marruecos), i) activa una propaganda de guerra sin precedentes (“la guerra es la paz” todos los días en el telediario), j) organiza la reciente cumbre de la OTAN en Madrid…

España está, desde hace tiempo, “en modo guerra”. La última muy exitosa operación del estado español (el más sonado éxito de Margarita Robles) ha sido convertir el NO A LA GUERRA en solamente un apoyo a las víctimas de Ucrania... Ha segado toda oposición social crítica a la guerra manipulando limpiamente el NO A LA GUERRA y convirtiéndolo por la cara en un TODO POR UCRANIA, machacando o demonizando como cobardes o quintacolumnistas a todos cuantos se han atrevido a añadir que el envío de armas a Ucrania y el apoyo a la OTAN no conducen más que a una Tercera Guerra Mundial (que es la situación en la que estamos). La situación de Podemos como socios de gobierno del PSOE ha debilitado mucho la respuesta social contra la guerra. En 2003 el PSOE se volcó contra la guerra del Golfo promovida por Aznar y el abrazo de la Azores, pero ahora se lanza a la guerra a favor de Zelenski y la OTAN. Las consecuencias de todo esto son obvias: nula capacidad de las organizaciones sociales de izquierda para articular un potente movimiento de NO A LA GUERRA. La televisión y los medios pro sistema hacen, perfectamente, el resto. Por su parte, el movimiento antimilitarista propiamente dicho no puede hacer nada, y de hecho no lo está logrando, contra ese muro.

Pero las organizaciones de izquierda, me refiero a las que no dependen políticamente del PSOE, están en la obligación -y tienen en estos momentos en sus manos- una inmensa responsabilidad: convocar inmediatamente movilizaciones ciudadanas en favor del NO A LA GUERRA. Si no convocan estas urgentes movilizaciones su crédito político será absolutamente cero. Aunque el movimiento antimilitarista y pacifista tiene sobrada razón (el envío de armas a Ucrania por parte de España es un gravísimo error), se necesita que otras grandes organizaciones de izquierda se impliquen ahora mismo en la contestación a la guerra.

El endemoniado contexto internacional de capitalismo globalizado, la galopante degradación medioambiental, la lógica militarista de las armas nucleares, el crecimiento de la pobreza y la desigualdad en el mundo, el colapso energético, etc., todo apunta a un cataclismo monumental, bélico, si no somos capaces de parar esta guerra ahora. Las frases apocalípticas de Borrell (hemos de dejar de ser hervíboros para pasar a ser carnívoros… ) apuntan, con claridad, a que la élite de la UE se ha entregado al militarismo más atroz. Si se produce el biocidio de un holocausto nuclear, toda esa política militarista del estado español será recordada por nosotros y nosotras y les serán exigidas responsabilidades a estas élites tan salvajemente irresponsables.

Kenzaburo Oé escribió: "Era un tiempo de muerte. Igual que un prolongado diluvio, la guerra descargaba su locura colectiva, que tras invadir el cielo, los bosques y las calles, había penetrado en las personas para inundar hasta los más recónditos recovecos de sus sentimientos" (en Arrancad las semillas, fusilad a los niños, 1958). Sí, que quede claro lo que quiero decir con este escrito: para nuestras élites, Auschwitz fue un simple juego de niños. Con absoluta tranquilidad, preparan lo peor, incluida su impunidad.

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