Solas frente a la vileza

El abrazo de las dos ministras moradas frente al ruido de las burlas, los aplausos y el griterío de los diputados del PP son las médicas que en los 70 y 80 practicaban abortos ilegales en condiciones seguras jugándose el tipo

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

 Belarra y Montero, abrazadas en el Congreso ante la mirada de Yolanda Díaz.
Belarra y Montero, abrazadas en el Congreso ante la mirada de Yolanda Díaz. DANI GAGO

PSOE y PP han votado a favor de la reforma de la ley del sólo sí es sí. Meses de contadores de rebajas de condenas han conseguido doblegar al PSOE. De nada han servido las comunicaciones de la Fiscalía General del Estado ni que haya habido más jueces que han aplicado bien la ley que jueces machistas que han decidido rebajar condenas en lugar de aplicar los agravantes de la ley.

El objetivo mediático es acabar con una ley que pone por primera vez el consentimiento de las mujeres en el centro, que las cree, que no las obliga a enseñar desgarros vaginales para demostrar que se ha violado su libertad sexual. Las heriditas, según la ministra de Justicia, Pilar Llop. 

Otro objetivo, casi más importante que el primero, es lanzar la idea de que estas niñatas de Podemos no saben legislar. Lanzar un mensaje que discipline a la ministra de Igualdad, Irene Montero, demostrar quién manda, qué se puede legislar o qué no. Decirles a las feministas a lo que se enfrentan si se atreven a llegar tan lejos como Irene Montero. El feminismo era muy cómodo cuando sólo hablaba de ‘cosas de mujeres’, pero incomoda cuando disputa el poder a quienes lo han tenido siempre y pone en el centro a quienes siempre estuvieron en las periferias. 

De nada ha servido que las especialistas en violencia contra las mujeres alaben la ley, ni que España haya recibido honores hasta de la ONU por haber sido el primer país del mundo en aprobar una legislación que pone en el centro el consentimiento y no las heriditas, si la víctima llevaba la falda corta o larga, si iba borracha, sola, si no se resistió lo suficiente o si estaba dormida y no se enteró de ser penetrada. Por primera vez, son los hombres quienes tienen que demostrar que han tenido sexo con consentimiento. La justicia pensando en las víctimas y no en los agresores. Intolerable en un país donde la judicatura sigue siendo una casta.

La Ley del sólo sí es sí no hubiese sido ningún problema de haberla aprobado el PSOE. Como tampoco hubiese habido ninguna polémica si la Ley Trans la hubiesen aprobado los socialistas. En realidad, nada hubiera ocurrido si en el Ministerio de Igualdad siguiesen Carmen Calvo o alguna de esas señoras de rancio abolengo que son feministas siempre que el feminismo no le cambie la vida a las mujeres que recogen los cristales de los techos que se rompen.

El abrazo de las dos ministras de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, solas entre la multitud, visibiliza los kilos de violencia política que han sufrido a lo largo de la historia las mujeres que han defendido los derechos feministas, aquellas que no se callaron ni en los momentos de la historia donde hablar significaba ser llevada a un pelotón de fusilamiento.

El abrazo de las dos ministras moradas frente al ruido de las burlas, los aplausos y el griterío de los diputados del PP son las médicas que en los 70 y 80 practicaban abortos ilegales en condiciones seguras jugándose el tipo; las mujeres que defendieron a las personas LGTBI cuando en la calle lo que había eran hostias, humillaciones e insultos para homosexuales y transexuales o las que dieron cobijo en sus casas a las hermanas que sufrían violencia de género cuando en España eran las víctimas quienes sentían vergüenza por recibir palizas de sus maridos y ni se hablaba de la existencia de casas de acogida o pisos de emergencia social.

El abrazo de Ione Belarra e Irene Montero es la fuerza de quienes paran un desahucio a las ocho de la mañana sin importarles que enfrente haya 30 lecheras de la Policía

El abrazo de Ione Belarra e Irene Montero es la fuerza de quienes paran un desahucio a las ocho de la mañana sin importarles que enfrente haya 30 lecheras de la Policía Nacional, es la generosidad de los vecinos de mi barrio o de cualquier otro recogiendo alimentos en la puerta de los supermercados para las familias más castigadas por la crisis, es la valentía de la trabajadora social de un ayuntamiento que le hace más fáciles los trámites a una mujer que está harta de contar sus miserias para recibir una ayuda de emergencia de 250 euros para llenar la nevera y es también la grandeza del pescadero que le pone más barato el pescado a una familia que a precio de mercado no podría comer nunca en casa ni medio kilo de sardinas.

La derrota parlamentaria de las ministras Ione Belarra e Irene Montero es la traición del PSOE a las feministas que se manifestaron por millones en las calles exigiendo libertad sexual, pero es también la victoria de quienes, a pesar de toneladas de bulos, manipulaciones y relatos falseados del poder mediático, entienden siempre que el camino correcto es el justo, aunque no siempre sea el más fácil, ni el más cómodo, ni el más comprendido, ni siquiera el más rentable electoralmente. No hay un solo derecho de los que disfrutemos hoy en día como sociedad que no naciera de la valentía de quienes se abrazaban para resguardarse de la injusticia. 

La alegría indisimulada del PP no es el festejo de una victoria, sino la ceremonia de humillación al feminismo con la participación imprescindible del PSOE, que ha canjeado la libertad sexual de las mujeres por un trato amable de Antonio García Ferreras en Al Rojo Vivo y en los informativos de La Sexta. Hay derrotas que huelen a victoria.

El abrazo de las ministras Ione Belarra e Irene Montero es la dignidad frente a la vileza de quienes sólo defienden derechos si son rentables. Dicen las Madres de Plaza de Mayo, quienes fueron tachadas de locas cuando empezaron a buscar solas a sus hijos desaparecidos por la dictadura militar argentina, que a veces las plazas están llenas y a veces están vacías, pero donde nunca se puede estar es en la plaza equivocada. Dentro de no mucho volverán a estar llenas las plazas y no habrá sitio para los tibios. 

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Comentarios (1)

Manolo2 Hace 1 año
La alegría del PP es por colaborar a las divisiones dentro de la izquierda, pero, siendo cierto que la Ley no necesitaba modificaciones y el OSOE hace el parpé para salirse del coste del conteo diario de rebajas, tambienes cierto que su enmienda no modifica el consentimiento y es mentira que lleve la siituación al "código de la manada" no se puede crispar y exagerar tanto.
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