Vivir con los aguiluchos

Esta primavera cálida está haciendo amarillear el grano demasiado pronto lo que obligará a cosechar de forma temprana, antes que los polluelos puedan volar o antes incluso de que eclosionen los huevos

Imagen de uno de los aguilucho cenizo.
Imagen de uno de los aguilucho cenizo.

Es primavera. Una nueva generación inicia su camino. Allá donde encuentran espacio, tranquilidad y alimento, germinan las plantas, se transforman los insectos y anfibios, gestan los mamíferos, incuban las aves. En todos los espacios, desde el centro de las ciudades a las altas montañas.

Asociamos estos fenómenos, este ciclo, a los espacios naturales, a zonas salvajes ajenas a la intervención humana, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de estos ciclos naturales ocurren en entornos donde las personas están muy presentes. En Andalucía, salvo pequeñas islas que mantienen su dinámica milenaria, la gran parte del territorio está habitado y tiene diversos grados de nuestra intervención. Más del 80% del territorio andaluz se considera agrosilvopastoril.

Por eso es ahí donde tenemos el gran reto de vivir sin destruir, es en el medio rural donde mejor tenemos que aprender a convivir con el resto de las especies que le dan vida e identidad a lo que hemos dado en llamar campo, para yuxtaponerlo al medio urbano. Aportan riqueza, nos dan prosperidad, son mitigadoras del cambio climático, nos alimentan. Permiten conjugar un verbo mágico, hacen el territorio habitable.

Sin embargo, los datos son abrumadores, la disminución de las poblaciones de todo tipo de especies son demoledoras. Las poblaciones de aves esteparias, por ejemplo, asociadas indisolublemente a espacios agrarios, han caído un 30% en los últimos veinte años. El sisón común ha disminuido un 60%, la alondra ricotí un 40%, el aguilucho cenizo un 30%, la ganga ortega un 43% o la avutarda un 14%.

Las causas son netamente humanas: uso de plaguicidas y pesticidas en agricultura, intensificación, cambio de usos de suelo, abandono del barbecho, infraestructuras grises, cambio climático. A todo ello hay que añadir la industrialización del espacio agrícola con la instalación de proyectos fotovoltáicos sin planificación territorial y sin requisitos de impacto ambiental.

Hace tiempo que saltaron las alarmas. SEO/BIRDLIFE, lleva declarando como ave del año (triste distintivo pues implica que a sus poblaciones le va mal) a varias especies de aves agroesteparias, en este año 2023 al aguilucho cenizo. Se ha creado la plataforma por la Defensa de las Aves Esteparias que aglutina a decenas de entidades y que está cursando denuncias ante la Unión Europea. Existen decenas de planes públicos específicos para proteger estas especies, se designan áreas protegidas, se intensifica la vigilancia… La propia UE en las directivas del Green Deal establece varios objetivos que persiguen precisamente la protección de estas especies.

Numerosas asociaciones conservacionistas llevan años realizando proyectos de conservación de estas especies en unas condiciones que podrían calificarse de heroicas, como es el caso de la Asociación Tumbabuey con el aguilucho cenizo en la comarca de La Janda en Cádiz donde llevan trabajando desde hace 18 años para evitar que se pierda esta colonia, la más sureña de Europa de la especie.

Pero la situación sólo hace empeorar. Esta primavera cálida está haciendo amarillear el grano demasiado pronto lo que obligará a cosechar de forma temprana, antes que los polluelos puedan volar o antes incluso de que eclosionen los huevos. Y los agricultores y cosecheros tienen menos voluntad de colaborar con administración pública y conservacionistas, ante la disminución de los márgenes económicos.

Se requiere un ejercicio imprescindible para hacer frente al nudo gordiano de lograr la viabilidad del sector primario y que eso no suponga la esquilma del territorio. Consiste en tener claro que no nos enfrentamos a una disyuntiva sino a una copulativa; esto es, no hay que elegir una cosa u otra, sino adaptar los usos y prioridades para lograr dignidad de agricultores y ganaderos sin empobrecer el medio del que viven.

Hay herramientas. El Estado Español y la Junta de Andalucía tienen la oportunidad, en el nuevo marco comunitario de la Política Agraria Común de incentivar prácticas agrícolas, usos y cultivos acordes al terreno y el clima, realizando una apuesta decisiva por la producción ecológica, llevando a Andalucía a liderar el objetivo europeo de Superficie Agraria Útil en ecológico, frenando el despropósito de los cultivos superintensivos, insaciables en unos recursos de los que no disponemos y que hunden a comarcas enteras con otras características orográficas y climáticas.

Fomentando una planificación territorial sustentada en el impulso de actividades necesarias (apicultura, ganadería extensiva, silvicultura), cuidando la calidad del agua en todo su ciclo, reduciendo su demanda; potenciando variedades locales y razas autóctonas. Supeditando la expansión de las energías renovables y la necesaria transición energética a aquellos usos que fijan población al territorio, diversifican el paisaje y frenan la desertización. Es imprescindible recuperar el papel de la consejería de medio ambiente, y de organismos tan importantes para el adecuado manejo del territorio como el CSIC o el IFAPA.

Una visión productivista es cortoplacista. Fomenta la desigualdad, como está comprobándose en el precio y acaparamiento de la propiedad, en la expansión del monocultivo intensivo, controlando semillas, precios y agua; ejecutando, en última instancia una política de tierra quemada como se está sufriendo tristemente en algunas comarcas andaluzas.

El aguilucho cenizo, ave del año 2023 ya planea en el campo andaluz. Su característica silueta de planeo en V, su librea gris veteada y rematada en negro sobre el verde del trigo, a algunos nos resulta poética, pero no consiste en eso. Se trata de que ver volar al aguilucho cenizo en las campiñas andaluzas es el símbolo de un triunfo. El orgullo de saber que mientras nos acompañe, estaremos en la buena senda. Querrá decir que nuestra tierra está cultivada y que ello no supone arrasar con químicos y maquinaria todo lo que a su alcance quede. Significará que muchos estamentos, desde el hortelano al funcionario, desde el tractorista al voluntario ambiental, desde el agricultor al mayorista alimentario, desde el propietario de la tierra al consumidor, todos habremos entendido que somos parte, bien de la solución bien del problema.

Sirva, como botón de muestra la magnífica iniciativa que se está llevando a cabo en la finca Sancha Pérez de Conil de la Frontera, que colabora con la conservación del aguilucho cenizo y que, junto a la Asociación Tumbabuey ha realizado una edición solidaria del vino criado en los viñedos junto a los que cría esta emblemática especie.

Esta campaña de cría va a ser tan dura como decisiva. Hay que mirarla con ilusión, cada día somos más los que sonreímos al ver un fugaz vuelo rasante grisáceo.

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