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Hoy toca un tema más ameno. Aunque ni mucho menos vamos a dejar de lado a esos lectores que disfrutan con una buena polémica para el fin de semana… Así que, qué menos que elegir a los gatos, esos felinos que a base de buenas formas, desafían nuestra autoridad como dueños hasta hacernos convertir en adueñados. Sí… la Biblia se equivocó en el Génesis y debió citar: “Y el gato se enseñoreará de ti…”.

Recientemente se ha dado a conocer un estudio del matrimonio Joubert sobre estos pequeños félidos. Su conclusión es contundente: por lo visto, los gatos nos devorarían si tuvieran el tamaño para hacerlo. Sí, nos verían como un león ve a un ñu. Sin embargo, aún más recientemente ha aparecido otro estudio de la Universidad Estatal de Oregón, de Kristyn Vitale, que afirma que de 38 gatos, a la mitad de ellos lo que más le gustaba hacer —por encima de comer y jugar—, era pasar tiempo con nosotros los humanos.

¿Está difícil la cosa… eh? Sobre los gatos hay tantísimos clichés. Y más aún sobre las personas que son adeptas a ellos. Es frecuente pensar que los gatos son independientes y ariscos. ¿Quizá porque esperemos de ellos la misma docilidad que de los perros? El gato, desde luego, tiene criterio propio. Viene y va cuando quiere y si le obligas, se revuelve. Aunque también hay perros peligrosos, de esos que atacan cuando menos te lo esperas.

Cada gato es un mundo, pero es difícil creerse ese supuesto desapego. Los gatos al final son mascotas posesivas, celosas, caprichosas y exigentes. Todo el que tenga o haya tenido gato sabrá que, su gato, no tolerará jamás que te ausentes de casa, no le des su buena porción de mimos y juegos o lo dejes durmiendo solo. Y menos aún que metas a otro huésped donde él duerme, en el sofá o incluso en la cama. Sí… tu cama en realidad es SU cama.

Los gatos pueden ser compañeros inseparables, pero al final las condiciones las impondrán ellos, o al menos lo intentarán. La mayoría son bastante hábiles, con los encantos, el ronroneo y esa forma de engatusar. De hecho, los gatos aprenden muy bien nuestro lenguaje corporal y son capaces de detectar nuestras emociones. Son grandes conocedores del conductismo psicológico. Si cumples con sus demandas, te lo recompensarán con creces: un roce con su hocico húmedo, unos cariños o cualquier gesto que sepa que te conmoverá, precisamente, ése tan deseado que te ha costado arrancarle durante tantos días.

Pues sí, sin duda ellos disfrutan estando con nosotros, tirados en el sofá mientras le rascamos la panza. Y sin duda, también nos devorarían. Es fácil reconocer un momento así, cuando en medio del juego –o entrenamiento de caza- el pequeño minino se vuelve loco y las pupilas se le ensanchan, moviéndose rápidamente, como si tu mano o brazo fuera un ratón. El deseo de morder y llegar a los capilares sanguíneos se ve reflejado en su mirada. Sobre todo les pasa a esos que llevan tiempo sin cazar alguna ‘ratilla’ de la calle o del jardín. Ahí uno comprende que es momento de dejar el juego… porque se ha vuelto serio. Pero si hay algo de lo que no podemos tener duda, es que un gato estará a tu lado, en el sofá, porque realmente le apetece.

El perro sin duda es el mejor amigo del hombre. Pero el gato es insuperable. No podemos encasillar a este animal ni domesticarlo completamente. Algo en él sigue siendo dual, entre lo amaestrado y lo salvaje. Puede dar su vida por ti, pero siempre mantendrá su integridad intacta. Para tener a un gato debes dejar que él también te tenga a ti, no se conformará con menos. El gato desafía esa importancia absoluta que nos damos como seres humanos y nos recuerda que la naturaleza a veces une aspectos aparentemente irreconciliables: docilidad y agresividad, dependencia e individualismo. ¿Y sobre tu gato, hasta qué punto de confianza tienes? ¿Crees que te devoraría, o pasaría todo el tiempo posible contigo?

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