Foto.- Cadena Ser. Los cuatro ‘señores’ de San Telmo: Sanz, Marín, Moreno Bonilla y Bendodo.
Foto.- Cadena Ser. Los cuatro ‘señores’ de San Telmo: Sanz, Marín, Moreno Bonilla y Bendodo.

La llegada de los nuevos inquilinos de las derechas al Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, se ha traducido en importantes cambios en las relaciones entre políticos y empleados públicos. Los manijeros de la casa presidencial han exigido a los trabajadores dirigirse a los flamantes prebostes con fórmulas de tratamiento de otros tiempos. En la etapa socialista había familiaridad y respeto.

Ahora se ha impuesto la pompa y el boato: se exige el ‘señor’ y el ‘don’ por delante del cargo o el nombre de pila del gerifalte. Y hablo en masculino porque los que parten el bacalao en San Telmo son hombres: un presidente, un vicepresidente, un consejero de Presidencia, un viceconsejero de Presidencia… Se recuperan rancias formas de tratamiento para marcar distancia entre la plebe trabajadora y los patricios gobernantes.

A los empleados públicos al servicio de esta clasista clase dominante (ordenanzas, conductores, equipo de cocina… y también escoltas) se les mira por encima del hombro, se les perdona la vida e incluso se han producido episodios de falta de respeto. El gen de señoritingos que llevan los conservadores en sus venas ha aflorado con toda su crudeza. Se creen de una casta superior. Como siempre.

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