La fiesta 'nazi-onal'

Se les olvida que, al menos yo, no criticamos el toreo en sí, repudiamos su cruel e inhumano final

Luis Jiménez Navarrete

Secretario de Memoria Histórica de las Juventudes Socialistas de Málaga capital

Se les olvida que, al menos yo, no criticamos el toreo en sí, repudiamos su cruel e inhumano final.
Se les olvida que, al menos yo, no criticamos el toreo en sí, repudiamos su cruel e inhumano final.

La polémica está servida. La alcaldesa de Gijón, Ana González, ha decidido suspender las corridas de toros en la ciudad donde porta la vara edilicia. Como era previsible, una estampida de hordas tradicionalistas se le ha echado encima reclamándole la vuelta de la tortura y el gozo a través de la muerte de un ser vivo.

Nos han contado muchos cuentos taurinos, y creo que mi labor es desmentirlos para dejar claro que no hay intereses económicos o culturales en la fiesta “nacional”, solo psicopatía en su estado más puro.

“El toro no sufre”: quizás este es el más sencillo de todos de desmentir, creo que no merece a penas seguir tecleando, pero aún así lo haré. Que el toro de lidia no sufre mientras le están clavando arpones (o su eufemismo: banderillas) o espadas, es como decir que alguien al clavarse un cuchillo no sufre. Les recomiendo no hacerlo, pero si tienen dudas siempre pueden realizar la prueba. Es sencillamente ridículo, un continuo insulto a la inteligencia. Solo tienen que ver imágenes de las heridas del toro, de sus mugidos previos a la muerte, de la bravura con la que inviste después. Quién no quiera ver esto no quiere razonar, y no hay peor ciego que el que no quiere ver.

“Las tradiciones hay que respetarlas”: ¿qué ser en su sano juicio puede poner en duda que el progreso humano a lo largo y ancho de la historia viene de la mano del avance y del inconformismo?. En el neolítico, los humanos no se conformaron con el modo de vida nómada. En la invención de la rueda, la sociedad de Mesopotamia no se conformó con el transporte a pulso. Todos los grandes genios de la historia aportaron avances al conocimiento, a la comodidad y demás factores humanos, teniendo como base el inconformismo de lo actual. ¿Hay que respetar a pies juntillas lo ya impuesto como tradición?.

De ser así, ¿Deberían los romanos de seguir con la práctica tradicional de arrojar cristianos a los leones en el coliseo, como en tiempos de Diocleciano? ¿Debería continuar la quema de herejes por parte de la iglesia católica?. ¿Se debería de mantener la figura relegada y sumisa que durante mucho tiempo fue la mujer?. ¡¿Pues entonces?!.

Las sociedades avanzan a un ritmo inexpugnable hacia el progreso, base fundamental del futuro. Si hubiésemos mantenido las tradiciones, la humanidad estaría anclada. El mañana se construye con los restos del ayer. En dos de las que en su día fueron tradiciones anteriormente ejemplificadas, hay un factor común: muere un ser vivo injustamente. Para el tema de la tauromaquia, este factor está más que presente. Un ser vivo, como es un toro, muere para el deleite y el goce de los salvajes allí congregados. ¿Cómo se puede ser tan ruin como para provocarte felicidad la muerte tortuosa de un ser vivo?. La cultura tiene que estar presente, por supuesto, pero no así.

“Hay mucho interés económico y cultural en la tauromaquia”: no, vuestro único interés es psicopático y despiadado. ¿Cuántas veces nos han puesto de ejemplo a esa pobre familia ganadera que subsiste a base de la crianza del toro para su posterior muerte en la plaza?. ¿Cuántas veces nos han dicho que los hosteleros, la economía…etc etc (les falta decir que Joe Biden también se beneficia, ya puestos…) se ven beneficiados por el mundo del maltrato animal?. Se les olvida que, al menos yo, no criticamos el toreo en sí, repudiamos su cruel e inhumano final. El hecho de torear a un toro (si por torear solo entendemos toro, torero y capote) no es para nada algo que esté mal. Al revés, ganaríamos todos.

Si las corridas de toros fuesen exclusivamente para torear al toro sin hacerle daño alguno, y posteriormente ser sustituido por otro ejemplar tauro, el torero podría demostrar ese “arte” al torear, le lloverían esos “Olé”, el toro no perdería la vida ni sufriría una agónica tortura, e incluso el mismo toro podría ser usado para más de una corrida. Esto, provocaría más números de corridas al haber más toros, por ende, más beneficio incluso para esos hosteleros que tanto cariño parecen tenerle en el mundo del toreo; y más goce y entretenimiento para los seguidores de la tauromaquia.

Ahora bien, si esto no convence a los seguidores de la tauromaquia en su mayoría y dicen que con esas condiciones no iría nadie, es porque el disfrute para ellos no viene en el toreo, sino en la tortura. Disfrutar torturando y asesinando a un animal, en la España del siglo XXI, es para echarse las manos a la cabeza. ¿Por qué no aceptan mi propuesta anterior? Pues porque la realidad es que la cultura del toreo no es sino el eufemismo y la careta de la cultura de la tortura, la saña y la muerte. Una cultura que creíamos extinta en el primer mundo.

“Es que la tauromaquia da mucho dinero”: no generará tanto cuando quitarle las subvenciones es prohibirlo de facto. Una actividad que es dependiente de las subvenciones no genera lo suficiente como para mantenerse por si sola. Podría aumentar en mucho lo que la tauromaquia genere con la propuesta que antes he mencionado (que no es otra que los toros “a la portuguesa”), al haber más corridas. Pero si el goce está en la muerte, ni por todo el dinero del mundo y menos subvencionado con mis impuestos.

“¿Es que te crees que matan plácidamente al cerdo que te comes?": Pues tenéis mucha razón, busquemos la solución. Una ley de bienestar animal que incluya inspecciones, garantías y demás métodos para garantizar la dignidad del animal en todo momento y el nulo sufrimiento en el matadero, por ejemplo. Garantizar que se le aplique un método homologable a la eutanasia a los animales en los mataderos también es necesario, no creáis, amigos de la fiesta Nazi-onal, que este tema es obviado para justificar la psicopatía propia del disfrute tortuoso con el “y tu más”.

En definitiva, y a modo de conclusión: la cultura española no es la muerte. La cultura española es el arte flamenco, nuestra rica gastronomía, nuestros puntos culturales, nuestra historia, la actitud abierta de nuestra gente… no la muerte y la depravación.

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