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"Vivimos en un mundo en el que ser mujer, tener las ideas claras, saber exactamente lo que quieres, lo que no, lo que piensas y lo que no, es un arma que muchos consideran peligrosa".

Esta semana no sabía muy bien sobre qué escribir. Estuve pensando, Cataluña es un tema que me pone ya nerviosa, necesario sí pero realmente creo que ya dije lo que pienso y mientras quienes deben hablar no lo hagan, no veo ninguna salida. Los incendios, pues la verdad es que la pena y la rabia me puede demasiado. Así que pensando decidí hablar un poco de mí misma. Soy mujer, de 40 años, soltera, sí yo también he tenido que aguantar eso de se te ha pasado el arroz (pues echo fideos), tienes que sentar la cabeza (pero si a mí no se me mueve), y todos esos mitos, típicos tópicos por los que el mundo decide que hagamos las cosas en un momento determinado. Tengo un trabajo (tengo suerte), por el que me pagan a final de mes que es la parte que me hace feliz de él. Tengo unos padres maravillosos, gracias a ellos soy quien soy y gracias a ellos sobrevivo en este mundo.

Yo pertenezco a esa clase media baja que siempre fue baja y para la que la crisis es cada día, cada año y cada minuto, y para que los brotes verdes son las verduras que comemos. Para mis padres nunca fue fácil, incluso yo nací cuando a mi madre le decían que no había posibilidad de tener niños. Pero ella tomó una decisión, traerme al mundo a pesar de que había peligro de que ella no caminara a mi lado durante toda mi vida. Peleó y luchó por aquello que tanto ella y mi padre deseaban y querían, y creo que esa lucha que ella tuvo me quedó a mi grabada muy dentro.

Cuando somos pequeños todos soñamos con una profesión, con ser muchas cosas en la vida. Yo soñé con ser veterinaria, hasta que me enseñaron aquello de que había que me contaron lo de la eutanasia, después soñé con estudiar Ciencias del Mar, claro tenia que irme de Madrid y para mi clase media baja era inviable. Así que acabé estudiando Químicas, sin acabar la carrera porque salía muy caro y me embarqué en un master en Administración y Dirección de Empresas con especialidad en marketing que me descubrió una profesión que me divierte, me gusta y que desgraciadamente sólo ejerzo en una parte de mi vida laboral. La curiosidad en este campo me puede y dedico mi vida además de a trabajar a formarme cada día en este campo. Y es que creo que algún día podré dedicarme a esta profesión que me hace feliz.

Pero creo que la vida, lo que mis padres me han inculcado mucho más fuerte es quien soy mucho más allá de una profesión. Puedo presumir de tener unos valores arraigados y profundos, una personalidad que los que me conocen consideran un tanto intimidatoria y arrolladora a pesar de que siempre intento quedarme en un segundo plano y pasar desapercibida. Y es precisamente esta cualidad, unida a mi condición de mujer la que suele tirar para atrás a todo el mundo.

Vivimos en un mundo en el que ser mujer, tener las ideas claras, saber exactamente lo que quieres, lo que no, lo que piensas y lo que no, es un arma que muchos consideran peligrosa. El control sobre mi vida, sobre mi día a día, con las ideas claras tanto en la vida como en el trabajo, más que un valor o una cualidad a admirar, resulta ser que da miedo, la gente se pone a la defensiva y supone incluso un problema en según que campos.

Y es que a pesar de vivir en el año en que vivimos, la sumisión en muchos aspectos es el valor añadido que debemos tener. Creo que se valora mucho más el ser un robot autómata que haga lo que tiene que hacer sin expresar su opinión que el hecho de que tengas una opinión propia y la digas. Y si encima eres mujer pues imagínate. Así que cuando no tienes la cualidad de la sumisión y no tienes el rol de ser una seguidora nata pues tienes problemas, no solo con los demás, sino incluso contigo misma porque a veces no te queda otra que acatar.

Pero el mundo, el día a día no está preparado aunque cada vez más se abre una rendija de luz, para que en cada momento pensemos por nosotras mismas, actuemos por nosotras mismas y tomemos decisiones. Y para mí este es el mayor problema que tenemos las mujeres, es min mayor problema, que no se nos deja ser, que no se nos deja vivir y actuar al 100% como somos, que siempre llevamos un corsé que nos aprieta y que nos dice cómo debemos comportarnos, qué debemos decir y cómo lo debemos hacer. Que a pesar de la libertad no somos libres al 100%, y que mucho más allá de la ropa y la estética que debemos o no debemos llevar según quien mire, no se nos permite la libertad de ser, estar, vivir y actuar fuera de lo establecido. Y si lo hacemos, ¡ay si lo hacemos! Corremos el riesgo de convertirnos en un bicho raro, pero sobre todo en el centro de todas las miradas acusadoras y criticonas.

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