Una manifestación andalucista, en una imagen de archivo.
Una manifestación andalucista, en una imagen de archivo.

Uno de los principales testimonios legados por Blas Infante fue su universalismo. Porque su nacionalismo antes que nada era humano. Ahí lo tienen: nacionalismo humano. Los que nadie sabe si van a vienen, no se aclaran. Y no aclaran, al contrario. Ni estalinistas con piel de Lenin, ni trostkistas con piel de Infante. No. Que quedan muy lejos y se nota desde lejos. Políticos, politicastros y aspirantes a políticos desde sus minúsculas y auto creadas tribunas, deberían enterarse: ser andalucista es lo contrario de creerse únicos, exclusivos, selectivos seleccionadores.

Los anticapis metidos a redentoristas no se enteran de que Andalucía no precisa redentoristas aunque el andaluz sea un pueblo irredento; puede ser bueno ser redentores, tal vez, como figura temporal, circunstancial, pero lo que necesita es gente que trabaje por Andalucía, por sus necesidades, por sus derechos. Y no gente que, de una u otra forma, se considere única y especial. Habría que dar nombres ya, para desenmascarar a tanto ególatra, a tanto centralista disfrazado y tanta centralista disfrazada, seguimos respetando a quienes no saben respetar, porque la mayor falta de respeto es burlarse de Andalucía y nombrarse a sí mismos "representantes únicos". Porque, quienes no saben avanzar, quienes no van hacia adelante sino hacia el abismo de su propio egocentrismo, sólo aspiran a codearse con quien comparte justo lo que deberían erradicar: el egocentrismo. Porque es ego y es centralismo. Los egocentristas sólo quieren a su lado a quien se limita a mirar a Madrid. A quien busca un sillón mirando a Madrid. Lo sentimos.

Hay que sentirlo. Pero no por decirlo, que es descubrirlo. Hay que sentirlo porque esa postura nefasta esté forzándose a creerse centro del mundo y de la vida. Y no se dan cuenta de que, no por casualidad, en nuestro caso el centralismo está en el centro. No siempre coinciden, pero en nuestro caso, con total plenitud. A Adelante Andalucía no le gusta que la inviten. Ellos se creen más importantes y son quienes deben seleccionar. No importa que quienes los hayan invitado hayan podido estar dispuestos incluso a disolverse para integrarse en un proyecto realmente andaluz y andalucista. Normal, porque cada vez dejan más claro su escaso andalucismo.

Se olvidan que, en este tiempo del covid, más necesitamos tener un millón de amigos. Para contagiarnos, pero de ilusión, de compañerismo, de Andalucía, de mirarnos, sí, el mejor ombligo del mundo. Pero sin errar el resultado de la mirada, que nuestro ombligo no sea admiración hueca, que sea mirar hacia nuestro interior, a nuestros campos, a nuestros mares, a nuestras costas. A nuestra gente. A nuestros parados, que son lo más nuestro. A nuestro comercio, que no es el que nos viene de fuera por mucha sonrisa que lleve en el envase. Nuestra sonrisa está fuera porque está dentro, no es un dibujo retórico, es sincera. De verdad.  Y en nuestro ombligo que único que debemos ver es pueblo. Pueblo andaluz. Derechos. Del pueblo andaluz. Lo demás huelga: los ombligos particulares, esos personalismos destructivos del no voy con aquel o lo que yo diga o nada.

Este nuevo andalucismo de tres al cuarto debería aprender de Blas Infante en vez instrumentalizarlo. Porque instrumentalizarlo, utilizarlo sin respetar su legado, es deshonroso. Deberían recordar que invitaba a todos a departir en las charlas del Cristina. Que ni siquiera rechazó al negativo soldadito corrosivo elemento del tiro de gracia a la puerta del convento del kilómetro 4. Que pensó, dijo y defendió que Andalucía debía ser obra de todos o no sería Andalucía. Porque él sí amaba Andalucía.

Andalucía no necesita supuestos autofabricados redentoristas incapaces de redimirse a sí mismos/mismas. Andalucía necesita gente de ideas claras, gente capaz de aunar gente, voluntades, brazos para trabajar y mentes para crear. Porque somos andaluces, no cualquier cosa; ni cazadores de escaños, ni poseedores de verdad absoluta alguna, capaz de arrogarse una autoridad que sólo corresponde al pueblo andaluz.

Andalucía no necesita falsos redentores exclusivistas, porque Andalucía no lo es. Andalucía necesita generosidad, valentía. Y mucho trabajo. Más trabajo que carteles publicitarios. Hoy, con el 4 de diciembre a la vista, sería bueno que muchos recordaran quien lo promovió, quien lo trabajó, quien forzó a los partidos a pronunciarse y a secundarlo. Sería bueno que partidos y no partidos demostraran un poco de dignidad al reconocerlo, y se empaparan del verdadero espíritu que lo promovió, que no fue seguir mirando a Madrid.

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