Una imagen de las movilizaciones del 8M.
Una imagen de las movilizaciones del 8M.

Algo se empieza a mover en este país nuestro. Del aturdimiento y el miedo, provocado por la crisis económica y la profundización intencionada que, de la misma, han hecho algunos, comenzamos a pasar página. Ni gobierno ni partidos han rascado, realmente, bola en este cambio. Las movilizaciones de nuestros mayores, en defensa del sistema público de pensiones (que no solo de las pensiones, ojo al matiz), y la lección que las mujeres de este país dieron este 8 de Marzo, reivindicando la igualdad real, indican el cambio de rumbo. Porque, al margen de las intenciones de los impulsores de ambos convocatorias, la participación masiva, tomando las calles, de nuestras mujeres, nuestros pensionistas y muchísimos hombres nuestros, han cambiado el sesgo de los actos propuestos. Y han pasado de simples acciones a movimientos.

La participación está desbordando las previsiones y ha provocado este cambio cualitativo. Y la causa radica, en mi opinión, en que, además de las reivindicaciones concretas, legítimas y justas, dichos movimientos contienen, en su germen, el descontento absoluto, de grandes capas de la población,  por el camino que viene recorriendo España desde el inicio de la crisis. Y el mensaje es claro: la población, o gran parte de ella,  está harta de ser excluida. Lo que los partidos de la oposición no han sabido, o no han querido, hacer, se lo están imponiendo los pensionistas y las mujeres de nuestra nación. A través de las reivindicaciones sobre las pensiones y de las desigualdades concretas (de alto contenido laboral) denunciadas por el movimiento feminista, la cuestión social entra de lleno, y vía protesta, en la agenda política.

La defensa del Estado del Bienestar (cuya pieza clave es el sistema público de pensiones) y el clamor por la igualdad real, cuyos ecos nos van acompañar por mucho tiempo, son los primeros pasos que toma la ciudadanía contra los cambios estructurales operados durante la crisis que, la gran mayoría, percibimos que van contra esta misma ciudadanía. Y, ojo al dato, la organización de las protestas y de los movimientos, se han realizado al margen de las estructuras políticas (incluidos los partidos nuevos) y sindicales tradicionales. Habrá que plantearse por qué y cómo superar este divorcio. El descrédito existe y las soluciones también. El tiempo nos dirá.

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