Una imagen de la película 'Salvar al soldado Ryan'.
Una imagen de la película 'Salvar al soldado Ryan'.

Tras un duro desembarco de nuevas restricciones en la que sería la campaña decisiva contra la segunda ola, el soldado Puente de Noviembre cae en combate. Después de estos hechos, un capitán veterano es llamado por el alto mando para recibir instrucciones de una misión especial. 

En el puesto de mando se le cuenta que los hermanos Semana Santa y Feria habían fallecido durante las operaciones de la primera ola. Meses más tarde, en el desembarco fallido de turistas, había sido abatido el hermano Campaña de Verano. Tras la muerte del soldado Puente de Noviembre, se quería evitar a toda costa mandarle una carta a la madre Economía para comunicarle que todos sus hijos habían perecido heroicamente en combate. La misión era salvar cueste lo que cueste al último hermano de la familia, el soldado Navidad.

Es así, como un pequeño grupo de hombres comandados por este capitán parte en búsqueda de Navidad. Por el camino, entran varias veces en combate pereciendo varios de ellos. Tras encontrar a Navidad en un pequeño pueblo junto al puente de la Constitución, da comienzo una dura batalla. Al final ganan por la llegada de refuerzos, pero todo el pelotón de rescate ha muerto y el capitán está herido de muerte. Este dirige a Navidad sus últimas palabras: “Navidad, espero que cuando regrese a casa salve la Economía o invente una nueva vacuna. Hágase digno de esto.”

Esta triste historia basada en una película de Spielberg contiene un duro dilema ético. ¿Cuántas vidas deben ser sacrificadas para salvar la Navidad? La respuesta obvia es 0. Sin embargo, hay quien piensa lo contrario. Como en todo dilema, existen posturas distintas y se dan contrarrespuestas. Con una economía tan castigada como la nuestra, la pregunta llevada a otro extremo puede reformularse de la siguiente forma: ¿Morir ahora o no tener luego nada de lo que vivir?

Aun así, se debe recordar que la ropa, los juguetes y las pijadas tecnológicas que se suelen regalar por navidad son importaciones de otros países. Nuestro sector productivo, orientado entre otras cosas al turismo (aunque realmente sea un servicio) y a la producción de bienes de bajo contenido tecnológico, poco percibirá de ello. En defensa del sector comercial, si no son ellos los que venden Funko Pops, libros y móviles de última generación, lo hará Amazon en su lugar, de manera que ni el beneficio de la importación se quedaría en el país. Igualmente, con o sin Amazon, su postura de no querer arruinarse y acabar en el paro es completamente legítima. Por supuesto, el mayor beneficiario de ausencia de restricciones sería el sector de la hostelería.

Totalmente entre la espada y la pared. Al final la forma de solucionar dilemas tan difíciles es aferrarse a un criterio o indicador aparentemente objetivo. En este caso, la ocupación de los hospitales y las UCI. Por desgracia, se trata de un criterio traicionero, ya que la evolución de la pandemia es imprevisible y puede crecer exponencialmente en cualquier momento.

Cambiando de película, estas navidades pueden ser como la escena del último puesto avanzado de Apocalypse Now. Habría un enemigo oculto que parece estar en todas partes gritando en bucle “¡Jódete yanqui! ¡Voy a matarte yanqui!”, un puente lleno de luces de navidad que se cae todas las noches, produciéndose así un ahorro importante en la factura de la luz; y más de uno que ha perdido la cordura. Yo me conformo con que este año Coca-Cola no utilice el eslogan la chispa de la vida.

 

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