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"Hoy cuando algunos se ponen las manos en la cabeza por las atrocidades de los de otras religiones, se ignoran lo que hasta no hace mucho se hacía aquí en este mundo libre: las Cruzadas, la Inquisición, la Legión de Cristo..."

Realmente la palabra iglesia no nació asociada a la religión, fue San Pablo el que la reutilizó del griego ekklesia (ἐκκλησία) y cuyo significado era más bien el de una asamblea, una congregación. Lo que era una reunión política se convirtió, en el mundo cristiano, en una reunión religiosa. Y de ésta se pasó al lugar de la reunión, al edificio donde los fieles recibían las misivas del que hablaba en nombre de su Dios.

Así, y con el tiempo, lo que era una cosa se convirtió en otra, hasta representar lo que ha sido en la Historia, un instrumento de poder, de subyugación, de sometimiento al pensamiento único, que desde la Edad Media en adelante ha dominado nuestro llamado “Occidente”.

Hoy cuando algunos se ponen las manos en la cabeza por las atrocidades de los de otras religiones, se ignoran lo que hasta no hace mucho se hacía aquí en este “mundo libre”: las Cruzadas, la Inquisición, la Legión de Cristo, los Guerrilleros de Cristo Rey, el Ku Klux Klan y tantas situaciones en las que esta Iglesia se difundió y consolidó con las manos ensangrentadas. Y si bien la Revolución Francesa nos sirvió a los europeos para separarla del Estado, no siempre fue así y prueba de ello su connivencia en el siglo XX con el fascismo italiano, o más cerca de nosotros su papel en la Guerra Civil.

Como decía el sabio José Luis Sampedro “en la religión primero se cree y luego se razona, al revés de lo que hace el hombre libre”. Y ya está, me despido, ¡vayan ustedes con Dios!

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