Personajes de 'Succession'.
Personajes de 'Succession'.

Como friki, amante del cine y las series, permitidme haceros una recomendación, Succession. Esta obra de arte de HBO, como tantas y tantas otras, transciende el mero entretenimiento para mostrar las vivencias de la familia Roy, dueños del mayor grupo de comunicación neoliberal y conservador de Estados Unidos. Hay quien dice que esta serie está basada en los Murdoch, los propietarios de la Fox que, con sus bulos, auparon al poder a Donald Trump, pero independientemente de si esto es cierto o no, lo que sí es obvio es la maestría de sus creadores para reflejar a estos personajes devotos de un solo Dios: el dinero. 

Succession recrea un mundo despiadado, voraz, estúpido, y una frase del último episodio refleja el estado mental de esa élite y sus lacayos: "Yo no necesito amor, es como un superpoder", dice el supuesto parguela de Tom a su esposa, una de las componentes del clan Roy. Sus vidas se reducen al todo por la pasta. Succession refleja el carácter absurdo, mimado y narcisista de unos individuos que intentan desarrollar emociones positivas y encontrar un sentimiento parecido al amor.

Sin embargo, fracasan en su intento una y otra vez ya que se engañan en sus pretensiones. Casi ninguno de los que reside en ese mundo de apariencias y poder, tanto en el ficticio como en el real, puede encontrar sentimientos tan bellos y altruistas porque jamás antepondrá el bienestar de los demás a su vida elitista. No nos engañemos —como hacen los Roy—, para formar parte de ese mínimo porcentaje que es dueño de casi toda la riqueza del mundo, no puedes sentir verdadero amor o amistad.

Y no, no se trata, de un pensamiento reduccionista en el que todos los ricos son malos y todos los pobres buenos. En las capas intermedias y bajas de la sociedad, esto es lo más triste y nauseabundo, hay quienes miran hacia arriba idealizando ese mundo de privilegios y sueñan todos los días con poder llegar a ser uno de ellos. Estos “pobres” de dinero y espíritu resultan aún más patéticos que los mimados de Succession y son los culpables del mantenimiento de esta casta por los siglos de los siglos.

Pero volvamos a los Roy y a sus versiones en la realidad. Quizás una porción de estos megarricos posea rasgos psicopáticos y les importe un bledo cómo viven los demás mortales, a los que ellos consideran inferiores, pero el resto de este grupo recurre a la caridad para enmascarar su podredumbre moral alimentados por los babosos que los pelotean. ¿De verdad creéis que donar unas migajas supone para ellos un bello gesto desinteresado? Esas generosas donaciones por parte de fortunas labradas con el sudor del de enfrente son, simplemente, asquerosas. Estos privilegiados son los mismos que después se llevan sus dineros y empresas a otros países para no pagar impuestos.

¡Ah! Y encima hay que aguantar que estos personajes, como el del bigote del trío de las Azores, nos den lecciones. Escuchar a tipos como Aznar hablar de meritocracia es demencial, y sería cómico si esto no reflejara la inmundicia de la élite. Oír las lecciones de vida de estos emprendedores es solo un espejo de la sociedad tan estúpida de la que formamos parte, donde se recompensa mil veces más ser hijo de fulano o dar patadas a un balón que investigar una vacuna que nos libre de una pandemia. ¡Comunista! ¡Peor están en Cuba!, escucho ya. Las frases de siempre. Como si criticar este sistema podrido conllevara la justificación de los dictadores.

Allá cada cual, pero es evidente que la única herramienta útil que el resto de  la población tenemos en democracia es usar nuestro voto para que los hermanos y hermanas de Succession no nos jodan tanto, porque acabar definitivamente con ellos y sus privilegios es, tristemente, utópico. Ni la revolución bolchevique ni la revolución francesa lo consiguieron, aunque al menos a los franceses se les quedó el espíritu indomable en contraste con ese servilismo nuestro tan español. El desequilibrio entre ricos y pobres es la enfermedad más antigua y más grave de todas las repúblicas. ¿Os parece una frase actual? Pues la dijo Plutarco hace 2.000 años. ¡Qué poco hemos cambiado!

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