Imagen de archivo de las últimas elecciones municipales. Posible fraude en Mojácar.
Imagen de archivo de las últimas elecciones municipales. Posible fraude en Mojácar.

Hace dos años y medios firmé una petición de Change.org para reclamar un pacto para la reconstrucción social de España. #VamosASalir, rezaba en el encabezado -sí, ya lo sé, abuela, llámame crédula o flower power, como me dice cariñosamente una amiga-. Recuerdo que en ese manifiesto se decían cosas como 'vamos a salir adelante si reforzamos nuestros servicios públicos, que son la garantía para ejercer los derechos de ciudadanía en igualdad' o 'saldremos adelante si no nos dejamos arrastrar por la confrontación y el odio'. Tanto tiempo después, sin pacto para la reconstrucción social de España (a pesar de lo cual la economía española va razonablemente bien, sobre todo si consideramos que llevamos tres años de infarto entre la pandemia y la guerra de Ucrania -empiezo a pensar que al gobierno le están haciendo magia negra porque mira que ha tenido obstáculos-) y arrastrada la clase política a la confrontación y el odio (no sé quien decía que Feijoo era distinto a Casado, más civilizado y conciliador. El que lo dijo era todavía más flower power que yo), me asomo al 2023 y las canillas empiezan a temblarme.

Pedro Sánchez terminó su última rueda de prensa del 2022 aconsejándonos que descansáramos porque el próximo año apuntaba intenso. Y tanto: elecciones municipales y autonómicas a la vista. ¡Horror! En un país de ideologías más que de razonamientos o datos, la tensión política va a subir hasta límites de ictus. Más insultos (los de sinvergüenzas, fascistas, golpistas, ladrones, carceleros, cobardes, miserables, mentirosos, corruptos y marranos que hemos escuchado últimamente van a ser lindezas), más lodo, más medias verdades o, directamente, mentiras repetidas hasta convertirse en verdades que nos tragamos sin rechistar. En eso se ha convertido la contienda política. Al margen de ideas, de argumentos, de datos, de realidades, hay que vomitar odio, odio y más odio... 

Nos espera un invierno y una primavera calentitas. Sí, ya sé, los políticos lo hacen por nuestro bien, así no tendremos que subir mucho la calefacción, que ya sabemos que la energía está por la nubes, a pesar de que la ‘excepción ibérica’ ha frenado la subida de la luz, que está más baja en España que en el resto de países del entorno. 

Átense lo machos, y las hembras. No gasten todo el espíritu navideño, dejen algo hasta el 28 de mayo próximo, que lo vamos a necesitar. Y no se dejen arrastrar por la crispación política en su día a día. Que no habrá pacto por la reconstrucción social de España ni conseguiremos que los políticos no enciendan el ventilador que reparte mierda, pero, sí que puede haber un pacto (tácito) por la convivencia en cada edificio, en cada barrio, en el trabajo, en la familia (incluso con el cuñao). Asistamos a la carnicería política desde lejos, como si viéramos Sálvame de Luxe. O una lucha de gladiadores en el circo romano… Por nuestra propia salud mental. Por la imprescindible convivencia.

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