Contra el ardor guerrero

La paz y la diplomacia son el único camino camino. Hoy no a la guerra es no al envío de armas a Ucrania para que muchachos, hombres y ancianos sean carne de cañón ruso

Mario Ortega

Estoy casado y tengo una hija. Licenciado en Ciencias Químicas y Doctor en Ciencias Ambientales.

Una escuela destruida en la ciudad ucraniana de Járkov
Una escuela destruida en la ciudad ucraniana de Járkov Sergey Bobok

La invasión de la Rusia es un acto criminal e ilegal. Las cifras de refugiados son el mayor indicador de la barbarie de la guerra iniciada por Valdimir Putin. La guerra es el fracaso de la diplomacia. Pinta que la verdadera intención de llegar a acuerdos con Rusia por parte de los EE.UU y la UE ha brillado por su ausencia. Lo que sabíamos es que el gobierno ruso pedía que Ucrania no se integrase en la OTAN. Moscú no podía entender la implantación de misiles a menos de seiscientos kilómetros del Kremlin.

Dos crisis similares el siglo pasado se saldaron con acuerdos diplomáticos, la de los misiles de Cuba y la de los Pershing en la alemania federal. Los misiles con capacidad nuclear se retiraron. Eran tiempos de guerra fría, la escasez de combustibles y de materias primas, junto con el cambio climático, no se habían revelado como auténticos límites a los modelos productivistas de un lado y otro del telón de acero. 

Los EE.UU tienen gravísimos problemas internos y externos. Se han visto con el asalto al capitolio y con la retirada de Afganistán. Su hegemonía imperial está en decadencia. China, sin actitud gendarme bélico, ha conseguido ser la fábrica del mundo, mantiene relaciones comerciales de mutuo interés con multitud de países. El sudeste asiático, India, Pakistán, más de la mitad de África y buena parte de América latina tienen fuertes vínculos de mercado de materias primas y manufacturas con China.

Europa, a las órdenes del neoliberalismo angloamericano, entregó las fábricas a China y el modelo neoliberal de política financiera al FMI. La crisis que emerge en 2008 es la de un modelo económico que vivió durante, al menos, dos décadas con los pies colgando, sin conexión con la economía real. La economía del crédito quebró y arrastró España a la catástrofe. Sufrimiento, desahucios, suicidios, emigración cualificada, precariedad, ausencia de oferta de empleo público, sumen y sigan.

Llegó la pandemia y reveló la verdadera situación de Europa. Dependencia de materias primas, productos sanitarios y tecnológicos, dependencia agraria y, lo peor, dependencia energética. Todo ello sin política exterior propia ni modelo defensivo desconectado de los intereses del imperio americano.

España se ha puesto a la cabeza europea del ardor guerrero. Ni Makron en Francia, potencia nuclear con el mayor ejercito de la UE, ni Scholz en Alemania, enganchada al gas Ruso, ni Draghi en Italia, con fuertes intereses comerciales en Rusia, hinchan tanto el pecho bélico como el presidente del gobierno de España. Aquel viejo OTAN de entrada no, que dijeron que no era para entrar en su estructura militar, ha devenido un OTAN sí con todas las consecuencias. Borrel es el máximo representante de la antidiplomacia europea al servico de intereses geoestratégicos que condena a Europa a la dependencia y la decadencia.

Sé que vivimos un momento critico. No soy amigo de la certeza. Le leí una vez a George Steiner que la ciencia está llena de verdades enterradas. Me parece que hay una parte de la izquierda que no ha comprendido el momento histórico. Que, con sus razones, vive anclada emocionalmente en un tiempo mítico de luchas anterior a la bomba de Hiroshima. Costó mucho que la izquierda interiorizara la fuerza de la razón del feminismo. El ecologismo, con su pacifismo inherente, son vectores contituyentes del ecofeminismo. Alinearse con el PSOE de Sánchez en su ardor guerrero y el envío de armas ofensivas a Ucrania, para que la población se enfrente a uno de los ejercitos más poderosos, tecnificado y nuclear, es una nueva forma de subalternidad. Enfrentarse a Rusia con la OTAN, única forma de equilibrar el conflicto, es un suicidio nuclear colectivo.

Cuando vengan los próximos recibos de la luz, cuando la inflación se salga de todo límite, cuando llenar el depósito sea un drama en el bolsillo, cuando el peso de los salarios se reduzca ante el precio de las cosas de consumo habitual, cuando las cancillerías europeas se reúnan para decidir quién y cómo paga la factura directa e indirecta de los daños de guerra, al PSOE le bajará la fiebre bélica. Porque las intenciones son, como siempre, que la factura de esta guerra de invasión de Rusia la paguemos el pueblo llano, como siempre. Unos lo pagarán en muerte y otros deteriorando su vida y sus derechos.

La paz y la diplomacia son el único camino camino. Hoy no a la guerra es no al envío de armas a Ucrania para que muchachos, hombres y ancianos sean carne de cañón ruso.

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