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Al igual que las patatas, muchas plantas esconden sus tallos bajo tierra. Gracias a esta estrategia, pueden sobrevivir en terrenos donde las condiciones de vida son muy duras en ciertas estaciones del año. (Seguir leyendo).

Al igual que las patatas, muchas plantas esconden sus tallos bajo tierra. Gracias a esta estrategia, pueden sobrevivir en terrenos donde las condiciones de vida son muy duras en ciertas estaciones del año. Bajo tierra, las yemas quedan protegidas del frío o del sol excesivo y de los mordiscos de los animales herbívoros. Los tallos ocultos adoptan distintas formas (tubérculos, rizomas, cormos y bulbos), especializadas en el almacenamiento del agua, los azúcares y los carbohidratos necesarios para resistir en los periodos de latencia y también, sobre todo, para poder resurgir de la tierra cuando las condiciones vuelvan a ser oportunas.

Cuando los bulbos rebrotan, como ahora ocurre con los narcisos, los jacintos y los irises, el jardín parece cambiado, con la promesa de flores dispuestas a colorear el invierno. Pero el jardinero comprende que no se trata de un verdadero cambio, sino de una renovación cíclica. Todos los inviernos sucede lo mismo. Estos bulbos resurgen para ser lo que ya fueron. Como dijo Ionesco, “no hay nada nuevo bajo el sol, incluso cuando no hay sol”.

La posibilidad de cambio, es decir, la generación de una planta nueva en el jardín, está en las semillas que produzcan las flores de los bulbos existentes. Esa es la única posibilidad de verdadero cambio… a menos que estos bulbos pudiesen, al terminar el invierno, no ocultarse bajo tierra como cada verano, sino, inesperadamente, resistir.

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