"En el tiempo de la granada, la gallina no pone nada" dice el refrán, basada en la coincidencia de la fructificación de esos maravillosos granos rojos con la espelecha anual de las aves, o sea que tiran las plumas –frente a osear que es espantar aves domésticas— y tienen calentura, según galleros.
Un bando de pavos reales con mal aspecto, dejan tras de sí, retahíla de largas plumas de sus colas, y si las recoges, adornan elegantemente cualquier centro o jarrón. Las plumas se usan de separador de libros y las vistosas pequeñas se engarzan artesanalmente en forma de broches o incluso pendientes a la venta en mercadillos.
Con grandes plumas de aves de gansos, pavos, halcones, cisnes, y cuervos para el trazo fino —preferentemente una de las cinco de la punta de alas— se hizo posible el gran desarrollo de la escritura a mano. "La mejor arma, la pluma".
Tiene relevancia histórica el quetzalapanecáyotl, una verdadera joya compuesta por 222 plumas de distintas aves como la cotinga de azulejo, espátula plateada rosa, pájaro ardilla, quetzal, y otras aves no identificadas.
Las aves de granjas intensivas convencionales al ser sacrificadas antes, no saben lo que es la muda de sus plumas, pues eso de comer y no producir, no justifica económicamente su existencia.
Recuerdo lo especial del caldo de gallina vieja, hoy en día sólo posible probar en ventas de prestigio local y en casas con gallinas de razas autóctonas como utreranas y andaluzas de su corral. "Las plumas hacen a las aves hermosas".
Un cartel con un arco iris de plumas silvestres, identificadas por sus nombres comunes, hace posible un collage de tonalidades recordatorio de nuestro paisaje rural. Una manera de poner en valor nuestros pájaros, y por tanto su existencia. Otra opción hacer un atrapasueños.
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