Ficción climática 7: las mujeres cogen el timón

Lo cierto es que cada vez más autoras acuden a la ciencia ficción para expresar lo que tal vez no vean forma de plasmar en la literatura llamada "realista"

Una protesta contra el cambio climático, en una imagen de archivo.
Una protesta contra el cambio climático, en una imagen de archivo.

Que Almudena Grandes, en su novela póstuma “Todo va a ir mejor” (2022), escogiera el registro de la ciencia ficción para mostrar su preocupación por la involución social, el creciente poder de las clases poderosas y sus empresas, la capacidad de manipulación de los medios, hasta el punto de llegar a una auténtica distopía, es toda una reivindicación de un género que muchas veces se ha considerado menor o ajeno a la buena literatura.

Y, sin embargo, lo cierto es que cada vez más autoras acuden a la ciencia ficción para expresar lo que tal vez no vean forma de plasmar en la literatura llamada “realista”. Es creciente el número de autoras feministas que acuden a la Ciencia Ficción para expresar sus angustias ante un presente opresivo, o sus temores hacia un futuro incierto y opresivo, o también para alimentar desde la literatura sus anhelos de cambio y aspiraciones para el mismo.

El papel y el peso de las autoras en la literatura de ciencia ficción se hace notar como ha analizado la autora Kameron Hurley. Este papel creciente se ha materializado, por ejemplo, en los premios Hugo (que son algo así como los Oscar para la literatura de Ciencia Ficción). También en España se ha reflejado en la concesión de los premios Ignotus, donde cada vez las mujeres tienen un mayor protagonismo.

Y esta creciente influencia de las autoras y de las ideas feministas alcanza sin duda a la Ficción Climática. De hecho, en esta pequeña serie sobre Ficción Climática que hemos ido publicando en La Voz de Sur, se habrá visualizado que buena parte de las obras reseñadas han sido escritas por mujeres. Ahí están Charlie Jane Anders, Kira Jane Bruxton, Emmi Itarante, Maja Lunde, Jean Hengalnd, sin dejar de recordar a las pioneras de la ficción climática como Ursula K. Le Guin, Octavia E. Butler o Margaret Atwodd.

Dice la editora y periodista Carly Nairn en Sierra Magazine que en el género emergente de la ficción climática las mujeres están tomando el timón. Y creo que lo afirma con toda la razón, visto desde mi particular atalaya de seguidor entusiasta del género. 

Pienso que esa realidad refleja por un lado los cambios sociales que se están consolidando por la lucha de las mujeres, pese a la cada vez más envalentonada y agresiva cruzada antifeminista de las derechas.

Creo además que, como se ha señalado antes, la CF ofrece para muchas autoras herramientas narrativas que permiten reflejar mejor sus preocupaciones, ansiedades y anhelos.

Por último y en particular en lo que se refiere a la ficción climática, creo que el creciente de las autoras tiene una relación directa con la cada vez mayor incidencia del ecofeminismo, que resulta ser una propuesta  integradora para repensar el presente y construir el futuro.

Pero bueno como va precisamente de ficción climática me atrevo a recomendar dos novelas de esas que te enganchan.

Una de ellas es Conducta Migratoria (2014) de la autora -novelista, ensayista, poeta- estadounidense Barbara Kingsolver. Sus posicionamientos abiertamente críticos en la guerra de Irak o Afganistán, o su empeño por el respeto al medio ambiente, incluso en cuanto al consumo familiar, o su compromiso con una literatura que promueve la justicia social, hace de Kingsolver una autora peculiar. Pero no es una mera propagandista. Es una excelente narradora, tan sensible a las interacciones humanas y las dinámicas familiares como a las ecológicas.

Esta obra que recomiendo, Conducta Migratoria, es realmente un trabajo impresionante. Kingsolver ha escrito un libro maravilloso ambientado en la ciudad ficticia de Feathertown, en los Apalaches. Nos encontramos allí a Dellarobia Turnbow, de 28 años, que vive en una granja, decepcionada con su matrimonio y con su vida, y en trance de acudir a cita adúltera. De camino a la cita con ese amante, tropieza con un acontecimiento que le cambiará la vida: una ladera cubierta de mariposas monarca anaranjadas que parecen como fuego en el paisaje.

La apariencia majestuosa y misteriosa de las monarcas, permite a Dellarobia alcanzar la fama en Internet como descubridora de un fenómeno que confunde la comprensión humana de la migración de mariposas. Que las monarcas intenten pasar el invierno lejos del calor del sur -suelen invernar en México-, no tiene precedentes. Los lugareños ven su llegada como un mensaje de Dios. En cambio, un eminente entomólogo, Ovid Byron, que viene a investigar, le echa la culpa a un agente muy diferente: el cambio climático.

Kingsolver ofrece un buen elenco de personajes, a quienes les da contenido y sustancia. Contrapone ingeniosamente los eventos de la naturaleza que definen la historia con las experiencias de sus personajes. Y nos permite comprender mejor cómo viven el calentamiento global real las personas reales. No sigo, pero recomiendo no dejar de leerla.

La otra novela que os propongo en Diarios del CO2 2015 (2008) de la británica Saci Lloyd. Aunque se trata de una novela inicialmente dirigida a un público juvenil, lo cierto es que tiene un potencial extraordinario.

Se trata de una novela que podría encuadrarse de lo que se llama en ficción climática “apocalipsis suave”, narrando los cambios que se producen no tanto como resultado un cataclismo tipo explosión nuclear, sino como la acumulación de una serie de crisis continuas, a veces poco considerables en la vida cotidiana hasta que se convierten en un cúmulo insoportable. 

Este es el enfoque los libros Diarios del CO2 (Lloyd ha escrito también Diarios del CO2 2017). Está ambientada en un futuro cercano, donde el Calentamiento Global ha llegado hasta el extremo de que Inglaterra decidió racionar el Carbono. ¿Cómo se organiza que cada persona tenga un ímite de emisión de CO2? ¿Cómo se vigilan las infracciones y como se penalizan? 

Y todo ello se nos cuenta a través de los diarios de Laura, una chica de dieciséis años, con todos los problemas de la adolescencia. Bueno, a mí me enganchó y me hizo pensar como me apañaría yo si me impusieran un límite de emisión personal.

 

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