Manifestación reciente a favor de la repoblación y salvación del intramuros jerezano. FOTO: MANU GARCÍA
Manifestación reciente a favor de la repoblación y salvación del intramuros jerezano. FOTO: MANU GARCÍA

Estoy siguiendo con atención los anuncios que todos los partidos están haciendo en sus programas electorales (los que lo tienen) y en medios de comunicación y redes sociales sobre el plan que van a seguir respecto al centro histórico y qué grado de importancia y prioridad le dan al asunto dentro de todos los problemas que arrastra esta ciudad de forma ya crónica. Debo decir que todos los partidos sitúan la problemática del centro histórico en el primer o el segundo lugar dentro de su lista de actuaciones perentorias y de inmediata puesta en marcha. Antes no era así, lo cual supone un cambio en la tendencia de esta ciudad, ante cuyos habitantes se le presenta el tema centro histórico como algo que, presuntamente (ya te digo si presuntamente), se va a abordar de forma prioritaria independientemente del partido que elijan votar. Ya no son los amargados vecinos del centro histórico, tampoco los comerciantes anquilosados que no están dispuestos a tener abierto su negocio 24 horas al día; no son los defensores del patrimonio, como la extravagante Esperanza de los Ríos, quienes alertan de lo que puede ocurrir. Ya los partidos parece que, presuntamente (otra vez), comienzan a asumir lo que es inevitable. Por algo será, y me congratulo por ello por la parte que me toca.

Pero no nos engañemos: el centro histórico no es un tema que haga que la gente incline el voto hacia uno u otro lado. Debemos ser realistas en ese sentido y tener presente que el proceso de concienciación de la ciudadanía, un trabajo de años y años, está aún en sus comienzos. Todavía somos minoría en esta ciudad los que tenemos clarísimo que la defensa, revitalización y repoblación del centro histórico y su salvación es directamente proporcional a la salida de toda la ciudad de ese túnel tan oscuro en el que nos metieron hace tanto tiempo que no se atisba la luz al final, pero en el que tampoco acertamos ya a recordar cómo era esa luz en el comienzo cuando giramos la cabeza.

Es época de balances y análisis. El domingo son las elecciones municipales y los editoriales y columnistas de los medios de comunicación se afanan por hacer prevalecer su visión de las cosas, prácticamente como si fueran miembros de este o aquel partido. A menudo los medios, en lugar de favorecer y dar una imagen de imparcialidad contando TODO lo que pasa de forma aséptica, contribuyen a la polarización de la población y a su enfrentamiento. Mala cosa. Muy pocos son independientes, si es que existen. Yo, desde luego, no me voy a dejar llevar por la complacencia ni el servilismo, como ha pasado con alguno que otro. Si hubiera que hacer un balance cuantitativo de estos cuatro años para el centro histórico y lo comparamos con los cuatro años anteriores, el balance, aunque sorprenda (a mí no, en absoluto), es prácticamente inédito y se reduce a la apertura de una calle y a una actuación concreta. Si el gobierno anterior abrió la calle Vid y consolidó Riquelme, éste ha abierto la calle San Blas y ha urbanizado la plaza Belén. El resumen es cuantitativo, no lo olvidemos. Si entramos en la calidad de las actuaciones, entonces la diferencia es abismal y así hay que reconocerlo.

Pero claro, la pregunta es, ¿está el centro histórico mejor que hace cuatro años? La respuesta, que verdaderamente da una dimensión real del tema, está en la dolorosa contestación a estas otras tres cuestiones: ¿vive más gente en intramuros que hace cuatro años? ¿Se ha revertido en algo la ruina patrimonial y social? ¿Han crecido los negocios en intramuros, haciendo crecer también la actividad económica? y a estas se le podrían sumar otras más, como: ¿Ha aumentado el número de equipamientos públicos en la zona? ¿Se ve más limpio y cuidado el entorno histórico? ¿La movilidad y el acceso es mejor ahora y se ha rehabilitado el pavimento? ¿Es el espacio público realmente lo que su nombre indica?

Podríamos seguir y seguir formulando preguntas y respondiendo a cosas que son más importantes que una actuación aislada, por muy grande y necesaria que haya sido. Conformarse con el arreglo de una plaza y decir sólo por ello que la zona está mejor, es como fiar la mejora de la ciudad entera al funcionamiento de cuatro fuentes.

Pero es que la comparación entre los dos últimos gobiernos es igualmente idéntica en los incumplimientos y mentiras: en la anterior legislatura, se prometió, con el dinero de la venta de Ajemsa, la rehabilitación de Barranco 4 y 6, la rehabilitación del Tabanco del Duque, la construcción de una plaza donde antes estaba el edificio de la ONCE o la urbanización del entorno de San Juan de los Caballeros. Nada se realizó. En esta legislatura se prometió, con cargo a los fondos europeos, la realización del eje Arroyo-Asunción, la rehabilitación de Riquelme o las actuaciones anteriormente nombradas en el Tabanco del Duque y San Juan de los Caballeros. No, definitivamente estamos equivocando la pregunta principal. No deberíamos preguntarnos si estamos mejor o peor. La pregunta es la misma desde hace décadas y no somos capaces de cambiar la respuesta y nos dedicamos a marear la perdiz y a desviar la atención. La pregunta es, siempre lo ha sido: ¿ha cambiado algo?

Ignoro si es el conformismo o hay algo tras ciertas opiniones interesadas que buscan mostrar como un logro que la administración cumpla con unos servicios mínimos que está obligada a prestar con la mayor dignidad. De esta forma siempre obtendremos una población aborregada que se conforme con las migajas de lo que en realidad se le debería proporcionar. Imagino que para muchos políticos y afines será muy satisfactorio que sus ciudadanos se conformen con ver la vida pasar junto a autobuses y camiones de basura, sin aspirar a que su ciudad sea más de lo que es. Y son muchos los que colaboran en ofrecer esa imagen por interés o convicción, me da igual. Por lo visto muy pocos se percatan de que lo fácil es hacer las cosas bien y no ir a peor de forma sostenida. Eso es lo difícil, y Jerez se está convirtiendo en un enorme circo lleno de unos ciudadanos en el rol de trapecistas buscando, y consiguiendo, realizar el más difícil todavía durante décadas.

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