Tal vez el Ayuntamiento debería impulsar la participación ciudadana, valorizando los esfuerzos particulares por contribuir al reverdecimiento de la ciudad.
Varias ciudades, como París, se han sumado recientemente a la iniciativa de reverdecer la ciudad, aprobando unas leyes que permiten al ciudadano obtener una licencia para crear y mantener un mini-jardín en el lugar que le plazca dentro el espacio público urbano, frente a su casa o en el lugar de trabajo. El objetivo es convertir la ciudad en un pulmón verde de aquí al 2020 gracias a la participación ciudadana. Estos mini-jardines urbanos se plantean además como espacios de sociabilización y de intercambio con los vecinos.
La licencia para 'vegetalizar' la ciudad apenas requiere burocracia: se puede obtener en el plazo de un mes, con validez hasta tres años renovable. Junto con la licencia, el Ayuntamiento entrega un kit de plantación que incluye tierra y semillas, una lista de consejos destinados a la defensa del concepto de jardín sostenible, además de una carta de responsabilidad por la cual los ciudadanos se comprometen a cuidar del bienestar y de la estética de las plantas.
Tales leyes, aparentemente tan novedosas, no hacen sino rescatar, promover y oficializar la vieja práctica de decorar espontáneamente las calles, las fachadas y los patios de vecinos con macetas y jardineras floridas.
En Jerez, y en general en Andalucía, las calles se 'vegetalizaban' comúnmente (en ambos sentidos de esta palabra), pero con el paso de los años esta costumbre se perdió casi totalmente, conservándose apenas en algunos puntos como en éste de la foto, próximo al campus universitario.
En los actuales momentos de penuria en las arcas públicas, cuando muchos jardines urbanos de Jerez dan señales alarmantes de degradación, suciedad y abandono, tal vez el Ayuntamiento debería impulsar la participación ciudadana, valorizando los esfuerzos particulares por contribuir al reverdecimiento de la ciudad.
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