Personas trabajando en el campo.
Personas trabajando en el campo.

Aunque no podamos adivinar el futuro, sí que podemos trabajar para modelarlo. De hecho, lo estamos haciendo permanentemente desde que la humanidad está sobre el planeta Tierra. Cada cual, con su modo de vida, con su trabajo y con sus hábitos de consumo.

Si bien nos resulta muy difícil ver como intervenimos a nivel individual, si podemos ver cómo se va transformando nuestro modo de vida y, al mismo tiempo, cómo se transforma todo lo que nos rodea, la naturaleza que nos acoge y nos alimenta, cómo afecta nuestra especie al resto de las especies que habitan.

Muchas voces están poniendo de manifiesto el deterioro del medio ambiente y el modo tan dramático que nos puede afectar en las próximas generaciones e incluso en la nuestra.
Alteraciones del clima que incrementarán los daños catastróficos en amplias áreas en las que no estábamos habituados a verlos, pérdidas importantes de cosechas que incrementarán la población hambrienta y desnutrida, nuevas enfermedades en animales y en humanos que pueden causar mucho sufrimiento y mortalidad, y un crecimiento imparable de muchas dolencias que nos hacen la vida menos agradable.

La gran cantidad de productos químicos que utilizamos y que entran en nuestro cuerpo a través del aire, de los materiales que nos abrigan, del agua y de los alimentos que ingerimos, constituyen un coctel cuyos efectos no hemos estudiado suficientemente, pero sobre lo que ya se están levantando alarmas inquietantes porque pueden interferir de un modo muy amplio en nuestra regulación endocrina.

Los incrementos de alergias e intolerancias a alimentos modifican los hábitos de vida y de alimentación, y la población lo percibe de un modo distorsionado, especialmente con la catalogación de alimentos buenos y malos, modernos y antiguos, inflamatorios o no antioxidantes, alcalinos o ácidos, etc. Y no suele ser un problema del alimento sino de una respuesta equivocada del sistema de defensa, que no entendemos bien y que todavía no podemos corregir en muchos de los casos. Ya se pueden encontrar dietas de lo más disparatadas desde una perspectiva nutricional, pero que alivian, al menos pasajeramente, el malestar.

Pero aún con todo, pesan tanto en nuestras preocupaciones las guerras, que nunca cesan, y sus efectos en una economía que nos exprime al antojo de poderes no democráticos. Cada día nos sentimos más pequeños e indefensos en un mundo que se torna más hostil, y vemos el retroceso social y del bienestar para la mayor parte de la población, al mismo tiempo que crecen las grandes fortunas exprimiendo a los trabajadores sin que nuestro estado pueda evitarlo.

Queremos huir de este modelo y volvemos la mirada al medio rural, con añoranza, apreciando lo que nos ofrece y que no podemos obtener en las ciudades: naturaleza próxima, tranquilidad, alimentos de proximidad y de cultivo propio, … Pero necesitamos altos ingresos que nos permitan mantener el nivel de vida, y que son muy difíciles de conseguir en un pueblo. A pesar de que las telecomunicaciones han mejorado y los servicios básicos están razonablemente atendidos, no todas las actividades admiten teletrabajo.

Y vivir del campo, de la agricultura y ganadería, es una aspiración inalcanzable para la mayoría. Se requieren muchos medios para iniciar una explotación agraria, tierra, maquinaria, capital, formación, … que permita sostener una familia. Por eso regresan las personas jubiladas, mientras su autonomía y su salud se lo permite, y resulta extraordinaria la instalación de personas jóvenes.

¿Qué podemos hacer para favorecer la vuelta al campo, para desacelerar el despoblamiento de los pueblos?
En primer lugar, es una cuestión de convencimiento personal, de valores, de prioridades, de situación familiar, de edad, de coraje. Ha de ser fruto de una profunda reflexión, de analizar las posibilidades reales, más allá del romanticismo, de compartirlo en el núcleo familiar.

En segundo lugar, se requiere un cambio en las aspiraciones. Hay que dejar atrás algunas ventajas que nos ofrecen las ciudades relacionadas con los servicios culturales y de ocio, la oferta diversa en educación y salud, las relaciones habituales, etc.

Y también las administraciones pueden facilitar el acceso a la financiación para el emprendimiento de diversas actividades, y el teletrabajo de los funcionarios en la medida que resulte posible. Y facilitar el inicio de las actividades exceptuando transitoriamente de algunos requerimientos normativos que resulten posibles y que permitan menores inversiones.

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