Historia basada en hechos reales.
Una persona aún titulada sobre la materia en cuestión plantea mi asesoramiento desinteresado para la elección de especie junto a su piscina de nueva construcción. Objetivo de jardín de bajo o nulo mantenimiento, con árbol, sin raíces potentes que puedan afectar a su imprescindible baño temporal, con la necesidad de alcorque muy reducido —en la práctica, ahorcado del cuello de la raíz lo ideal—, sin necesidad de poda, de hoja perenne —la recogida de hojas le molesta—, sin frutos que ensucien el suelo alicatado —dice que el césped xérico tiene mucho trabajo de corte—, de rápido crecimiento —la sombra natural es un bien muy preciado y no es cuestión de esperar mucho—, insensible a enfermedades y plagas, de carácter xérico mediterráneo —el agua de lluvia le sea suficiente aunque haya sequía—, que no favorezca la nidificación de pajaritos en él -—os cánticos mañaneros y barrer los excrementos no le gustan— y por supuesto que fuera autóctono.
Le recomendé una sombrilla de brezo autóctono, hecha de diámetro variable según necesidades, durabilidad años —no como el brezo foráneo—, fácilmente montable sin necesidad de instrucciones, y de procedencia Cortes de la Frontera, elaborada por lugareños con materiales recogidos in situ en el Parque Natural de los Alcornocales.
La piscina la disfruta tres meses al año y el árbol toda la vida, si tenemos la educación desde pequeños de la responsabilidad de nuestros actos y decisiones.
Hoy en día se implementa la ciencia de los sensores para medir las diferentes funciones del árbol individual, desde fijación de CO2, nivel y alcance de sombra producido, estado de salud —midiendo savia circulante— y hasta su estabilidad, fundamentales para prever su posible caída tan de actualidad.
Lo artificial se impone y lo natural molesta en el ámbito urbano, y más aún en mentes urbanitas. Nuestros responsables políticos han de tener altura de miras, según RAE, "elevación moral de intenciones o propósitos".
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