Imagen de archivo de la bandera de Andalucía.
Imagen de archivo de la bandera de Andalucía.

En 1983, en pleno triunfo del PSOE, Carlos Cano escribía La metamorfosis. Solo un granaíno podía explicar con ese arte cómo el éxito de los chicos de barbas, que de todo se olvidaron, transforma el ideal de la lucha en el ideal de la gastronomía. En vez de mariposa, la oruga se convierte en murciélago. Si tuviera que definir en qué consiste la "malafollá", esa mezcla de ironía amarga y lucidez tierna (tanto monta), creo que este sería uno de los mejores ejemplos.

En 1982, Julio Numhauser, uno de los fundadores de Quilapayún, escribía en su exilio en Suecia. Cambia, todo cambia. Causas o azares, no lo sé, la historia tiene este tipo de sincronías. O, tal vez, es que los puntos se unen cuando se miran desde el futuro.

Todo cambia, efectivamente. A veces es el éxito, a veces la derrota. La vida es una sucesión de cambios. Desde el milenario oráculo chino I. Ching, hasta nuestros días, pasando por Heráclito, sabemos que "lo inmutable es la mutación".

Y al hilo de las mutaciones, las hay felices, como que la derecha andaluza empiece a asumir que el 4D es el Día Nacional de Andalucía. La fecha en la que el pueblo andaluz parió una nacionalidad histórica es uno de los elementos simbólicos más potentes y más legitimadores para quien gobierna la Junta de Andalucía.

Declararán el 4D como el día de la bandera. Yo hubiera preferido que fuera el día del pueblo andaluz, porque de nada sirve una bandera, aunque sea de jazmines y trigo verde, sin un pueblo que se cobije en ella y la levante para quitar las penas y el hambre, para reclamar la tierra y la libertad, el pan y la alegría.

Pero, al margen de esta particularidad, es, sin duda, una buena noticia que los y las herederos políticos del "andaluz este no es tu referéndum" (posición política de la UCD en el gobierno de España ante el referéndum del 28F) se transformen en los defensores del Día de la Bandera y asuman ahora la potencia simbólica cargada de futuro del 4D. Está por ver si se trata de un gesto, una pirueta inteligente, una batalla cultural, para diferenciarse de Vox (y cierra España) y del PSOE (que acaba de crear los premios 4D como marca de calidad andalucista), o un compromiso de aprobar ahora en el Parlamento de Andalucía una ley que rechazaron dos veces antes, la última hace dos años. Teresa Rodríguez conserva el texto que presentó y que escribieron José Luis Serrano y Antonio Manuel, me permito sugerirlo por si buscan una buena ley. 

Lo veremos pronto, que en unos meses hay elecciones, el andalucismo está en la cresta de la tercera ola (según la afortunada nomenclatura de Javier García). En cualquier caso, y aunque sea solo un gesto, la derecha gana en lo simbólico.

Otra cosa es lo real, el reciente informe sobre la pobreza, el invierno que llega aunque no quiera, los servicios públicos en lista de espera… 

El 4D es, además de la convocatoria de un poder andaluz (soberanía), un proyecto de país, un proyecto social: acabar con el paro, trabajo, escuela, medicina y hospital, ser como “las que más” para no tener que emigrar…. Ahí son las y los andaluces quienes tienen todavía todo por ganar. 

La Junta de Andalucía era para ganar todo eso. Para que el pueblo que levantó la bandera viva una vida buena. Por eso el 4D sigue siendo una meta, no un punto de partida. Es más esperanza que memoria. Tiene más que ver con el futuro que con el pasado.

Y eso, la lucha por una vida buena para la mayoría de las y los andaluces, exactamente eso, es andalucismo.

Lo demás es gastronomía.

De las mutaciones infelices hablaremos otro día.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído