Ya nos queda ná y menos para ir a votar a estas autonómicas por sorpresa, por obra y gracia de la presidenta Díaz y con una difícil explicación del porqué del adelanto primaveral.
Huele a primer round, simplemente.
Entre tanto en Madrid, las de mayo se animan y, en este caso, el aroma es de primavera sesentaiochesca. Mis amigos, que aún me quedan en la capital, están ilusionados en la escena política de la jueza Manuela Carmena. Por fin, la izquierda planta cara a una derecha encabezada por una Esperanza Aguirre que resulta incómoda a sus propios compañeros de partido. Hay gente que estaría más cómoda en formaciones más abiertamente afines a la francesa Marie Le Pen; y si no al tiempo.
Saltando de asunto cual conejito de Alicia, nos plantamos de lleno en las vacaciones de Semana Santa. Y lo que yo me cuestiono es si podríamos los gaditanos ofrecer a los hipotéticos turistas una oferta atractiva que complemente la religiosidad tópica, o más bien ampliar el abanico de ocio a lo que ya otros hacen muy bien: el turismo cultural.
Playas, suavidad climática de carácter ya tenemos; de las mejores.
Lo que opino es que necesitamos hacer crecer el tejido cultural, expositivo, teatral, cinematográfico, etcétera, en fechas donde al ciudadano del interior le apetezca venir a pasar unos días con nosotros y que a su regreso esté tan pleno que se lo cuente hasta a su vecina Pepita.
En Málaga lo tienen claro; mi buen alcalde De la Torre quiere pasar a la historia como el hombre que impulsó el epicentro de la Costa del Sol hacia la capitalidad cultural de Andalucía. A un Centro de Arte Contemporáneo, un Museo Picasso y Casa Natal, un Museo Municipal, un Carmen Thyssen y La Térmica, se unen en breve la sede del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo y el Pompidou francés, ambas de la mano de mi buen amigo José María Luna. Esta actividad expositiva frenética y de calidad da oxígeno económico y alimento visual y vital a los habitantes de Málaga y a sus cada vez más punteros visitantes. Ese es el camino. No me cabe duda.
Tenemos los contenedores, los espacios expositivos más que suficientes para asumir el reto, lo que hace falta es llenarlos de contenidos polivalentes, arriesgados, sugerentes, sensuales, actuales, emocionantes en suma. Y con estos mimbres, el hombre de Hamelín, atraerá con dulzura e ímpetu a ese turista inteligente que deseamos.
Coordinémonos.
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