Algo ocurre en la Feria del Caballo. Algo extraño. Cuando llevas cuatro horas en la Feria te miras los zapatos –hablo de calzado masculino- y dices “hombre, pues no están mal, parece que están resistiendo”.
Algo ocurre en la Feria del Caballo. Algo extraño. Cuando llevas cuatro horas en la Feria te miras los zapatos –hablo de calzado masculino- y dices “hombre, pues no están mal, parece que están resistiendo”. Y nada, te vuelves tan feliz hacia la barra o te asomas a la puerta de la caseta a ver pasar al personal. El tiempo pasa y de repente cuando llevas seis horas en la Feria te da por mirarte otra vez los zapatos –puede parecer una ocurrencia rara, pero si se piensa bien tampoco en la Feria hay tantas cosas que hacer- y descubres que no hay ni resto de la negrura original con la que entraste en el Real, nada que ver con ese punto pasable que presentaban apenas dos horas antes.
Como de golpe, todo el polvo de la Feria y un buen surco de rebujito en el zapato izquierdo –cosas de los zurdos- han venido a ocupar de forma íntegra el espacio de que dispone un número 44, que es bastante. No está muy claro qué ocurre durante esas dos horas que van de la cuarta a la sexta, pero son críticas, entre otras razones porque ya cuando se pasa de la sexta lo de menos es el estado de los zapatos. Un equipo multidisciplinar se ha hecho cargo ya de las primeras investigaciones y se espera que aporte sus resultados una vez que se comparen con las mediciones programadas en eventos similares como los de Sevilla y Sanlúcar.
Sin embargo, este cronista ha tenido acceso al nombre de algunas de las ponencias que se están elaborando acerca de este extraño fenómeno. El rebujito, un inusitado imán para el polvo, sin especificar más, por cierto; Jump: para partir tarima no hace falta ser Cristiano y El acelerador interno de partículas o los poderes de fino: una falsa disyuntiva son los nombres que han trascendido por ahora y que, a buen seguro, terminarán por arrojar luz sobre esta situación que hasta hoy no ofrece más que sombras.
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