El 10 de diciembre de 1948 se publicó la Declaración de los Derechos Humanos, cuyo articulado constituye el eje de trabajo de nuestra entidad. El mundo acababa de atravesar, con la II Guerra Mundial, una de las épocas más terribles y oscuras de su historia. Tras ella, existía en el planeta un sentimiento unánime de comenzar una vida nueva, dejar atrás todos los horrores vividos e iniciar una época de libertad, cooperación, solidaridad y derechos.

Es curioso, cuando estos días de pandemia miramos los informativos y/o las redes sociales nos llegan mensajes también en clave bélica: “la guerra contra el coronavirus, los héroes que están en primera línea, hay que vencer al enemigo invisible, la batalla será larga...”. Y no hemos podido evitar el paralelismo, aunque difícilmente se podría calificar a esta crisis como si fuera una guerra.

Queremos pensar que la Humanidad, cuando consigamos superar la pandemia, empezará, como en aquel entonces, una nueva época. Nada será igual, nos dicen. En la Apdha queremos recordar aquí algunas de las cosas que estamos aprendiendo estos días terribles, para tenerlas presentes, para que no se nos olviden: 

  • La primera lección es que un sistema político, económico y social construido sobre la codicia, las ganancias, el mercado y la privatización de todo, no puede abordar ninguna crisis de esta magnitud. No está preparado. El neoliberalismo feroz que inauguraron Reagan-Thatcher ha quedado gravemente tocado.
  • La salud es lo más importante, y no somos nada sin un sistema sanitario público y fuerte, donde todas y todos encontremos la ayuda necesaria. Pero no necesitamos héroes, no nos vale solo el aplauso de las ocho de la tarde. Necesitamos profesionales suficientes, sin recortes, que estén dotados de los materiales necesarios, y cuidados por el sistema. Una sanidad pública, universal y gratuita. Nuestra joya de la corona, nuestro orgullo.
  • Esta pandemia también nos ha hecho ponernos en la piel de las personas migrantes, que si siempre vieron postergados sus derechos, ahora quedan descarnadamente visibles. Esta crisis ha demostrado la fragilidad de un modo de vida occidental que parecía intocable, y que puede derrumbarse de la noche a la mañana. Y ha puesto de relieve como nunca se quiso reconocer que las personas migrantes son ya nuestros vecinos y que forman parte esencial de esta sociedad.  

Quizás sea interesante el ejercicio de pensarlo al revés: es como si tuviéramos que atravesar el estrecho y refugiarnos en África donde parece que, afortunadamente, el Covid-19 ha golpeado menos. Quizás nos recibirían y nos acogerían. ¿O levantarían muros con concertinas, como nosotros?

  • Ya nos lo imaginábamos, pero la crisis nos lo ha confirmado: Europa no es más que un supermercado. La vieja idea de la Europa solidaria, baluarte de la democracia, está tambaleándose, demostrando que, ante esta pandemia, lo primero es salvarse cada uno. La postura de algunos países del norte de Europa como Holanda nos será difícil de olvidar. Un supermercado de cuyos estantes desaparecieron de pronto las mascarillas y respiradores necesarios, vitales.
  • Es necesario reconocer que ese egoísmo, ese sálvese quien pueda también ha calado en alguna gente, que ha intentado llenar sus carros de productos que escaseaban. Cuando también éramos conscientes de la necesidad de compartirlos. Lamentable.
  • Pero es cierto, y lo que queremos resaltar más es que ha emergido lo mejor de cada uno de nosotros y de nosotras. De pronto hemos descubierto como la persona que trabaja en un supermercado, haciendo transportes o limpiando son tan importantes como quienes se dedican a la docencia o la sanidad. Somos necesarios todos, juntos y juntas.
  • Lamentablemente, hemos podido constatar lo que ya sabíamos, y es que, en esta como en todas las grandes crisis, siempre pierden los más débiles, los más humildes, los que tienen menos posibilidades de resistir. Hasta que fueron apareciendo nuevos héroes, apoyando a los mayores casa por casa, recogiendo y protegiendo a las personas sin hogar, llevando lo necesario a las personas que ejercen la venta ambulante, recopilando y repartiendo alimentos. 

Solidaridad imprescindible en todo momento, que nos honra como sociedad. Héroes a los que aplaudiremos siempre, pero que no serían tan indispensables si de una vez por todas consiguiéramos lo que nuestra entidad lleva años reclamando: un sistema social estable y protector para todos y todas, que todas las personas tuvieran lo mínimo indispensable para vivir con dignidad, con epidemia o sin ella.

  • Parece que por fin hemos empezado a valorar a nuestro profesorado como se merece. Quizás aun no hemos sido lo bastante conscientes de cómo fueron capaces de reconvertir su trabajo de aula en 24 horas. Como han intentado llegar hasta la última casa, hasta el último niño y niña, para que tuvieran su trabajo cada día. Nadie los había preparado para esto, pero lo han hecho, y de la noche a la mañana.
  • Hemos visto cambiar el aire de nuestras ciudades, hacerse más limpio, más respirable, hemos observado como la naturaleza ha agradecido nuestro confinamiento y se ha puesto a restañar sus heridas para ofrecernos de nuevo la casa verde en donde vivimos. Tiempo hemos tenido para pensar en nuestros hábitos de consumo, de descubrir que tampoco necesitábamos tanto. Una lección imprescindible para nuestro futuro.
  • Con el paso de los días, el encierro se nos ha hecho duro. Es importante recordar aquí la gran cantidad de personas mayores que viven confinadas en el piso, o las personas con discapacidad. Nosotros terminaremos bajando a las calles, pero ellos y ellas seguirán allí. Habría que ofrecerles también esa oportunidad. Es su derecho.
  • Nos parece también imprescindible no perder nuestra identidad como pueblo. Tenemos que volver a reconquistar nuestro espíritu mediterráneo, nuestra forma de relacionarnos, nuestra alegría, nuestra cercanía. Lo de las redes está bien, nos está resultando útil, imprescindible en estos momentos si se quiere, pero donde se ponga un abrazo...
  • Estamos a la espera de la reacción de la banca y de las grandes empresas. Nos la deben desde la crisis de 2008. De momento lo único que han hecho son gestos hacia la galería y anuncios tiernos para la TV. Es hora de suprimir dividendos durante unos años y que arrimen el hombro, como lo estamos haciendo, como lo haremos nosotros y nosotras.
  • Nos preocupa mucho que el control que se ha puesto en marcha para prevenir nuestra seguridad (p.ej. la geolocalización o los excesos policiales, o la aplicación indiscriminada de la Ley Mordaza que ya debía estar derogada), se convierta en definitivo por parte de gobernantes con inclinaciones autoritarias, y que nos quieren bien controladitos... Habrá que poner en marcha la recuperación de nuestras libertades individuales y colectivas a la mayor brevedad. 
  • Un importante sector de nuestra clase política nos ha vuelto a defraudar. Mientras unos intentaban poner soluciones con mayor o menor acierto, y no poca improvisación; otros han recurrido al populismo y a lanzar a las redes sociales un bulo tras otro, con la única finalidad de aprovechar esta situación tan dramática para sus propios intereses. 

Pero ha faltado, sigue faltando, unidad y sentido de Estado. Tomemos nota. El Estado tendrá que reinventarse al servicio de la democracia, la justicia y la equidad, y eso solo sucederá si las personas pueden imaginar una forma de vida diferente, una forma diferente de organizar la sociedad. Sería como reescribir una nueva declaración de los Derechos Humanos, una nueva declaración que como siempre, esta asociación se encargará de recordarle a la ciudadanía. Con pandemia y sin ella. 

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