Susana Díaz en el pleno de investidura de Juanma Moreno.
Susana Díaz en el pleno de investidura de Juanma Moreno.

Juanma Moreno ya es presidente de la Junta de Andalucía. Todo el mundo lo daba por muerto hace mes y medio. Todos en el PP preparaban su entierro y él ensayaba su epitafio para recitarlo ante los medios de comunicación la noche electoral del 2 de diciembre, en la que se vaticinaba que la suma de PSOE y Adelante Andalucía posibilitaría que Susana Díaz continuase en el cargo. Incluso había quienes pronosticaban que Ciudadanos podría seguir siendo, como lo fue la legislatura anterior, el socio principal del PSOE andaluz. Lo único que no se preveía es lo que finalmente pasó.

Todo el mundo pensaba que nunca podría pasar pero ha pasado. La derecha ganó por incomparecencia de los andaluces progresistas que no quisieron votar a Adelante Andalucía ni tampoco a Susana Díaz, quien no calculó bien el coste político de abandonar año y medio Andalucía para disputar un liderazgo del PSOE que finalmente perdió, dando la primera palada de su tumba política. En los peores pronósticos del PSOE andaluz, tampoco contaban con que Adelante Andalucía no amortiguase el golpe. ¿Quién le iba a decir a Susana Díaz, que le ha negado a Teresa Rodríguez el pan y la sal durante tres años y medio, que hubiera dado lo que no tiene por poder pactar con Adelante Andalucía?

Sea como fuere, la realidad es la que es y no es debatible ni opinable. El Parlamento de Andalucía ha vivido este miércoles un funeral más que una investidura. En las butacas del hemiciclo, destinadas a los invitados sin escaño, estaban las dos líderes sindicales de CCOO y UGT, Nuria López y Carmen Castilla, respectivamente; el alcalde de Sevilla, Juan Espadas; el presidente de Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos; Micaela Navarro, exenemiga de Susana Díaz y ahora inseparable políticamente tras el acuerdo entre el clan de Jaén que lideraba Gaspar Zarrías y el susanismo. Estaban los habituales, pero, sobre todo, llenaban los asientos ilustres no habituales que venían a sacar en hombros a Juanma Moreno.

Como zombies

Fuera del hemiciclo, en los patios del Parlamento, deambulaban como zombies los consejeros en funciones, en soledad o en compañía de sus respectivos gabinetes que serán cesados, a más tardar, el próximo lunes. Paseaban por los patios del Parlamento como auténticos zombies, con los mismos síntomas psicológicos que los que sufre una persona después de una tragedia en la que pierde a algún ser querido muy cercano. El PSOE andaluz ha llorado, pero todavía no ha procesado psicológicamente que ha perdido la Junta. Siguen sin creerse que el coche oficial ya no les esperará más en la puerta de casa a las 8 de la mañana.

Estremecía ver caminar en soledad, desgarbados, con los hombros por la cintura y la mirada perdida, a consejeros y diputados de orden como Sonia Gaya, Rosa Aguilar o Mario Jiménez, hombres y mujeres fuertes del núcleo de Susana Díaz que hace tres meses arremetían contra los manifestantes que defendían la escuela pública y ayer salieron a la puerta del Parlamento a gritar como cuando tenían 20 años y militaban en el sindicato o en el Partido Comunista.

Conmueve al más insensible presenciar el paseo solitario y reflexivo de Miguel Ángel Vázquez, consejero en funciones de Cultura y exportavoz de la Junta de Andalucía, que por no sacar no ha podido ni obtener su acta de diputado por la provincia de Cádiz, al sacar los socialistas solamente cuatro escaños en una provincia donde llegaron a obtener ocho actas en 2004. Parece un siglo pero solamente hace 14 años.

Hay que ser muy insensible para no verse conmovido por ese hilillo de voz con el que Susana Díaz ha votado en contra de la investidura de Juanma Moreno, llamada al voto por su inseparable Verónica Pérez, la ‘máxima autoridad’ y secretaria general del PSOE de Sevilla, que, como miembro de la Mesa del Parlamento, ha tenido que llamar uno por uno a los diputados y diputadas para que dieran su voto en contra o a favor del candidato popular.

Terapia psicológica

Posiblemente, los socialistas andaluces se nieguen a acudir a terapia psicológica hasta después de las elecciones municipales, donde intentarán salvar al soldado Susana Díaz, pero más tarde o más temprano tendrán que aceptar que tienen un serio problema que sólo se resuelve sentándose en un diván, reflexionando con franqueza y tomando decisiones que no se parezcan en nada a las tomadas hasta la fecha.

Quizás, de las primeras conclusiones que saquen es que la gente perdona la ineptitud, los errores, incluso medidas injustas y hasta la corrupción, pero que jamás toleran la soberbia, ese deporte olímpico con el que los socialistas llevan moviéndose demasiados años y que les ha valido para despreciar a periodistas incómodos, tratar a la oposición o compañeros críticos del partido con la punta del pie, bloquear órganos democráticos como el consejo de administración de la RTVA para que no entrara Podemos o nombrar con gente afín los órganos diseñados para servir de contrafuerte al poder político y evitar así el abuso de poder que ha terminado sepultando a una formación política que podía viajar desde Ayamonte (Huelva) hasta Pulpí (Almería) pisando pueblos con alcaldes del PSOE.

Si los socialistas hacen bien la terapia, a la que seguro se someterán más tarde o más temprano, uno de los primeros ejercicios prácticos que tendrán que hacer será pedir perdón al pueblo andaluz que los votó con mayorías absolutas y ellos las convirtieron en absolutistas, para privatizar servicios públicos, introducir en la administración a empresas del IBEX-35 que se han hecho desde con la gestión de limpieza de los hospitales públicos, pasando por el servicio que evalúa a los padres adoptivos y llegando hasta los centros de acogida de mujeres maltratadas o incluso de los menores que más rentables son cuanto más tarde se dan en adopción.

El PSOE, si hace los deberes, agradecerá en unos años haber sido desalojado del Gobierno andaluz, haberse regenerado, oxigenado y volver a pisar la calle después de años montándose por la mañana en un coche oficial que los volvía a dejar en la puerta de su casa por la noche. Se darán cuenta, fuera de la Junta de Andalucía, que además de las asociaciones creadas directamente por los militantes socialistas que han sido beneficiadas generosamente con convenios y subvenciones públicas, las cuales han sido usadas demasiadas ocasiones para patrimonializar órganos de representación de los movimientos sociales, como el Consejo de la Juventud o el Consejo Andaluz de Participación de las Mujeres, existe un movimiento social dinámico, fresco e independiente que lleva años mirando con desconfianza a un PSOE que ha hecho políticas que no tenían nada que envidiar a las que hará el nuevo tripartito de derechas.

Arrepentimiento

Quizás se arrepientan los socialistas, si hacen bien la terapia, de haber ninguneado las protestas sanitarias de Granada, haber dado carpetazo, con exceso de soberbia, a las proclamas de las asociaciones de padres y madres de alumnos que reclamaban una Ley de Bioclimatización, para que nuestros niños y niñas no se asen de calor en verano ni se congelen en invierno, o haber despreciado las protestas de colectivos precarizados y privatizados que pedían sacar de los servicios públicos a las multinacionales.

Tuvieron dos oportunidades de recapacitar y redirigir el rumbo. En 2012, cuando un pacto con IU los salvó de irse a la oposición, y en 2015, donde pudiendo pactar con Podemos se echaron en brazos de Ciudadanos y firmaron políticas de derechas y de recorte de ingresos con la misma alegría que lo hará el nuevo Ejecutivo andaluz.

Creyeron que la Junta les había caído en herencia y que nunca llegaría el día que saldrían del Parlamento andaluz, derrotados, sin pelotas a su alrededor, sin puestos que nombrar y sin el Boletín Oficial de la Junta (BOJA), que han usado en demasiadas ocasiones contra la voluntad de la gente sencilla que les ha perdonado todo menos la soberbia de creerse parte de una dinastía que se creyó intocable, hiciese lo que hiciese. Se acabó lo que se daba: empieza el vía crucis de un PSOE andaluz criado en las sedes y sin vinculación con una Andalucía que no se parece en nada a la que sale en los informativos de Canal Sur. Deseémosle suerte. La van a necesitar.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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