La gente ya no entiende el significado de la palabra devoción. Para la mayor parte de los católicos jerezanos de hoy en día, las prácticas devocionales no pasan del sentimentalismo subjetivista.

 

El exvoto en Jerez de la Frontera, es esa extraña ofrenda hecha a la divinidad en cumplimiento de una promesa o en agradecimiento por un favor recibido, especialmente la que se hace a Jesús, a la Virgen o a un santo que, generalmente, consiste en un objeto que se cuelga en la pared o en el techo de una capilla o iglesia.

Contemplada desde la distancia del hombre contemporáneo, parece algo ancestral, atrasado, procedente de sociedades no desarrolladas. Sin embargo, para el jerezano creyente, en su devoción halla el camino del corazón, la apertura que permite trascender el ego.

 

En esta ciudad, el culto de las imágenes sagradas no es contrario al primer mandamiento, que prohíbe los ídolos (Dt 6, 13-14), pues, “la honra prestada a una imagen remonta al modelo original” y “quien venera una imagen, venera en ella a la persona representada”. Para el jerezano católico, la honra prestada a las imágenes es una “veneración respetuosa”, y no una adoración, que es debida solamente a Dios.

 

Se entiende, en el Jerez religioso, por ejemplo el que se da en la Capilla del Señor de la Puerta Real, que la devoción es la entrega incondicional, el amor en éxtasis de abrirse y ofrecerse a una causa muy profunda. Algo muy difícil de interpretar para la sensibilidad de un mundo ajeno al local.

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Eduardo Arboleda Ballén

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