El policía que trabajó en la histórica almadraba de Sancti Petri: "Recuperarla daría vida y trabajo"

Francisco Muñoz Porra, antiguo vecino del poblado, se dedicó durante 16 años a este arte milenario que Chiclana busca revitalizar tras décadas sin actividad

Francisco Muñoz Porra, antiguo vecino de Sancti Petri que trabajó en la almadraba en los años 50.
Francisco Muñoz Porra, antiguo vecino de Sancti Petri que trabajó en la almadraba en los años 50. MANU GARCÍA
13 de diciembre de 2025 a las 19:05h

Ha vuelto la ilusión por recuperar la histórica almadraba de Sancti Petri, la más antigua de la provincia de Cádiz. Ha pasado más de medio siglo desde que se viera movimiento en este rincón de Chiclana que resuena a nivel nacional por su macrofestival con grandes artistas. “Ninguna almadraba cogía tantos atunes como esta. Le pusieron la niña bonita”, recuerda un hombre que sabe muy bien de lo que habla. Francisco Muñoz Porra (1939) fue uno de los primeros vecinos que habitaron en este poblado clave en la industria chiclanera. Sus abuelos, sus padres y él, procedentes de Barbate, trabajaron en este arte de pesca milenario que podría volver a resurgir tras años de negociaciones.

“Me hubiera gustado seguir viviendo en el poblado. Allí, no sé por qué, pero hasta el aire de la mar es bueno”, sonríe el nativo de Sancti Petri. Francisco está expectante tras la decisión de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (Iccat) de aumentar la cuota de pesca del atún rojo para la Unión Europea. Eso significa que el poblado que fue su hogar cuenta con opciones de volver a contar con su histórica almadraba. La decisión definitiva aún no se ha tomado.

“La almadraba se puede recuperar. Yo creo que uno de los que tiene que hacer fuerza sería el alcalde de Chiclana. Yo quisiera que la pudieran recuperar porque daría vida y daría mucho trabajo. Sería algo muy bonito para el pueblo. Yo no estaré vivo, pero creo que va a volver”, expresa este vecino al que le encantaría presenciar el renacer de una actividad que le dio alegrías durante una etapa de su vida.

Francisco, durante la entrevista con lavozdelsur.es.
Francisco, durante la entrevista con lavozdelsur.es.  MANU GARCÍA

Unas 500 familias que llegaron de distintas partes de Andalucía para trabajar en la almadraba se asentaron en Sancti Petri. Francisco era uno de esos niños que estudiaron en el colegio mixto y que respiraban la brisa marinera. “Cuando salía de clase me iba al río a coger almejas para ayudar a mis padres. Cogíamos latas vacías de la leche condensada, las llenábamos e íbamos vendiendo de puerta en puerta, a peseta la lata de almejas”, comparte Francisco desde el centro de mayores de Santa Ana, en Chiclana.

Cuando cumplió los 11 años, entró en la almadraba junto a su familia. En 1953, su abuelo, que era el guarda de la fábrica del Consorcio Nacional Almadrabero, por entonces propietario, movió hilos para que pudiera comenzar. “No tenía el folio de marino para embarcarme, pero mi tío, patrón, habló con alguien de la marina y me lo facilitaron, cuando eso se hacía a los 14”, ríe.

Desde muy pequeño conoció de cerca este trabajo que, en los años 50 era “muy pesado y muy peligroso”, pero que este chiclanero aprendió sin problemas. Francisco recuerda cómo, desde la embarcación El Pordito, tenía que enganchar por el ojo a los atunes vivos. “A veces no me entraba el gancho. Había atunes desde 100 hasta de 400 kilos”, comenta.

Hoja de notas del chiclanero sobre la historia de la almadraba.
Hoja de notas del chiclanero sobre la historia de la almadraba.   MANU GARCÍA

También se dedicaba a descargar el atún en el muelle junto a otros compañeros que venían de Isla Cristina, de Ayamonte, de Huelva o de Almería. En total, la plantilla estaba formada por 150 almadraberos y unas 200 mujeres y hombres que se encargaban de las conservas. Ellos descuartizaban y ellas enlataban.

“Eran buenos tiempos. La almadraba se calaba de marzo a julio y tenía unos 40 días de pesca. Cogíamos entre 700 y 800 atunes”, dice el chiclanero. Estuvo inmerso en este trabajo artesano hasta el año 1969, cuando decidió cambiar de aires.

“Yo pensaba que podía ganar más de policía, pero no fue así”, dice. Primero realizó un curso de socorrista, donde el alcalde le ofreció una plaza fija en la playa de La Barrosa, donde ejercía el mes de agosto y 20 días de septiembre. Cuando acabó la temporada y vio que cobraba mil pesetas al mes, le transmitió al regidor su malestar.

Francisco desgrana su historia de vida desde el centro de mayores Santa Ana.
Francisco desgrana su historia de vida desde el centro de mayores Santa Ana.   MANU GARCÍA

“Yo calculaba que fuera algo más, y al final era lo mismo más o menos que en la almadraba, donde sacaba hasta 3.000 pesetas en tres meses”, detalla. El alcalde llamó al Jefe de Policía, este le vio y le ofreció entrar en el Cuerpo de policías municipales. A primeros de enero de 1970, Francisco ya lucía su uniforme confeccionado por el sastre. “Cobré mil pesetas y le dije al jefe de la policía que yo iba a entregar mis ropas para volver a la almadraba. Pero me dijo, usted no se va de aquí... todavía había miedo y seguí, estuve hasta que me jubilé. El policía hoy es un rey”, sostiene.

Francisco continuó su vida laboral en otro ámbito, pero nunca se desligó del poblado, a pesar de tener que dejar su casa, ubicada en la calle Vigo. El Consorcio se la daba siempre que trabajara para ellos. Por tanto, cuando empezó como agente se tuvo que buscar una nueva vivienda. En el año 1974, el almadrabero se marchó de Sancti Petri, aunque siempre ha vuelto allí para ver a su hermano, afincado en una de las casas al poseer un barco de pesca.

El devenir de la almadraba

Sus ojos han visto el esplendor y la decadencia de este lugar que registró su último calado hace ya 53 años. Su trabajo como almadrabero, prácticamente, coincide en el tiempo con la historia de la propia almadraba, esa que también ha marcado la del poblado y aquellas 500 familias.

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Retrato de Francisco Muñoz Porra, antiguo almadrabero de Sancti Petri.   MANU GARCÍA
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El chiclanero fue policía municipal desde los años 70.   MANU GARCÍA

Entre 1904 y 1928 una compañía de capital gallego explotó la concesión, después pasó a manos del Consorcio Nacional Almadrabero, hasta que se disolvió en 1973, y acabó en manos de Fomento Centauro S.A., al que pertenecía Juan de Arespacochaga, antiguo alcalde de Madrid.

Después, en 1979, el Ministerio de Defensa expropió el terreno y lo utilizó como zona de entrenamiento militar. Circunstancia que generó un movimiento ciudadano en contra de este devenir, que duró hasta 1993. “Ya nadie sabe a quién pertenece aquello”, dice Francisco.

Los últimos pasos los dio la sociedad Pesquerías de Chiclana que ganó una licencia para reactivarla en 2003; sin embargo, el proyecto quedó suspendido años más tarde. Tras pasar por grandes empresas o el ejército, su futuro sigue siendo incierto. El objetivo es que pueda sumarse a las cuatro almadrabas existentes en la actualidad en la provincia. Barbate, Conil, Zahara de los Atunes y Tarifa.

Este vecino defiende la recuperación de esta técnica que ha experimentado un gran cambio y que resulta menos dura que antaño. “El almadrabero no trabaja ni la tercera parte de lo que trabajaba. Ahora hay motores, antes era a pulso, a mano. Hoy les pegan un tiro a la cabeza y muere, antes había que meterlos vivos a los barcos. Levantábamos anclas de 1.000 kilos que se cargaban con un palo a hombro. Eso ya no es así”, señala. A él le gustaría que Chiclana volviera a ser puntera en este sector ahora tecnificado que forma parte de la identidad del poblado.

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Patricia Merello

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