'Cartas enviadas a nadie nunca', de Claudia Vega.
'Cartas enviadas a nadie nunca', de Claudia Vega.

“Ya no consigo devolver a mi mente ese sabor amargo de la miel de sus labios, el dulce hedor de su piel o el escalofrío cálido de aquellos días. Ni siquiera me acuerdo de su deslumbrante oscuridad, la que provocaba sus despechos y distantes palabras.  La verdad… una forma bastante melancólica de esperar… ¿No es, acaso, una sensación bastante añil, fría, sobria, gélida, o por que no, azul? El inmerso mar, el infinito cielo, la profundidad de unos ojos… comparten ese matiz común, relacionado con el invierno, antítesis del calor y la vida.

Un recuerdo, ¿cuántas veces hemos revivido un momento de nuestra vida al oír una canción, respirar un aroma particular o tener reencuentros furtivos? Nuestra mente tiene la capacidad de recordar mediante el subconsciente, ese hilo rojo tensado, doblado o anudado que nos une. Pero cuando se desvanecen los fotogramas en nuestra cabeza, se extravían y olvidan…Nosotros también acabamos olvidándonos. ¿Cuántas cartas nunca han llegado a sus correspondientes buzones? Somos una red de infinitas bombillas conectadas entre sí…pero hay veces que se funden y el sistema no consigue funcionar correctamente. Ya nada es igual, los recuerdos se tornan a “nuncas” y los futuros a “jamás”. La luz interior se convierte en un eterno pause y hay veces que incluso se resetean los sentimientos más profundos de nuestra alma.

"El Alzheimer se lo lleva todo". Somos nuestro cerebro entrelazado con vivencias propias, pero éstos, son dos inseparables como la luna y el sol, uno no puede vivir sin el otro, pero hay destinos que se distraen mezclando ficción con realidad, originando mundos paralelos difíciles de mantener, tanto en primera persona como en tercera.

¿No es triste, acabar nuestros días con ojos perdidos y sonrisas desconocidas dejando entre renglones nuestra persona y todo lo que a lo largo del camino hemos ido construyendo? Familias rotas, desquebrajadas y con nombres emborronados en papeles arrugados y hechos cenizas…

He aquí, la enfermedad del siglo XXI, junto al cáncer, claro, dos altos en el camino por el que muchas personas han pasado. Llega sin apenas darnos cuenta, un día no sabes dónde dejaste las llaves y otro,  no recuerdas ni la persona que tienes delante. Memorias representadas con folios en blanco.

“Alzheimer se da por dos conflictos de separación vividos de modo brutal. Pérdida de memoria. Una constelación”. Esta teoría se basa en una de las cinco leyes biológicas del doctor Ryke Geerd Hamer (Mettmann,  1935- 2017), un médico alemán inhabilitado, creador de la controvertida pseudomedicina nueva medicina germánica, una gran revolución en dicho campo, la cual, a los picos más elevados de esta industria, parece no interesarle mucho, no por eficiencia, sino por otros intereses, que critica la medicina basada en evidencias y promete un muy elevado porcentaje de éxito en la cura del cáncer, así como cualquier tipo de enfermedad, sentando las bases de padecimiento como solución al problema y no siendo el susodicho.

Cada día, tenemos la necesidad de recurrir a “medicinas alternativas”, no desvalorizando nunca a los grandes profesionales ni los avances médicos de los que hoy disponemos,  para solucionar nuestros problemas físicos,  aunque ya lo decían los romanos “Mens sana in corpore sano”, nuestra cabeza es el motor de nuestra salud, existiendo una trilogía entre cuerpo, mente y alma.

Cuando nombramos esta palabra ,“Alzheimer”, también designamos a todas las personas que se mueven dentro del círculo de la persona afectada, esa falsa cárcel con barrotes frágiles que desequilibran nuestras vidas inundándolas de impotencia y restrinciones. El cuidador, esa persona que día a día ve retroceder como Benjamín Button a su ser querido, circulando hacia atrás y colisionando con obstáculos irreparables, perdiendo, a su vez, la noción del tiempo, llora en silencio… Es difícil decir adiós, y más, si es sólo el alma  el que se evapora. Películas como El Diario de Noah, nos demuestran esas ganas incansables de intentar restituir, aunque sean segundos de lucidez, recuperar el espíritu que queda en el limbo hasta acabar olvidándose, como en la de Coco. El amor y la paciencia son la mayor cura en las diferentes etapas de esta enfermedad.

De recuerdos nos alimentamos, son nuestra gasolina para caminar cada jornada, y quería resaltar esa labor que desinteresadamente ejercen miles de personas en el mundo.

Todo el esfuerzo realizado merece la pena  cuando esos ojos cyan, se clavan en los tuyos , y por unas décimas de reloj, éste se para, y recuperas a ese abuelo que te compraba chucherías y te lo consentía todo, a esa madre o padre que te apretaba junto a su pecho inundándote de calor, o al amigo que compartió horas jugando en la calle contigo durante numerosos veranos felices, mirándote, y esta vez de verdad , reconociendo tus manos, apretándolas muy fuertes pausando el temblor de las suyas gélidas, tornando ese azul en malvas y acabando en rojos, haciendo sentir de nuevo el susurro de sus cansados latidos y dibujando finalmente esa sonrisa que tanto te gustaba, ésa que penetra en nuestra alma y una tirada de fotos reveladas se desmoronan entre cartas perdidas, cobrando luz en la oscuridad, creando un ambiente de complicidad…

Y entonces ocurre, por un segundo se vuelve a encender la bombilla y te dice entre dientes tu nombre…  Ese instante que congelarías para siempre grabándose a fuego en tu ADN alterado, manteniendo conversaciones infinitas sin palabras, dónde la vida vuelve a coincidir contigo en una pequeña y azul habitación. Ojalá siempre mantengamos vivos a nuestros confidentes eternos junto a nosotros y nunca los olvidemos. Luchemos por fomentar la solidaridad con esas familias fracturadas, aportando apoyo y comprensión, porque cuando una persona enferma de Alzheimer, es como si nos cortan un dedo de nuestra mano, nos falta una parte esencial de nosotros. En esto no existe el individualismo… ¡Recordémoslo!

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