Un 27 de enero de hace 30 años fueron encontrados por dos apicultores los cadáveres de Miriam García, Antonio Gómez y Desirée Hernández, las jóvenes que en el imaginario colectivo de la sociedad española siguen sobreviviendo como las niñas de Alcàsser que fueron brutalmente asesinadas.
Llevaban más de dos meses cuando fueron encontrados en una misma fosa común junto a un videojuego y un cartucho sin percutir. Los investigadores también encontrarían unos trozos de papel que, tras su reconstrucción, resultó ser un volante del Hospital La Fe de Valencia a nombre de Enrique Anglés, hermano de Antonio Anglés, uno de los acusados por el triple crimen que todavía se encuentra en busca y captura, aunque se le dio por muerto hace muchos años.
Las especulaciones y conspiraciones que han rodeado a este brutal caso todavía, tres décadas después, siguen dando vueltas. Solo Miguel Ricart, de actualidad hace poco por una detención relacionada con un narcopiso, fue condenado por la justicia, que salió en 2013 de la cárcel, diez años antes de lo previsto, tras la derogación de la doctrina Parot.
El día de su desaparición, las tres jóvenes habían ido a buscar a su amiga Esther con la intención de ir todas juntas a la discoteca Coolor, situada a las afueras de Picassent (Valencia), donde se celebraba una fiesta de su instituto. Nunca llegaron. A pesar del paso de los años, la causa sigue abierta. Si no hay novedad, en diciembre de 2029, los hechos prescribirán.
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