Más de 300 hectáreas de pinares, encinas y eucaliptos. La Barca de la Florida está rodeada de naturaleza. Hace más de 50 años esta ELA (Entidad Local Autónoma) de Jerez comenzó a recibir a sus primeros habitantes hasta que hoy son cerca de 5.000. Entre ellos, hombres y mujeres con un estilo de vida propio. Este 15 de octubre, se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales para poner en valor la voz de aquellas que contribuyen al desarrollo rural.
Su aportación va más allá del trabajo en el campo. Ser mujer rural también significa apostar por el entorno, como lo ha hecho Erika Martínez Vázquez. Esta fotógrafa de 38 años decidió hace casi una década abrir su propio estudio de fotografía en La Barca, lugar donde se ha criado.
“La gente de la zona me conocía y gracias al boca a boca empecé a coger más clientela”, comenta a lavozdelsur.es entre sesión y sesión. Su arranque fue “muy bien” gracias a ese camino que ya había recorrido previamente.
Erika empezó en este sector por hobby. Le encantaba la pintura y, en cuanto pudo, comenzó a hacer cursos y a manejar sus primeras cámaras allá por 2015.
“Hacía comuniones y también iba a las discotecas los fines de semana por la noche a hacer fotografías. Empecé a fotografiar a modelos famosos con marcas de ropa y se corrió la voz”, recuerda.
Por entonces, la barqueña compaginaba esta pasión con su actividad laboral. Por las mañanas trabajaba en un supermercado y, por las tardes y los fines de semana, se dedicaba a capturar momentos especiales hasta que decidió dar el paso y montar su propio estudio.
“Dejé mi puesto de trabajo fijo para empezar como autónoma. Llegó un momento que no daba abasto, no me daba tiempo ni a respirar”, sostiene Erika. Actualmente, esta emprendedora puede vivir de la fotografía desde este local de grandes dimensiones donde monta escenarios y fondos de todo tipo.
En su día a día, se encarga de bodas, comuniones, bautizos, sesiones de embarazo y de recién nacido. “También hago muchas sesiones de Navidad”, comenta esta mujer que, con esfuerzo, ha podido construir su futuro en el Jerez rural.
Un cambio radical de vida
Entre sus vecinas, se encuentra Rosa Gámez Rubio, sevillana que lleva desde 2007 viviendo en La Barca. En su caso, llegó a la ELA jerezana por amor. Nunca había experimentado un estilo de vida como el que ahora tiene. Para ella, fue un “cambio totalmente radical” tras pasar de vivir en Sevilla, una capital, a Majarromaque, donde residió durante seis años antes de mudarse a La Barca.
“Como mi marido se dedicaba al sector de la agricultura y tenía su casa construida aquí, aposté por cambiar de rumbo y venirme”, comenta Rosa, que recuerda que hasta que no encontró su primer trabajo, estuvo unos meses inactiva. “Sin hacer nada, sin conocer a nadie, sin apenas vida”, dice.
Tendía a comparar su lugar de procedencia, pero poco a poco se fue adaptando y poniendo en valor el entorno en el que vive. “Una vez que va pasando el tiempo, empiezas a ver las cosas buenas, que son muchas, tiene muchas ventajas”, explica Rosa, que, asegura estar a gusto. Después de tantos años, el medio rural se ha ganado su corazón.
Desde que se casó hasta hace tres años, la sevillana se ha dedicado a la crianza de sus cuatro hijos. Sin embargo, hace un par de años se separó y le salió una oportunidad laboral que hoy desarrolla.
Después de haber pasado por sectores como la geriatría, la ortopedia, el comercio o la telefonía, Rosa se encuentra inmersa en el deporte, algo que siempre ha considerado fundamental. “En el gimnasio al que voy me comentaron la posibilidad de impartir clases de ciclo indoor, de spinning, y como me gustaba me formé en ello y comencé. Arranqué por la necesidad de tener que activarme laboralmente”, comenta.
En una de sus clases, una de sus alumnas que tenía un estudio de yoga y pilates le ofreció poder sumarse a su equipo. Decidió sumarse durante una temporada hasta que empezó a trabajar de forma autónoma.
Poco a poco se ha ido abriendo camino y, en la actualidad, imparte sus clases de gimnasia en las instalaciones municipales de La Barca, El Torno y Torrecera, ayuntamientos a los que está especialmente agradecida.
“Cuando llega la época de verano, me enfoco en la actividad de aquagym y en septiembre comenzamos de nuevo con las clases de pilates”, explica esta monitora que también se forma en nutrición y dietética.
Desde que se mudó, Rosa siempre ha estado involucrada en distintas asociaciones y ha sido parte activa de la vida de la ELA. Ha sido presidenta de la AMPA del colegio de sus hijos, ha colaborado en la organización de carreras con fines benéficos o ha impartido talleres de cuidado y salud a las mujeres rurales de la mano de la federación Sol Rural, presidida por Francisca Gago.
La sevillana disfruta participando en dar vida al que hoy considera su hogar. “Al principio me costó bastante. Yo estaba muy integrada en Sevilla, con mi familia, mis amistades. Era muy activa. El ritmo de mi vida cambió completamente hasta que tuve a mi primer hijo”, comenta.