El paraíso de los burritos está en Málaga y salva del maltrato a los amigos más leales

La organización pertenece a una asociación mundial con presencia en 38 países y una estructura que da respuesta a casos en los que los 'burros' han sido los humanos

Una niña voluntaria acaricia a uno de los burros del Refugio.
Una niña voluntaria acaricia a uno de los burros del Refugio.

En El Refugio del Burrito pasan cosas maravillosas. Se encuentra en Fuente de Piedra, un municipio del Norte de Málaga entre Campillos y La Roda. La finca no es gran cosa. Cuatro hectáreas. Pero suficientes para albergar a un centenar de burros que más que en un refugio, viven en un paraíso. Sobre todo, teniendo en cuenta las experiencias previas vividas por estos équidos.

El burro es un animal con una fama de poco inteligente que recoge incluso la RAE. Ser un burro es ser una persona "bruta e incivil". Y cuando alguien no tiene la razón y por fin la encuentra, se está bajando del burro. Nada de eso. Lo cuenta la encargada de comunicación de la ONG, Rosa Chaparro. "Recuerdan caras, voces... Saben por el motor de cada coche quién llega, conocen el camino más corto para ir de un lugar a otro, y si escuchan un ruido raro... Rebuznan, alertando, porque son muy territoriales". Y ahí está la clave de lo que son, en el fondo, los burros.

The Donkey Sanctuary nació en a finales de los 60 en el Reino Unido. Una mujer, Elisabeth Svendsen, logró amasar una pequeña fortuna a cuenta de una patente que vendió, la de una pequeña lavadora para pañales de tela. Cumplió su sueño así de comprar un pequeño hotel y tener un par de burritos. Un día, en una feria animal, compró otro par que salvó del matadero. La cosa fue creciendo hasta tener presencia en 38 países. Su marca  en España es El refugio del burrito, que está inscrita como ONG independiente pero que trabaja en comunidad. "En muchos lugares del mundo, el burro aún se usa para labores, como en fábricas de ladrillos, en India; para el transporte de agua, en África; o para arar en zonas empobrecidas. Ahí, The Donkey Sanctuary trabaja con veterinarios que intentan mantener el bienestar del animal".

Dos burros juegan en El Refugio.

España fue el primer país al que se desplazó la organización británica para abrir nueva sede, toda vez que la familia Svendsen sintió la necesidad al conocer las prácticas realizadas con animales. Además de la finca en Málaga, tiene también otra en Extremadura. La de Fuente de Piedra ha servido para tener un mayor control sobre lo que ocurre con una de esas prácticas con los animales que no gustaban a los Svendsen, la de los burrotaxis de Mijas. En Cáceres, según han denunciando en El refugio del burrito, se celebran las fiestas del Peropalo, en el que un burro es paseado por el pueblo de Villanueva de la Vera entre cientos de personas. "No somos abolicionistas. Vamos a El Rocío cada año con un veterinario para asesorar, para que haya un control. Lo que no se debe es tener a un burro geriátrico durante días empujando una carreta, porque con 35 años es como una persona con 80. Te lo cargas si haces eso".

El objetivo de la ONG es rescatar, cuidar y mantener en bienestar al animal. Han encontrado casos escabrosos, como el de la finca de los horrores, en el que a un criador "se le fue de las manos" su negocio, que además carecía de licencia, y llegó un momento en el que no pudo dar de comer a los animales que no vendía. Enfermaban y los enterraba cerca de los animales vivos, lo que sólo hizo empeorar las cosas. Allí salvó la asociación a una decena de animales, y a algunos hubo que eutanasiarlos por la situación en la que estaban.

https://youtu.be/vL3bRoWxutw

Sin embargo, otra muestra de la fuerza y vida de estos animales es el caso de Yasmín, una burrita que vivió 13 años atrapada en una zanja junto a un río de la que no podía salir, alimentándose en pocos metros cuadrados de hierbas y agua. Los cascos crecieron sobremanera porque no pisaban tierra dura sino mojada. "Ahora, aquí está corriendo como la que más. Nos avisó el Ayuntamiento y tiene una vida feliz".

Otra de las propiedades de estos animales es el amor que profesan. "Tienen un compañero de vida, que puede ser del mismo sexo o no, pero también otros que no sean burros. Cuando el otro fallece, viven procesos de duelo en los que dejan de comer y pueden llegar a morir. Si separamos a dos animales de corral, porque necesiten dietas diferentes, aquel que tiene de sobra pasa los cubos por debajo de la cerca para que el que tiene una restricción coma más. Son así".

Una cuidadora, con dos burritos.

La sostenibilidad de este refugio pasa por el apoyo de sus padrinos, personas o incluso empresas que desinteresadamente apadrinan a un animal en su sostenimiento. Por poco más de 200 euros, se puede apadrinar durante un año, aunque se pueden hacer todo tipo de donaciones y apoyos. "Y tenemos muchas acciones, como personas encargadas de detectar casos, o veterinarios para fiestas como El Rocío". Las visitas al centro abrirán pronto de nuevo, tras unas reformas. "Es importante esto porque ayudamos a buscar otros usos del burro. Desde que no trabajan la tierra, se han depreciado. Son capaces de hacer de cortafuegos para eliminar pasto, en terapias con personas que lo necesitan... Tratamos de dignificar al burro, que son como el carrete de Kodak, que parece que ha pasado su tiempo".

Mientras esa ecuación siga resolviéndose, en El Refugio del Burrito seguirán salvando, a aquellos que están en malas condiciones, o abandonados. Y que sigan trotando felices, porque los burros, de esos de los que habla la RAE, han sido los humanos hacia ellos.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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