Confesiones de un hombre perimetrado: decisión 'trambólica'

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

El hombre que acababa de tener un accidente 'trambólico'.
El hombre que acababa de tener un accidente 'trambólico'.

Los amigos hemos decidido que este fin de semana saldremos de gasolineras. Tal y como suena. La vida es así de rara últimamente. Como de costumbre, tomaremos el aperitivo en el centro, comeremos por ahí, bien en el centro o en una venta de los alrededores de Jerez –ojo, sin saltarse el perímetro-, y después probaremos lo de ir de gasolineras, a ver qué tal.

Otra opción que estaba sobre la mesa, a la vista de la legislación vigente, era la de salir por el tanatorio –inmediatamente desechada por motivos que pueden parecer obvios pero que no lo son tanto: precisamente este cronista acabó una vez una noche loca en Madrid en el tanatorio de la M-30, e incluso otra vez, en Vigo, dio con sus huesos a las tantas en el bar de la lonja… pero esa fue otra historia, como dice la película- o probar suerte en la cantina (nombre histórico) de la estación de la ferrocarril… total, que al final decidimos dar una oportunidad a lo de las gasolineras, más que nada por lo de estar al aire libre debido a lo de los aerosoles, aunque la OMS (aquí, sintiéndolo mucho, me divertí mucho con la decisión de Donald Trump de sacar a EEUU de dicha organización, al parecer harto de expertos, decisión que al parecer no se ha materializado y que, seguramente, con el cambio de Administración, quede en nada) todavía no ha confirmado, como parece evidente, que lo de los aerosoles sea la madre de todos los males de la pandemia.

Así que ya está. Decidido. Habrá que buscar qué establecimientos pueden poner a este grupo de ‘perimetrados’ jerezanos algo de beber entre las seis y las diez de la noche, hora del toque de queda o de la ‘restricción temporal de la movilidad nocturna’, que tanto da (es curioso cómo se critica a la supuesta neolengua, como si fuese cosa de ahora, cuando este cronista recuerda que en su día, todavía en el franquismo, él al parecer no fue al colegio, sino a un ‘grupo escolar’ y luego poco después del advenimiento de la democracia estudió una cosa llamada Bachillerato Unificado Polivalente –BUP-, que ya me dirán). En realidad no se trata ni de que la estación de servicio que se vaya a visitar tenga propiamente bar ni nada. Con que haya un poco de espacio al fresco, no huela mucho a gasoil (la gasolina da más igual, a mucha gente incluso le pone) y no esté lejos de la ciudad, pues es suficiente. Así que ya saben: si van a repostar este fin de semana y ven a unos cuantos cincuentones en los alrededores comportándose como postadolescentes no teman, probablemente seamos nosotros, aunque me da que más de uno ha tenido la misma idea y puede ser que haya grupos distintos y al final tengamos que andar contándonos hasta seis para relacionarnos y tal, ya veremos.

En realidad, lo de ir expresamente a tomar una cervezas un poco macarras a una gasolinera –qué metonimia más rara si es que lo es, ¿no? El ‘macarreo’ llegado el caso sería el acto en sí, no parece una cualidad aplicable a unas cervezas, al menos no en principio- es algo que se le ha pasado por la cabeza a mucha gente desde hace varios años, desde que se viralizó (qué palabreja más desafortunada hoy en día, la verdad) aquel vídeo en el que un periodista que entrevistaba a un tipo que iba muy cocido y que acababa de tener un accidente de moto no podía reprimir la risa ante las respuestas ‘chuzas’ del nota en cuestión Sí, hombre, el de la ‘jurisdissión del sultidol’ y ‘yo volé y el tipo voló y cayó en la arbolada’… ¿Qué todavía no caen? El del ‘trambólico’, joder, el del ‘trambólico’. Ese. El que trajo el adjetivo ‘trambólico’ a nuestras vidas por primera vez y ya para siempre.

Pues nada, hombre, a favor de los bares y de campañas publicitarias como ‘Bares, qué lugares’ o ‘Siempre nos quedarán los bares’ (frase que da cobijo incluso a novelas o libros de relatos) pero… pero a la vista de los hechos parece que hay que reconocer que ha llegado también el momento de las estaciones de servicio. Al menos por el momento.

Así es, queridas amigas y amigos. Ir –id- a tomar algo a las gasolineras. Una decisión que puede sonar un tanto ‘trambólica’, pero plenamente acorde con una vida perimetrada en lo físico y en lo temporal como la que llevamos todos en Jerez y media Andalucia. Una vida que, por ponerle un adjetivo, desde hace cosa de ocho meses se ha vuelto bastante ‘trambólica’, desde luego…

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