Centeno por castañuelas

Los chozos humanizan el territorio, hechos a mano con barro y paja, encalados muros y una estructura de palos rollizos y sus correas, belleza hasta en el interior

Iván Casero

Ingeniero de Montes.

La choza del Bala, en el monte municipal Dehesa de Abajo, de La Puebla del Río (Sevilla). Los chozos dependen de vegetación autóctona, como las castañuelas.  IVÁN CASERO
La choza del Bala, en el monte municipal Dehesa de Abajo, de La Puebla del Río (Sevilla). Los chozos dependen de vegetación autóctona, como las castañuelas. IVÁN CASERO

El azahar anuncia la primavera, las altas temperaturas de la sobremesa necesidad de siesta ante las evitables comidas copiosas, y la necesidad de precipitaciones compite con la celebración de fiestas populares. 

Está claro que llueve en primavera y si esta es seca, pues el verano ni te cuento. Las escorrentías ahora pueden aumentar caudales de arroyos y ríos, acumulándose sus aguas en embalses, lagunas y charcas, recargando acuíferos y manteniendo estuarios.

A la orilla del río no hagas el nido, dicen los que se bañan en el Mediterráneo, para que no olviden las inundaciones y razón de ser de humedales, llanuras aluviales y zonas pantanosas que laminan mortales avenidas. La marisma ansía agua, la castañuela no crece más de dos palmos sin ella, y su recogida en verano añorando mejores campañas.

Los chozos humanizan el territorio, hechos a mano con barro y paja, encalados muros y una estructura de palos rollizos y sus correas, belleza hasta en el interior, soportando una capa de materia orgánica, perfilada a corte de cuchillo impidiendo la entrada de lluvia al hincharse y en verano, permitiendo la salida del aire caliente del interior al abrirse sola la misma. Confortable y aromática estancia, alineada hoy en día con la mitigación del cambio climático. 

Imagen del interior de un chozo.
Imagen del interior de la choza del Bala.  IVÁN CASERO

Este patrimonio etnológico, como todo lo auténtico, cautiva y atrae nuestra atención. Desde Almonte y Villamanrique de la Condesa siguen haciendo posible estas construcciones totalmente sostenibles, vestigios de un pasado, conservando existentes y recuperando antiguos emplazamientos.

Saben que sus techos dependen de vegetación autóctona - castañuelas, juncos, eneas - asociada al agua dulce, cada vez más escasa, por ello buscan alternativas funcionales como la siembra del útil centeno por la validez también de su paja. En “estar como unas castañuelas” se conjugan mucha alegría, con esta planta que tanto ha dado de comer a ánsares, digiriendo con ayuda de granos de arena sus rizomas, en la duna más extensa de Doñana conocida como el cerro del trigo – por caerse antaño un saco de una mula -, curiosamente como el centeno cereal, de Ceres la diosa de la agricultura.

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