Un parche feminista. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO.
Un parche feminista. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO.

Dos días después de que mi compañero Raúl Solís publicara El fascismo de género no es feminismo, viralizó  la explotación laboral y el despido improcedente que sufrieron cerca de 30 camareras de piso en el hotel Barceló Renacimiento Sevilla. En el primero, Solís defendía un feminismo libre de mensajes transfóbicos después de toparse con numerosos tuits de TERF (Trans Exclusionary Radical Feminist) que decían que “las mujeres trans no son mujeres, son hombres disfrazados”, entre otros muchos. En el segundo, el periodista de lavozdelsur.es ejercía su pluma para denunciar la feminización de la pobreza, ya que las kellys —todas son mujeres— cobraban a 1,50 euros por habitación.

Ambos artículos (opinión e información) son feministas, tienen visión de género. Y los firma un hombre gay, con pene y feminista. Porque los hombres, sí, también son parte del feminismo. Porque como dijo José Ángel Lozoya: "No hay igualdad real sin el cambio de los hombres". El feminismo es una ideología. Yo lo concibo como una forma de vivir la vida, es decir, cuando abres los ojos —en la concienciación feminista— tan solo podrás cerrarlos una vez muerta.

El feminismo es un movimiento liberador que busca que las personas podamos desarrollarnos sin los límites que, al nacer, imponen los roles de género. El feminismo lucha por los derechos de las personas que están en los márgenes, aquellas —como dice Pastora Filigrana— que están fuera del paradigma de lo blanco, burgués, heterosexual, varón y occidental. De ahí que no entienda por qué las feministas debamos excluir a las mujeres trans o a las transgénero de la "agenda feminista".

El Twitter de lavozdelsur.es no ha parado de recibir mensajes contrarios (algunos con más o menos odio) al artículo de opinión de mi compañero. De todos, me llamó la atención el hilo de la tuitera Martina Espósito, del pasado 14 de octubre: "Ayer fue el primer día del Encuentro Nacional de Mujeres. Ustedes creerán que la primera marcha sería contra los femicidios, dado que asesinan una mujer cada 30 horas, pero no. Fue por los transfemicidios y los travesticidios. Punto. Fuimos olvidadas en nuestra propia lucha".

"Ayer no se marchó por las mujeres, quienes nos morimos en abortos clandestinos, prostituídas y empaladas. Cortémosla. Nos merecemos y nos corresponde por primera vez en la historia ser nuestra propia prioridad. No nos dejemos nuevamente para el final, que nunca llega". "Por cierto: dejen de borrar la reivindicación e historia de las trans y travestis diciendo que son mujeres. Son trans y travestis, a las que matan, prostituyen y marginan por esa razón. No por 'ser mujeres'". Y pienso que para considerarse una feminista radical, su argumento es superficial y no parte de la raíz.

Decir que a las trans y travestis no las agreden y discriminan por ser mujeres, me parece absurdo. Olvida que para la sociedad, la que impone los roles de género, ser trans, transgénero o travesti es "traicionar" al género masculino por querer identificarte como mujer. Por ende, las matan, prostituyen y marginan por ser mujeres; porque es lo que son. En el segundo capítulo de Transparent, cuando la mayor de sus hijas se encuentra a su padre vestido de mujer, esta se queda en shock y le pregunta: "¿Estás diciéndome que vas a empezar a disfrazarte de mujer continuamente?". A lo que ella (Maura Pfefferman) le responde: "No cariño, toda mi vida, mi vida entera he estado disfrazándome de hombre".

Que Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista, se autoproclame TERF (Trans Exclusionary Radical Feminist) porque, según ella, existen transgéneros que violan a niños bajo el halo de "soy mujer", significa ser tránsfoba. En su artículo Las últimas perversiones del feminismoFalcón habla de feministas que "cambian de vestido" y que soportan campañas que "han desencadenado los pederastas para violar impunemente niños y niñas". Al igual que también expone que existen "unos sectores del movimiento LGTB" que "defienden legalizar los vientres de alquiler”. Esto, igual que lo que proclama la presidenta del Partido Feminista, no es feminismo. Y es que nacer mujer u homosexual no te hace ser feminista. Igual que haya más representación de mujeres en un Gobierno no hace que sea un Gobierno feminista. Y ojo, según la única agencia de vientres de alquiler que opera en Andalucía, Universal Surrogacy, de las 40 familias que están en proceso de obtener a su hijo gestado, el 90% son parejas heterosexuales.

Excluir al colectivo LGBTI y señalarlos como enemigos, no hace bien al feminismo. El movimiento no puede darle la espalda a las mujeres trans que sufren doble discriminación, a las mujeres con discapacidad que sufren una doble discriminación, a las mujeres gitanas que, de nuevo, sufren una doble discriminación, como las mujeres inmigrantes, pobres... Y si me lo permiten, a las mujeres andaluzas nos pasa más de lo mismo. Cada vez que entrevisto a mujeres y el enfoque es de género, me gusta preguntarles si son feministas. Mi sorpresa, a menudo me encuentro con mujeres con cierto recelo a identificarse con el movimiento porque, piensan, es la lucha de una élite social que ni les va ni les viene.

Ante esto, solo me queda hacer pedagogía y lamentar que peleas de este tipo socaven el objetivo del feminismo, que no es otro que la igualdad de oportunidades, autonomía social y económica y conquistar aquello que llaman "ser persona".

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